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la papisa juana

juan vIII EL ANGELICAL

 

LOS ENTRETELONES DE UNA HISTORIA OSCURA

 

LA PISTA DE BENITO III

 

UNA EXPLICACION CONFUSA PARA UNA EPOCA SOMBRIA

 

LA POLITICA DE LA SILLA PERFORADA

 

 

la papisa dando a luz en plena procesion,miniatura hecha para el decameron de BOCCACIO siglo xv

LA PAPISA NAIPE DEL JUEGO DE TAROT

la papisa dando a luz en plena procesion

 

A comienzos W siglo XIIII se expande por Europa el rumor de que una mujer habria dirigido a la Iglesia romana entre los aííos 855 y 858. Hasta el siglo XVI, la Iglesia acepta la existencia de esta Papisa como un hecho establecido pero, luego, cambia de opinión y niega toda realidad a este personaje, a la vez inasible y molesto. Considerada por la mayoría de los historiadores como una leyenda no desprovista de segundas intenciones anticlericales, la historia de la papisa Juana está lejos de haber sido aclarada aún.

   Juan VIII el Angelical

  Según las biografías medievales, Juana habría nacido en 822 en Ingelheim, cerca de Maguncia. Avida de conocimientos, vive primero, por un tiempo, en Atenas. En esa época, no se perrrúte a las mujeres realizar estudios, por lo que se hace pasar por un joven y toma el nombre de Juan el Inglés. Este subterfugio le permite frecuentar desde entonces las más importantes abadías de siglo XII en Francia, entre ellas la de Saint­ Germain‑des‑Prés, y de adquirir allí grandes conocimientos. Cuando llega a Roma, se da inmediatamente a conocer por su sabiduría y su piedad así como por su gran belleza. Siendo ya cardenal, a la muerte del papa León IV es designada para sucederle en 855. Nadie conoce, por supuesto, su verda­dera identidad y Juana accede al trono pon­tificio con el nombre de Juan VIII el Ange­lical. Desempeña su cargo con gran dedica­ción y se muestra ,aparentemente, muy digna de él. Pero en abril del año 858, du­rante una fiesta de Rogativas, se desploma repentinamente en plena calle, da a luz poco después a un niño y muere en la horas siguientes. El escándalo entre los fie­les es enorme y la Papisa es enterrada a escondidas en un lugar no consagrado.

  Los entretelones de una historia oscura

  El libro del siglo XIII que relata la historia de la Papisa se titula Cbronicon pontificum et imperatorum (Crónica de papas y empe­radores) y fue escrito por el sacerdote dominico Martin de Troppau. Poco tiempo antes, otro dominico, Esteban de Borbón, menciona también el caso de una mujer que fue Papa, pero lo sitúa más tardíamen­te, alrededor del año 1100. Incluso existen relatos presentados como más antiguos, pero en realidad apócrifos, es decir, fabulo­sos, que se refieren a este hecho. El mismo papa León 11 habría mencionado en una carta al Patriarca de Constantinopla, a mediados del siglo XI, a "una mujer que ocupó el trono de los pontífices de Roma".Sólo hay un hecho cierto: a principios del siglo XV la existencia histórica de la Papisa es aceptada por todos, puesto que varios dignatarios de la Iglesia dan fe de ello en sus escritos, los que Roma no juzga necesa­rio censurar. En ningún caso se puede sos­tener, en consecuencia, que la historia de Juana haya sido inventada por detractores de la iglesia para asestar un golpe bajo a su reputación. Por el contrario, el primer autor que tomó definitivamente posición en con­tra de la existencia de una mujer pontífice es un protestante llamado David Blondel, en 1647

