Esta
mujer fue hace 3.500 años la persona más poderosa del mundo. Se atrevió
a titularse esposa e hija de dios y gobernó Egipto 20 años, dejando
grandiosas obras arquitectónicas. Las
tierras del Nilo emergían un año más después de la inundación,
resucitando de nuevo tras la muerte, y los brotes de cereal comenzaban a
aparecer en la tierra húmeda. Amanecía un día especial para Hatshepsut,
el primero de los cinco del Heb-sed la Fiesta de Jubileo, destinada a
celebrar su reinado y renovar sus fuerzas, al igual que el Nilo volvía a
crear cada año el mundo. El quinto día del ritual se disparaban cuatro
flechas al aire, una dirigida a cada punto cardinal, Norte, Sur, Este y
Oeste, señalando su poder sobre los cuatro confines del país más
poderoso, culto y avanzado del momento.
Llevaba
años preparando este día, vigilando la talla de su obelisco y
reconstruyendo el templo de Karnak, que su amado padre Tutmosis I había
comenzado a dotar de la riqueza y la belleza que merece el dios Amón. Se
hicieron bajo las órdenes de Tutmosis cuatro gigantescos obeliscos con
las puntas de oro reflejando el sol. También ella había mandado realizar
la Capilla Roja recubierta de, el único metal que merece acercarse al
lugar donde se guarda la imagen de dios, con su barca procesional. Thuty,
el mejor artista del momento, fue el encargado de esculpir la magnífica
barca "revestida de oro, para que ilumine con. sus destellos las Dos
Tierras". La
emoción y el fervor místico inundaba su cuerpo de hija de dios, ,
mientras vestía las ropas rituales; y un cierto cansancio anidaba en un
punto de su pecho. Era propio de su segunda naturaleza, la de una mujer de
35 años, abrumada por 15 años en el poder y sorprendida de su propia insólita
historia. Porque, a pesar de su falsa barba y de sus cetros propios de
faraón, ella era una mujer y como tal se creía imperfecta y secundaria.
¿Qué extraños designios la habían llevado a ocupar un lugar sólo
reservado a los hombres? Sí,
es extremadamente inusual que una mujer asuma la función real en el
Egipto antiguo. Sobre la persona de Hatshepsut confluyen una serie de
circunstancias que hacen posible esa anómala situación, dice José Ramón
Pérez Accino, un español profesor de Egiptología en el Birkbeck College
de la Universidad de Londres. El
hecho era tan extraño en aquella civilización, que son pocos los casos
que se conocen. Entre ellos, los de Nitocris, Sobeknefrure y Cleopatra. De
la reina Nitocris no existen rastros arqueológicos, aunque sí figura en
la lista de monarcas del Imperio Antiguo. Hay referencias de los
historiadores Manetho y Herodoto a su "cutis claro y sus sonrosadas
mejillas", y leyendas que la identifican con Rodophis, una cortesana
que vivió el cuento de Cenicienta cuando un ave robó su sandalia
mientras se estaba bañando y la dejó caer en el regazo rey de Menfis,
que buscó hasta encontrar a la poseedora del delicado pie que había
calzado la zapatilla. Pero también se la relacionó con una malvada
Rhodophis, cuyo espíritu ronda desnudo la piramide de Gizeh, llevando a
la perdición a quien se prenda de su belleza. Si tuviera el carácter de
la pérfida, puede que fuera cierta la legendaria venganza de Nitocris por
la muerte de su marido. Herodoto contaba que sentó a la mesa a los
asesinos y mandó inundar la sala donde se disponían a deleitar un
banquete. Luego Nitocris suicidó arrojándose a brasas dientes. Las
mujeres reinaron sólo en épocas de crisis Tanto Nitocris como
Sobeknefrure y Cleopatra, ocuparon el poder en Egipto en épocas de crisis
y las dos primeras duraron muy poco tiempo (dos y cuatro años
respectivamente). Por otro lado Sobeknefrure, que no se sabe si era
hermana o esposa de Amenemhat IV, parece haber sido una monarca discreta y
