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Un monje con las heridas de Cristo

LOS ESTIGMAS DE SAN FRANCISCO  

  Numerosos milagros  

 La aparicion del serafin

  Algunas explicaciones menos

 sobrenaturales

Otros casos  desde el siglo XlIl hasta nuestras

 d
ias

la estigmatizacion de San Francisco

MARTA ROBIN (1902-1971) "LA PEQUEÑA ESTIGMATIZADA"

san Francisco

san Francisco entre dos angeles

la estigmacion de san Francisco

 

A mediados de septiembre de 1124, Francisco de Asís se retira para meditar y ayunar en el monte Alverno, cerca de Arezzo, en Toscana. A su vuelta, lleva en su cuerpo heridas parecidas a las de Cristo en la cruz: herida de lanza en el costado, marcas de clavos en los pies y en las manos, lo que llamamos estigmas. Francisco esconde sus heridas, vuelve a ponerse los zapatos, que se había sacado desde que había comenzado a predicar. En vano: el fundador de la orden de los Franciscanos, ya ilustre, no puede esconder durante mucho tiempo lo que le sucedió.

  Numerosos milagros

  jamás se había visto algo semejante. Hasta el siglo XVIII, se llamaban estigmas las incisiones practicadas por los fieles paganos en honor a sus dioses o las marcas en forma de cruz que los primeros cristianos se hacían en los brazos para testimoniar su fe. Todavía se habla de los estigmas de una enfermedad o de un vicio. Sin embargo, las heridas infligidas al cuerpo de San Francisco son, sin lugar a duda, de origen sobrenatural. Es sólo uno de los milagros entre los que colman la vida de] santo desde la dornadura de un lobo feroz en Gubbio con un simple signo de la cruz o la sanación de enfermos, hasta el hecho de que después de morir, su cuerpo habría comenzado a resplandecer y exhalado un perfume admirable, luego se le habría aparecido en 1228 al papa Gregorio IX para mostrarle su herida al costado, llenando incluso un frasco con su sangre. Sin embargo, los estigmas tienen una importancia especial, por su novedad, por otros casos testimoniados hasta nuestros días, por la cantidad de personas que los han visto y por los numerosos cuadros que han inspirado.

  La aparición del serafín

  A pesar de todas las divergencias en los detalles, todos los relatos de sus compañeros o de los primeros biógrafos concuerdan: Francisco vio llegar, quizás mientras estaba en estado de éxtasis, a un serafín ‑ángel con las alas luminosas y en llamas‑ que parecía crucificado. Según San Buenaventura, el ángel «tenía los pies y las manos extendidos y atados a una cruz, y sus alas estaban dispuestas de tal forma que dos se extendían para volar y las otras dos le cubrían todo el cuerpo». El santo, impresionado, medita una vez más acerca de la crucifixión y ve aparecer sus estigmas. Por lo tanto éstos no le fueron infligidos por el ángel, sino por su amor por Cristo martirizado. Sólo el hermano León, compañero de¡ santo, mucho después de un primer relato muy sobrio y sin detalles, le dice a un franciscano inglés, Pierre de Tewkcsbury, que el serafin <tocó duramente» a Francisco. Esta explicación les conviene más a los fieles, sedientos de todo lo maravilloso, pero poco dados a aceptar que los estigmas pudieron aparecer espontáneamente. La iconografía la mejora aún más: Giotto, Brueguel, Durero y luego los Carracci muestran a Francisco arrodillado frente al ángel crucificado, desde el qué parten haces luminosos, verdaderas flechas de fuego. Son ellas y no una fuerza interior, las que dejan en su cuerpo las marcas de la Pasión de Cristo. Paradójicamente, la intervención física del ángel es una racionalización, según señala Francisco de Sales a comienzos del siglo XVIII.

