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Jan Eric Hanussen, el mago de los guantes verdes,
es uno de los personajes más extraños de los primeros tiempos del nazismo
alemán. De rostro cetrino, vientre muy prominente y feo, de su personalidad
emanaba un encanto tenebroso que unido a su extravagante conducta sexual le
llevó a ser el máximo triunfador en la vida nocturna del Berlín de comienzos de
los años treinta. Dirigía la segunda parte del espectáculo del Scala de la
capital alemana, y sus exhibiciones paranormales constituyeron un tema arraigado
de las polémicas de la época. Envuelto en un aura de misterio, se decía que se
había iniciado como tragador de sables entre unos saltimbanquis, que en Praga
tenía una consulta como vidente, que era un nazi incondicional y, además, el
astrólogo particular de Hitler. Lo cual, pese a que el dictador aún no había
llegado al poder, le proporcionaba una protección que le permitía estar al
abrigo de sobresaltos en medio de los homosexuales y proxenetas en que se
desenvolvía.
En sus
exhibiciones de videncia en el Scala, lograba todas las noches un triunfo
apoteósico. Sus ejercicios de doble visión, con la colaboración de cualquier
espectador, provocaban la admiración de todos; adivinaba lo que un determinado
caballero llevaba en su bolsillo o el desengaño amoroso que había tenido una
señora diez años atrás, precisando con rigor hasta el más mínimo detalle.
Sentado en su alta silla, con la luz de los proyectores hábilmente dispuesta
para que le aureolase la cabeza, tras unos minutos de concentración, se sumía en
trance mediúmnico y, con voz entrecortada, expresaba hasta los más secretos
pensamientos del espectador o espectadora que se prestaba a la experiencia.
El novelista
Ewers y el conde Helldorf, el jefe en Berlín de los camisas pardas, lo apoyaron
por diferentes motivos económicos. El creciente entusiasmo de varios miembros
del partido nazi por el hierofante irritaba poderosamente a Goebbels se veía a
un charlatán de feria convertido es un influyente sujeto. El futuro ministro de
la propaganda, junto con Heydrich, se encargó, sin dudar un instante, de hacer
un chantaje al ayudante del mago y preparar un completo dossier sobre el origen
y la verdadera personalidad de Hanussen. Presintiendo la jugada, Hanussen se
apresuró a publicar su autobiografía “Mi línea de vida” lo cual obligó a los dos
futuros ministros del Reich a andar con pies de plomo y a aplazar el momento de
hacer fracasar la perniciosa influencia del mago.
Hanussen se
llamaba en realidad Hermann Steinchneider y era hijo de un comerciante judío de
Bohemia. Su ocupación, tras la derrota de 1918, consistía en identificar tumbas
de soldados alemanes, desenterrar sus restos y, mediante una gratificación,
remitirlos a sus familias. El mago se jactaba de que este oficio, era el que le
había dado todo su poder oculto y su vigor sexual, que le permitía, estando en
la cúspide satisfacer a tres esposas y treinta amantes.
Hanussen
desbordaba actividad para multiplicar sus ingresos. Sus dos revistas, “El diario
de Hanussen” y “El otro mundo”, alcanzaban grandes tiradas y le llenaban los
bolsillos de dinero. La Luna, decía en “El otro mundo”, es la fuerza dominante,
el motor de toda vida orgánica y mental sobre la Tierra. Todos los pensamientos,
las acciones de los hombres ordinarios, como el crecimiento de las plantas y el
instinto de los animales, están dirigidos por el influjo lunar. La fina película
sensible de vida orgánica que envuelve nuestro globo depende totalmente del
satélite que actúa sobre la biosfera como un electroimán. En la vida ordinaria,
el hombre no tiene ninguna posibilidad de liberarse de la Luna, e incluso
después de la muerte, su alma corre el riesgo de ser atraída por la atracción
lunar. Ser iniciado consistía exclusivamente en escapar de la atracción mágica
lunar. Es el solo y único medio de devenir un hombre despertado, es decir, ser
independiente, o, como dicen los taoístas, un hombre verdadero.