prudente y nunca se colgó la barba de faraón. Hatshepsut era distinta y,
al rememorar su vida aquel primer día de la Fiesta de Jubileo, no podía
menos que maravillarse de su propia biografía. Uno de sus recuerdos más
vívidos era aquel día en Karnak que, con nueve años y acompañada de su
madre Ahmes, del visir Ineni y de los hermanos que nunca llegaron a
crecer, vieron llegar a su padre, que volvía victorioso después de un año
de guerra. Uno de los jefes del ejército, el almirante Ahmose, describió
el paseo del faraón en barco por el Nilo, con el cuerpo del vil príncipe
nubio enemigo colgado boca a abajo, atravesado el pecho por una flecha
disparada por él mismo. Tras
aquella demostración del poder y el valor de Tutmosis I, la bondadosa
nodriza Inet, una auténtica madre para Hatshepsut, se llevó a todos los
jovencitos de cabeza rapada a la escuela del templo de Amón, donde los
sacerdotes los educaban, junto a otros niños de la corte. Allí,
Hatshepsut copiaba y memorizaba doctrinas y era instruida en el culto
religioso, lo que completaba las enseñanzas de protocolo, administración
y buenos modales seguramente impartidas por su madre Ahmes. Hatshepsut se
había enfrentado a la realidad desde niña. A sus 12 años ya habían
muerto sus dos hermanos menores y el mayor y heredero del trono. Ella era
la única hija viva de Tutmosis I y Ahmes y tenía la desgracia de haber
nacido mujer. Por eso, Tutmosis nombró como heredero a un hermanastro de
Hatshepsut, el hijo que había tenido con la concubina probablemente de
sangre real Mutnofret, y se lo dio a ella por esposo. Debía reinar con el
nombre de Tutmosis II y a Hatshepsut le quedaban los títulos de Hija del
Rey, Hermana del Rey, Esposa del Rey y Gran Esposa del Rey. "En
Egipto no existía el concepto de reina, sino el de gran esposa real, que
convivía con el faraón junto a otras esposas reales que no son grandes,
y a las que en ocasiones se las llama concubinas"
Coronan
rey a su hermanastro Tutmosis II
Los
títulos que recibía la adolescente Hatshepsut coincidían con el
significado de su nombre: "la más noble de las damas". Y si son
realmente biográficos los relieves del templo de Deir-el Bahari que ella
mandó después construir, había acudido con su padre -¿como una
aprendiza?- a algunos ritos religiosos que se desarrollaban en los templos
desperdigados por el Nilo. La
muerte de Tutmosis I hacia el 1483 a. de C. fue el único hecho
desgraciado de aquella época. Tutmosis II fue coronado inmediatamente y
recibió los nombres de "el Horus Viviente, el Dios Bueno, el Hijo de
Ra, el Gran Dios, el Señor del Horizonte, el Rey del Alto y del Bajo
Egipto". No todos estaban conformes, las sublevaciones nubias en el
sur del país habían sido e iban a ser constantes. El faraón envió sus
tropas a reprimir las ansias independentistas, pero, al contrario de su
padre, no se puso al frente de ellas. ¿Se lo impidió tal vez una
precaria salud? ¿Qué circunstancia impulsaba a Tutmosis II a no actuar
como sus predecesores y sucesores? En
esta época, Hatshepsut "parece que fue una mujer de comportamiento
modesto y totalmente convencional, aceptó los títulos y dejó que la
retrataran prestando el debido apoyo propio de una esposa a su maridó",
escribe Joyce Tuldesley en su libro Hijas de Isis. Mientras la figura de
Tutmosis II quedaba muy desdibujada, su esposa, fértil como las tierras
que baña el Nilo, cumplió pronto su principal obligación de tener
hijos. Sólo había un problema: que los dos retoños que nacieron también
eran mujeres, Neferure y Meritra-Hatshepsut. De
nuevo el sexo femenino aparecía como una maldición en su vida y no puso
objeción a que Tutmosis II nombrara su heredero a un pequeñísimo
infante también llamado Tutmosis, que era hijo suyo con la concubina Isis.
