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RESCATE DEL TITANIC
ir a naufragio del titanic
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Ningún
naufragio de nuestra época ha prendido tanto en la imaginación popula como•
el del Titanic, el buque supuestamente invulnerable, orgullo de la White
Star Line de Liverpool (Inglaterra). Dañado por un iceberg la noche del 14
al 15 de abril de 1912. en su primera travesía, el lujoso transatlántico de
cincuenta y dos mil trescientas diez toneladas se fue a pique bajo cuatro
mil metros de agua, a unos novecientos kilómetros del cabo de Race,
Terranova, con mil quinientas trece víctimas mortales. Entre los que
perecieron había no menos de diez millonarios estadounidenses, como John
Jacob Astor y Benjamin Guggenheim.
La búsqueda y el rescate del Titanic han sido durante décadas el sueño de
los buscadores de tesoros del mundo entero. A finales del verano de 1985,
este sueño se hizo en parte realidad. Un grupo de científicos
fracoestadounídense que experimentaba con equipo de reconocimiento submarino
localizó y filmó el navío naufragado. Su hallazgo suscitó inmediatamente
controversias entre quienes pensaban que había que dejar el transatlántico
tal y como estaba, como cementerio marino, y quienes sostenían que había que
rescatarlo. También había quien afirmaba que desde el punto de vista técnico
era posible realizar la hazaña de izar el buque de las profundidades del
norte del Atlántico y quienes lo negaban.
Reclamaciones
Uno de los científicos que contribuyeron al hallazgo del buque, Robert
Bailard, no albergaba ninguna duda. Declaró que cualquier tentativa de
recuperarlo sería «ridícula», pero Robert Marx, destacado especialista en el
tema, pensaba que la tarea podía llevarse a cabo, al menos en parte,
sirviéndose de robots y explosivos, si bien reconocía que se trataba de una
«misión imposible». astas fueron sus palabras:
«Nunca se ha encontrado nada a tanta profundidad.»
Al mismo tiempo, otro especialista, llamado John Pierce, ganaba una batalla
legal en el Tribunal Supremo británico, que consideró viable la propuesta de
rescatar el Titanic con un coste aproximado de cuatro mil millones de
dólares. El Tribunal dictaminó que Pierce y sus colegas tenían derecho a
quedarse con los objetos rescatados del transatlántico Lusitania, torpedeado
en 1915. Según Pierce, esta decisión suponía que el Titanic y cuanto en él
hubiera pertenecía a quienquiera que los rescatara y no a los sucesores de
la White Star Line ni a la compañía aseguradora que había cubierto las
pérdidas tras el naufragio del buque, pero muchos juristas ingleses pusieron
en tela de juicio el razonamiento de Pierce.Dos artísticas reconstrucciones
sobre el hundimiento del Titanic, según las versiones dadas por los
supervivientes.La fortuna perdida Se ha suscitado otra controversia en torno
a los objetos de valor que, según se cree, llevaban los pasajeros,
acaudalados en su mayoría, cuando el buque naufragó. Algunas personas
piensan que a los primeros que lleguen al barco sumergido les espera una
fortuna en joyas y que una de las víctimas —un comerciante de diamantes—
había depositado varias piedras sin tallar por valor de siete millones de
dólares en la caja fuerte del barco.
La mayoría de los expertos no tiene en cuenta estas historias, pero sus
razones para no creerlas son muy dispares, y los
buscadores de tesoros optimistas mantienen un destello de esperanza. Cierto
grupo sostiene que los pasajeros acaudalados, como los Astor y los
Guggenheim, no llevaban joyas auténticas, sino simples L imitaciones. Otras
personas recurren a la relación de objetos que custodiaba el contador de
navío: no ocupaba más de media página y ninguno de los objetos que figuran
en ella estaba valorado en más de quinientos dólares. La reclamación más
elevada que recibieron las compañías de seguros después de la catAstrofe
ascendía a ciento setenta y cuatro mil dólares y fue presentada por una
pasajera que había perdido la mayor parte de su guardarropa. Y, según
los testigos, los pasajeros de primera clase recogieron sus efectos
personales sin ninguna dificultad antes de que el transatlántico se
hundiera.
No obstante, se sabe que a bordo del Titanic había dos objetos muy valiosos:
un cuadro de Blondel llamado La Circasienne au Bain, valorado en 1912 en
cien mil dólares, y un ejemplar lujosamente encuadernado e ilustrado del
Rubaiyat, de Omar Khayyam. No parece muy probable que, tras setenta años de
estar sumergidas en las frías aguas del Atlántico, ninguna de las dos cosas
haya aumentado de valor.
El especialista en rescates submarinos Robert Marx piensa que la mayoría de
los rumores que circulan sobre fabulosas colecciones de joyas son absurdos.
«Una taza de té valdrá una fortuna», dice. Tomando como ejemplo los mil
dólares que se han pagado por la lente de un periscopio de un submarino
alemán, dice que un salvavidas del titanic podria costar lo que
aceptase el mercado, evidentemente una perogrullada.
Tres de las más de 12.000 fotografías submarinas del Titanic tomadas cuando
fue hallado en septiembre de 1985. Muestran las cadenas del anda y
cabrestantes de la zona de proa y la barandilla de la cubierta. Se
realizaron con cámaras situadas a bordo del Argo, un prototipo de robot
submarino diseñado para el programa de guerra submarina de la armada
estadounidense. El Argo puede permanecer sumergido semanas enteras y
recorrer kilómetros de lecho marino, enviando imágenes de televisión y otros
datos a los científicos que viajan a bordo de un barco nodriza. La
expedición encargada de buscar el Titanic, dirigida por la Institución
Oceanográfica de Woods Hole, de Estados Unidos, y el Instituto para la
Investigación y Explotación del Mar francés, decidió llevar a cabo esta
empresa para demostrar la capacidad del Argo de «encontrar algo que nadie ha
podido encontrar».
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