La pista de Benito III

  ¿Cuál podria ser la legitimidad de un relato que en verdad parece bastante fantástico? La teoría que refuta la existencia de la Papisa pretendiendo que una mujer no habría podido esconderse por tanto tiempo bajo ropajes masculinos se ve contradicha por un hecho esencial: la Iglesia ha admitido la existencia de Juana durante siglos. Además, muchas santas y beatas (Eufrasia, Hildegarda, Eugenia) parecen haber vivido de incógnito, entre monjes, vistiendo ropas masculinas hasta su muerte.
Por sobre todo, la confusión que reina en tomo al Papa reconocido hoy día como el sucesor inmediato de León IV, Benito III, penilite plantear estas hipótesis. La existencia de Benito no se menciona en el más antiguo ejemplar conocido del
Liberpontificalis. Los escasos cronistas que hablan de él le
atribuyen un físico atractivo, una marcada aversión por aparecer en público así como una gran moderación. Prácticamente no se sabe nada más sobre él, sino que casi fue víctima de un antipapa, que murió súbitamente el 17 de abril de 858, y que fue enterrado fuera de la Basílica de San Pedro, según su voluntad, ya que se habría juzgado a sí mismo "indigno de estar junto a los santos". Todos estos hechos pueden adaptarse al reinado de la n‑‑‑ústeriosaPapisa, tan bien como al del incierto Benito. ¿La historia oficial de la Iglesia habría rebautizado a Juana, o Juan VIII el Angelical, llamándolo Benito para poder disimular mejor su sexo? Una última confusión también pudo haberse producido entre dos pontífices. En efecto, un poco más tarde, durante el siglo IX, otro Papa lleva en 872 el nombre de Juan VIII. Esta vez, su existencia ha sido verificada. Ahora bien, algunos documentos le dan el sobrenombre de 1a Papisa", por su debilidad frente a los sarracenos y sus modales amanerados. Los dos personajes no tienen tal vez ninguna relación entre sí o quizás se produjo a destiempo una confusión entre el poco conocido sucesor de León IV y un Papa histórico llamado Juan, cuyos modales eran afeminados.

Una explicación confusa para una época sombría

  Los partidarios de¡ carácter legendario de la Papisa ven en ella una denuncia a posteriofl y en la forma de una fábula la escandalosa influencia que tuvieron dos mujeres durante un período sombrío de la historia de los pontífices a comienzos M siglo X.
En efecto, en el año 904, la esposa de un dignatario romano, Teodora, hace elegir Papa a Sergio M. Este último envía a su predecesor, el usurpador Cristóforo, a reunirse en prisión con León V, a quien él mismo había destronado. Enseguida estrangula a ambos con sus propias manos. Durante su pontificado, Sergio accede a todos los caprichos de Teodora y, sobre todo, de su hija Marozla, quien, aunque casada, se transforma en su amante a la edad de quince años y luego da a luz un hijo suyo.
Después de la muerte de Sergio ffi, un hombre íntegro es elegido con el nombre de Anastasio 111 (911‑913). Teodora lo hace asesinar y luego manipula a su sucesor, Landon (913‑914). A la muerte de éste, hace elegir a Juan X, su antiguo amante, quien es posteriormente encarcelado y luego asesinado (928) a instigación de Marozia. La misma suerte espera a los dos sucesores de Juan, León VI, asesinado algunos meses después, y enseguida a Esteban Vi¡, de quien se encarga Marozia en 931. Entonces, el hijo de Marozia y de Sergio es elegido y toma el nombre de Juan Xi l.
Esta época de "pornocracla", como sería adecuado llamarla, llega a su fin en 935, cuando el conde Albérico de Tuscie, otro hijo de Marozia, la envía a prisión a reunirse con Juan XII, encarcelado a instancias de su propia madre poco tiempo
antes.

La política de la silla perforada

  Según una k~, a partir del año 1000, y durante cinco siglos, se habría practicado una vetificación del sexo de cada nuevo elegido al trono pontificio. Ista ceremonia se llevaba a cabo en elpalacio de Letrán. Todos los nuevos papas eran invitados a sentarse sobre un trono de pórfido perforado bajo el cual se habría deslizado un diácono encargado de verVfÍcar la presencia de los atributos masculinos del candidato... Este rito habría perdurado hasta la elección de León X, en 1513,
La Iglesia niega, hoy día, que esta "telificación » tan poco digna se haya realizado. Sin embargo, numerosos testimonios dan crédito a esta situación, entre ellos, el de Adán de Usk y el de jacobo dAngelo. Asimismo, el Museo del Louvre, en París, conserva un antiguo trono de pórfido que, según algunos, podría haber sido utilizado con estos fines singulares.

