Principal
Arriba
 

                

 

 

webmaster:
ofelia_trillo@hotmail.com



TROYA DE SCHILEMANN

  Algunos de los materiales más importantes hallados por Heinrich Schliemann en Troya, a los que denominó el «Tesoro de Príamo», por el nombre del legendario rey de la época de la guerra de Troya. Esta importante colección desapareció de un museo berlinés cuando la ciudad fue destruida por los rusos en 1945. En Micenas, Schliemann encontró un tesoro que podía rivalizar con el de Troya. Las máscaras funerarias de oro, una de las cuales Schliemann creyó que pertenecía al propio Agamenón, son muy conocidas, pero hay otros muchos objetos, como este maravilloso collar de oro y cornalina. Una magnífica pieza de oro hallada en Micenas y fechada en el 1500 aC, cronología que los arqueólogos adjudican a la guerra de Troya, si es que realmente tuvo lugar. El deseo de Schliemann de demostrar los hechos de la guerra sentó las bases para la comprensión de la magnificencia de la Grecia preclásica.  
         
  La historia de Troya es algo más que una leyenda. Naturalmente, hay que hacer referencia al poema épico de Homero: la historia de la bella Helena, raptada por Paris el troyano y rescatada tras diez años de una guerra que acabó cuando los troyanos cayeron en la trampa del caballo de madera de los griegos. Pero la Troya moderna tiene también su leyenda, la historia del hombre que se empefíó en demostrar que Homero no se limitó a narrar un mito y que Troya fue una ciudad real. Ese hombre fue Heinrich Schliemann.
Schliemann nació en la ciudad de Neubuckow, que actualmente pertenece a Alemania Oriental, en 1822. Si aceptamos lo que él mismo cuenta —y según su propia confesión, Schliemann estaba tan entusiasmado que no le importó embellecer la verdad—, comenzó a interesarse por Troya en su niñez, cuando le regalaron un libro con ilustraciones sobre el tema. Seguramente, en la época en que hizo fortuna comerciando con Rusia y América, Schliemann disfrutaba de una posición que le permitía dedicarse a sus aficiones, y Troya era la principal de todas. Aunque Homero señaló la situación de Troya con precisión —en el límite de la llanura del río Scamander, al otro lado del Helesponto,o en otras palabras, en el lado opuesto de la península de Gallipolli, en la actual Turquía—, la mayoría de los investigadores consideraba esta historia una simple leyenda. Además, la arqueología estaba en sus comienzos y cuando Schliemann descubrió Troya en 1870 se vio obligado a improvisar las técnicas de trabajo, que le permitieron llevar a cabo uno de los mayores descubrimientos conocidos.
Una excavación espectacular
Frank Calvert, arqueólogo aficionado inglés, convenció a Schliemann de que Troya se encontraba bajo una colina llamada Hisarlik, «el lugar del fuerte».
Con un grupo de ochenta trabajadores, Schliemann comenzó su búsqueda llevado por su entusiasmo característico. Excavó en primer lugar una gran trinchera en la ladera septentrional de la colina de Hisarlik. Sus hallazgos le dejaron asombrado; bajo la superficie se encontraba un conjunto de restos de ciento cincuenta metros de anchura.
Schliemann se quedó perplejo a la vista de estas pruebas y, aunque aún no se conocían los métodos modernos de datación arqueológica, supuso que los restos pertenecían a ciudades más modernas y que la Troya legendaria estaría seguramente en el estrato inferior. Con la firmeza que le caracterizaba, siguió profundizando durante dos años, hasta que finalmente encontró un estrato con indicios de haber estado sometido al fuego y la destrucción. Llegó a la conclusión de que había encontrado la Troya de Homero, pero hizo un descubrimiento aún más espectacular. Según su diario, posiblemente reelaborado en fecha posterior, el 14 de julio de 1873 Schliemann encontró oro, más de ocho mil objetos de este metal precioso: copas, vasos, brazaletes y collares. Pensó entonces que había encontrado el tesoro de Príamo, el legendario rey troyano. Schliemann adornó a su joven esposa griega, Sofía, con algunas de las joyas más espectaculares —<(las joyas de Helena»—, con las que posó para los fotógrafos. Sacó las joyas del país, a pesar de la oposición de las autoridades turcas, y las llevó a Berlín.
Troya y Micenas
Actualmente, los arqueólogos piensan que es muy probable que Hisarlik fuera el lugar en que se construyó Troya y que la ciudad fuera destruida no menos de nueve veces en el transcurso de cuatro mil años de ocupación. Tenía cuarenta y siete niveles distintos de habitación, desde un asentamiento del neolítico fechable en el 3.600 aC, hasta la época romana, con la ciudad de Mueva Ilium, cuyo declive se fecha alrededor del año 500 dC. En su ingenuo afán de profundizar y encontrar restos más antiguos,
Schliemann destruyó muchos de los estratos más profundos en el transcurso de sus excavaciones; por ejemplo, parte de Troya VI, que, según la opinión más generalizada, corresponde a la Troya homérica. El tesoro de Schliemann se fecha en el 2.200 aC, aproximadamente, casi mil años antes de la época de Príamo. A pesar de sus errores, asombró a los arqueólogos clásicos y demostró que Troya había existido de verdad.
¿Qué sucedió con los objetos de oro? Fueron depositados en el Museo Etnológico de Berlín y allí permanecieron hasta el comienzo de la segunda guerra mundial, momento en que los escondieron. Como muchos otros tesoros, no se sacaron a la luz hasta que los rusos tomaron la ciudad, en 1945.
El destino deparó más satisfacciones a Schliemann. Animado por su éxito en Troya, se trasladó a Micenas, otro de los reinos heroicos de Homero. Buscando al héroe Agamenón, Schliemann excavó junto a los muros de la antigua Micenas, qtie seguían en pie, y una vez más, y a pesar de la incredulidad de los clásicos, realizó otro hallazgo asombroso. Descubrió las tumbas de diecinueve personajes, que inmediatamente vinculó a la familia de Agamenón. Entre ellos se encontraban tres hombres con armaduras y máscaras de oro.
Se cuenta que cuando desprendió la máscara del cadáver que parecía ser el de más alto rango, los rasgos faciales eran todavía visibles. Extasiado, Schliemann, padre de la arqueología, exclamó: «¡He visto el rostro de Agamenón!»
Algunos de los materiales más importantes hallados por Heinrich Schliemann en Troya, a los que denominó el «Tesoro de Príamo», por el nombre del legendario rey de la época de la guerra de Troya. Esta importante colección desapareció de un museo berlinés cuando la ciudad fue destruida por los rusos en 1945.
En Micenas, Schliemann encontró un tesoro que podía rivalizar con el de Troya. Las máscaras funerarias de oro, una de las cuales Schliemann creyó que pertenecía al propio Agamenón, son muy conocidas, pero hay otros muchos objetos, como este maravilloso collar de oro y cornalina.
Una magnífica pieza de oro hallada en Micenas y fechada en el 1500 aC, cronología que los arqueólogos adjudican a la guerra de Troya, si es que realmente tuvo lugar. El deseo de Schliemann de demostrar los hechos de la guerra sentó las bases para la comprensión de la magnificencia de la Grecia preclásica.