  Algunas explicaciones menos sobrenaturales

  Por supuesto, no faltan los comentaristas para dar una explicación más pedestre de los estigmas. En el siglo XIV, los protestantes, indignados de que se haya podido hablar de Francisco de Asís como un ‑segundo Cristo», imaginan una disputa con Santo Domingo, el fundador de la orden de los dominicos; según éstos San Francisco se habría refugiado bajo una cama, y el otro lo habría acribillado de eslocadas de asador, causándole heridas que casualmente correspondían a las de Cristo... Más allá de esta pantomima voluntariamente grotesca, el Gran DiccionaiYo Univenal del siglo XIX, publicado entre 1863 y 1876 por Pierre Larousse, portavoz del racionalismo republicano, prefiere creer en «alguna superchería de los sacerdotes, de la que el mismo Francisco pudo muy bien ser víctima, durante uno de sus sueños catalépticos». Los esfuerzos del santo por esconder sus estigmas y la larga incredulidad de gran parte de los sacerdotes parecen incompatibles con una mistificación. Más seriamente, el mismo diccionario invoca «la sobreexcitación nerviosa del asceta y la extraordinaria tensión de su alma, siempre en contemplación ante las distintas fases de la vida del crucificado», que «habrían bastado para que aparecieran estos estigmas tan ardientemente deseados, Es evidente que Francisco de Asís haya deseado llevar en su carne las heridas de Cristo. Y podemos excluir la hipótesis de una herida común, o de un engaño. Entonces a cada uno le toca juzgar, según sus convicciones, si los estigmas del santo tienen un origen divino o si son una manifestación sicosomática, que constituiría a su vez un misterio tal que calificarla de «simple» sería una gran equivocación.

Otros casos desde el siglo XlIl hasta nuestras días

  Después de Francisco de Asís, otros santos de la Iglesia católica recibieron estigmas. Se trata esencialmente de mujeres. Algunos casos son sólo leyenda. Así por ejemplo, el de Margarita de Huhgría (1243-1270), representada en los cuadros como estigmatizada, aunque no exista ningún texto al respecto Por otro lado, otros casos han sido testimoniados, como el de Verónica Giuliani (1660-1727), una religiosa italiana muy vigilada por su orden: llevó sus estigmas durante treinta años y al morir, la autopsia reveló que su corazón estaba atravesado de un lado a otro, «como por una lanza». Todos los estigmas no producen las heridas de Cristo, y no siempre sangran. De este modo, los de Catalina de Siena (1347‑1380) no sangraron nunca; Rita de Cascia (1381 - 1447) tiene una herida en la frente, causada por una espina de la corona de Cristo recibida en el momento en que asistía en estado de éxtasis a una prédica en la iglesia franciscana de su ciudad; y, el 28 de agosto de 1812, en Westfalia, una cruz ensangrentada marca el pecho de Ana Catalina Emmerich, conocida por sus éxtasis y sus predicciones. En el siglo XX. Un caso más reciente fue popularizado por el académico católico Jean Guitton: paralítica y al borde de la ceguera, alimentándose sólo de la hostia de la comunión, dictando textos de una gran riqueza espiritual y teológica, Marta Robin (1902 1971), hija de campesinos de¡ departamento de la Dróme, en Francia, revive en su carne la Pasión de Cristo cada viernes, a partír de 1930, experimentando entonces una «paz y una alegría humanamente incomprensibles » Por cierto, la simulación o la histeria pueden ser invocadas, sin embargo la prudencia de la misma Iglesia y el control al que somete a los estigmatizados hacen que el misterio permanezca.

La estigmatización de San Francisco

 

~En una visión, el servidor de Dios percibió sobre él un serafín crucificado que imprimió las marcas de su crucifixión sobre Francisco, de una manera tan evidente, que el propio santo parecía haber sido crucificado. Sus manos, sus pies y su costado fueron marcados con el signo de la cruz; pero escondió estos estigmas con mucho cuidado. Sin embargo, algunos se los vieron en vida; pero, a su muerte, hubo muchos que los observaron,

 

Fxtracto de j. de Voragine, la Leyenda dorada.