A comienzos del siglo XIII se expande por Europa el rumor de que una mujer habría dirigido a la Iglésia romana entre los años 855 y 858. Hasta el siglo XVI la Iglésia aceptó la existencia de esta Papisa como un hecho establecido, pero luego cambia de opinión y niega toda realidad a este personaje.

JUAN VIII EL ANGELICAL

   Según las biografías medievales, Juana habría nacido en 822 en Ingelheim, cerca de Maguncia. Ávida de conocimientos, vive por un tiempo en Atenas. En esa época no se permite a las mujeres realizar estudios, por lo que se hace pasar por un joven y toma el nombre de Juan el Inglés. Este engaño le permite frecuentar desde entonces las más importantes abadías del siglo XII en Francia, entre ellas la de Saint-Germain-des-Prés, y de adquirir allí grandes conocimientos.

   Cuando llega a Roma se da inmediatamente a conocer por su sabiduría y su piedad, así como por su gran belleza. Siendo ya cardenal, a la muerte del papa León IV es designada para sucederle en 855. Nadie conoce su verdadera identidad y Juana accede al trono pontificio con el nombre de Juan VIII el Angelical. Desempeña su cargo con gran dedicación y se muestra muy digna de él. Pero en abril del año 858, durante una fiesta de Rogativas, se desploma repeninamente en plena calle, sa a luz poco después a un niño y muere en las horas siguientes. El escándalo entre los fieles es enorme y la Papisa es enterrada a escondidas en un lugar no consagrado.

 

LOS ENTRETELONES DE UNA HISTORIA OSCURA

   El libro del siglo XIII que relata la historia de la Papisa se titula Chronicon Pontificum et Imperatorum (Crónica de Papas y Emperadores) y fue escrito por el sacerdote dominico Martín de Troppau. Poco tiempo antes otro dominico, Esteban de Borbón, menciona tambien el caso de una mujer que fue Papa, pero lo sitúa más tardíamente, alrededor del año 1100. Incluso existen relatos presentados como más antiguos, pero en realidad apócrifos, que se refieren a este hecho. El mismo papa León II habría mencionado en una carta al Patriarca de Constantinopla, a mediados del siglo XI, a "una mujer que ocupó el trono de los Pontífices de Roma".

   Sólo hay un hecho cierto: a principios del siglo XV la presencia histórica de la Papisa es aceptada por todos, puesto que varios dignatarios de la Iglésia dan fe de ello en sus escritos, los que Roma no juzga necesariamente censurar. En ningún caso se puede sostener que la historia de Juana fuese inventada por detractores de la Iglésia para asestar un golpe bajo a su reputación. Por el contrario, el primer autor que tomó definitivamente posición en contra de la existencia de una mujer pontífice es un protestante llamado David Blondel, en 1947...

 

"LA PAPISA" BENITO III

   ¿Cuál podría ser la legitimidad de un relato que en verdad parece bastante fantástico? La teoría que refuta la existencia de la Papisa pretendiendo que una mujer no habría podido esconderse por tanto tiempo bajo ropajes masculinos se ve contradicha por un hecho escencial: La Iglésia admitió la existencia de Juana durante siglos. Además, muchas santas y beatas (Eufrasia, Hildegarda, Eugenia) parecen haber vivido de incognito entre monjes vistiendo ropas masculinas hasta su muerte.