Pero donde
realmente Hanussen desarrollaba los principios del despertar, era en sus
consultas particulares. Según la leyenda, una noche de 24 febrero de 1933, en
una reunión privada en el Palacio del Ocultismo, entre altos personajes de
Berlín y varios dirigentes del partido nacionalsocialista, Hanussen cayó en
trance y con voz quebrada, vaticinó: La multitud..., una gran multitud en las
calles... Todo un pueblo aclamando los desfiles de nuestros SS... Es de noche,
desgarrada de fuego... Veo los reverberos iluminados, las luces de la alegría,
la cruz en su vorágine de fuego... Es la llama de la liberación alemana, el
fuego sobre las viejas servidumbres, el fuego que canta la gran victoria del
partido... Ahora alcanza una gran casa... ¡Un palacio! Las llamas salen por las
ventanas..., se extienden... Una cúpula pronto, va a derrumbarse... ¡Es la
cúpula del Reichstag que flamea en la noche! Aunque
aquello no era una predicción muy sorprendente, pues en la época los
enfrentamientos entre comunistas y nacionalsocialistas eran corrientes. El
incendio del Reichstag se produjo en realidad tres días después Hanussen entró
en la lista de sospechosos y fue investigado más profundamente todavía. Pronto
quedó claro que no tenía nada que ver con el incendio, el cual fue provocado en
solitario por el joven Marinus van der Lubbe. Pero aquella investigación trajo
consigo nuevas sorpresas. Hanussen había prestado grandes cantidades de dinero a
miembros del partido, aumentando muy considerablemente el dominio que ejercía
sobre ellos. Se le encargó
a uno de sus deudores, el conde Helldorf, para que hablara con él y le invitara
a salir de país. El arruinado Helldorf, acostumbrado a la vida cómoda había
caído en las garras de Hanussen, el cual, convencido de su poder, lo amenazó
agitando ante la cara del conde sus facturas con insolencia. Aquello fue el
detonante para su muerte. Helldorf encargó su detención al que luego sería su
sucesor, Karl Ernst, y tres asesinos de la SA lo detuvieron el 24 de marzo de
1933 ante la entrada del Scala. El público fue informado de que Hanussen no
actuaría debido a una crisis nerviosa y la función se suspendió.
Unos días más tarde, el Volkischer Beobachter, en
su edición del 8 de abril de 1933, insertaba una pequeña nota. En las afueras de
Berlín, entre Baruth y Neuhrof, en un bosque, unos leñadores acaban de descubrir
el cadáver de un desconocido, parcialmente devorado por animales salvajes. La
identificación judicial presumía que el cuerpo se hallaba en la maleza desde
hace alrededor de una semana. Ningún documento de identidad permitía su
identificación. La policía criminal prosiguió su investigación. Dos días más
tarde, Izmet Dzino, identificaba a su antiguo patrón y, aunque el informe del
forense señalaba que el cadáver aparecía acribillado a balazos, la policía
establecía que Hanussen se había suicidado. La fantasía
dio pie a que circularan toda clase de historias sobre “el vidente de los
guantes verdes” Desde que su predicción sobre el incendio del Reichstag había
descubierto la trama de los propios nazis, a que se trataba de un agente pagado
por los ingleses, pasando porque no había muerto y todavía estaba escondido. Lo
cierto es que no supo retirarse en su momento. Durante una época en que el miedo
y la esperanza hacían buscar soluciones “mágicas” a los problemas, Hanussen fue
un oportunista que en la crisis alemana hizo su gran fortuna usando trucos de
ilusionismo “mental” cobrando grandes cantidades de dinero por sus servicios y
prestándolo más tarde para obtener un mayor poder e influencia. De nada le
valieron sus “poderes” para adivinar cómo le llegaría su propia muerte.
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