   Por sobre todo, la confusión que reina en torno al Papa reconocido hoy en día como sucesor inmediato de León IV, Benito III, permite plantear estas hipótesis. La existencia de Benito no se menciona en el más antoguo ejemplar conocido del Liber Pontificales. Los escasos cronistas que hablan de él le atribuyen un físico atractivo, una marcada aversión por aparecer en público, así como un gran moderación.

   Prácticamente no se sabe nada más sobre él, sino que casi fue víctima de un antipapa, que murió súbitamente el 17 de abril de 858, y que fue enterrado fuera de la Basílica de San Pedro, según su voluntad, ya que se habría juzgado a sí mismo "indigno de estar junto a los santos".

   Todos estos hechos pueden adaptarse al reinado de la misteriosa Papisa, tan bien como la del incierto Benito. ¿La historia oficial de la Iglésia habría rebautizado a Juana o Juan VIII el Angelical, llamándolo Benito para poder disimular mejor su sexo? Una última confsión también pudo haberse producido entre dos pontífices.

   En efecto, un poco más tarde, durante el siglo IX, otro Papa lleva en 872 el nombre de Juan VIII. Esta vez su existencia fue verificada. Ahora bien, algunos documentos le dan el sobrenombre de "la Papisa", por su debilidad frente a los sarracenos y sus modales amanerados. Los dos personajes no tienen tal vez ninguna relación entre sí o quizás se produjo a destiempo una confusión entre el poco conocido sucesor de León IV y un Papa histórico llamado Juan, cuyos modales eran afeminados.

 

LA POLÍTICA DE LA SILLA PERFORADA

   Según una leyenda, a partir del año 1000, y durante cinco siglos, se habría practicado una verificación de sexo de cada nuevo elegido al trono pontificio. Esta ceremonia se llevaba a cabo en el palacio de Letrán. Todos los nuevos papas eran invitados a sentarse sobre un trono de pórfido perforado bajo el cual se habría deslizado un diácono encargado de verificar la presencia de los atributos masculinos del candidato... Este rito habría perdurado hasta la elección de León X, en 1513.

   La Iglésia niega hoy día que esta "verificación" tan poco digna se haya realizado. Sin embargo, numerosos testimonios dan crédito a esta situación, entre ellos el de Adán de Usk y el de Jacobo d'Angelo. Asimismo el Museo de Louver en París conserva un antiguo trono de pórfido que, según algunos, podría haber sido utilizado con estos fines singulares.

Una Explicación Confusa
para una
Epoca Sombría

   Los partidarios del carácter legendario dela Papisa ven en ella una denuncia a posteriori y en la forma de una fábulala escandalosa influencia que tuvieron dos mujeres durante un período sombrío de los pontífices a comienzos del siglo X.

   En efecto, en el año 904 la esposa de un dignatario romano, Teodora, hace elegir Papa a Sergio III. Este último envía a su predecesor, el usurpador Cristóforo, a reunirse en prisión con León V, a quién él mismo había destronado. En seguida estrangula a ambos con sus propias manos. Durante su pontificado, Sergio accede a todos los caprichos de Teodora y, sobre todo, de su hija Marozia, quien, aunque casada, se transforma en su amante a la edad de 15 años y luego da a luz un hijo suyo.

   Después de la muerte de Sergio III, un hombre íntegro es elegido con el nombre de Anastacio III (911-913). Teodora lo hace asesinar y luego manipula a su sucesor, Landon (913-914). A la muerte de éste, hace elegir a Juan X, su antiguo amante, quien es posteriormente encarcelado y luego asesinado (928) a instigación de Marozia. La misma suerte espera a los dos sucesores de Juan, León VI, asesinado algunos meses después, y enseguida a Esteban VII, de quien se encarga Marozia en 931. Entonces el hijo de Marozia y de Sergio es elegido y toma el nombre de Juan XII.

   Esta época de "pornocracia", como sería adecuado llamarla, llega a su fin en 935, cuando el conde Albérico de Tuscie, otro hijo de Marozia, la envía a prisión a reunirse con Juan XII, encarcelado a instancias de su propia madre poco tiempo antes.