Pero nada sucedió como estaba previsto porque había alguien muy especial
en aquella familia: ella. Al final del segundo año, Hatshepsut empezó a
acaparar poder. Ineni lo contó así: "Tutmosís II se dirigió al
cielo y se unió con los dioses. Su hijo se erigió en su lugar como rey
del Doble País. Reinó sobre el trono de quien lo engendró. Su hermana,
la Esposa Divina Hatshepsut, dirigía los asuntos del país de acuerdo con
su propia voluntad". Retratada
con ropas de hombre "Su
toma del poder fue tanto un acto de ambición personal como un mecanismo
de defensa dinástica. Para Hatshepsut, ella era el único rey auténtico
por derecho de sangre, descendiente directa de Amón. Tutmosis III, en
cambio, era sólo un bastardo, a quien la ley sólo podía hacer rey
secundario." El
país caía rendido a los pies de alguien que no ocultaba su sexo, pero
que se hacía retratar con ropas de hombre y barba de faraón. Y para que
todos supieran quién era, adoptó el nombre real de Maatkare. El maat
significaba para los egipcios la idea de la estabilidad, la justicia y la
verdad. El faraón era precisamente el encargado de velar para que el
desorden, en permanente acecho, no destruyera el maat. El faraón, un auténtico
dios en la tierra que poseía los principios masculino y femenino en sí
mismo, no podía ser otra cosa que un hombre, aunque ninguna ley escrita
lo dijera. Fue
excepcional el hecho de que Hatshepsut se autotitulara Maatkare y de que
escribiera: "Soy en verdad su hija -la del dios padre Amón-, que le
sirve y conoce lo que él ordena". "Las razones hay que
buscarlas en el hecho de que Tutmosis I es el iniciador de una nueva
tradición dinástica que su hija se ve obligada a continuar tras su
muerte y la de su medio hermano y marido. El hecho de que ella desempeñara
el cargo sacerdotal de esposa del dios, depositaria de cieta legitimidad
religiosa es fundamental. Algunos de sus coetáneos la odiaban tachándola
de ambiciosa, pero también obtuvo apoyos; los sacerdotes del templo le
agradecieron que elevara a Amón sobre otros dioses, y en la corte, su
incondicional Hapuseneb relevó al anciano INEN. De todos los que la
rodeaban, hubo alguien especial. Se llamaba Senenmut y, a pesar de no ser
aristócrata, llegó a Superintendente de los Aposentos Privados, Jefe de
los Trabajos Reales, Administrador de la Reina, Padre de la Hija Real
Neferure y una docena de cargos más. Senenmut
pudo ser su amante ¿Fue
de verdad el compañero en la vida real de una mujer que estaba desposada
con dios? Nunca lo sabremos porque habría sido necesario entrar en su
alcoba, pero es bastante probable que el favorito fuera su amante.
Hatshepsut debía guardar oculta su naturaleza humana, pero Senenmut no
era tan discreto, se responsabilizó de la construcción de los monumentos
más importantes de Tebas aunque no era arquitecto, fue el tutor de su
hija mayor Neferure, se edificó una tumba junto a la de Hatshepsut y tuvo
la "osada decisión de decorar el techo con motivos astronómicos,
aunque sólo los reyes tenían el derecho de usar la iconografía
astral", escribe Begoña del Casal en su libro Hatshepsut, la primogénita
del dios Amón. La
situación durante la Fiesta de Jubileo no dejaba de ser chocante.
Mientras ella se vestía para ser Confirmada como faraona, tenía presente
que el joven Tutmosis III, su sobrino e hijastro, también era el faraón.
Y existía una joven, su hija Neferure, que además de prometida de
Tutmosis III, podría heredar el trono de ella. Los que tildaban de
ambiciosa a Hatshepsut decían que Tutmosis III odiaba a su tía regente.
Sin embargo, podría haberla relevado de su puesto cuando ya tenía la
edad suficiente para gobernar solo y no lo hizo. "Mi opinión es que
Tutmosis III no la vio como rival -dice esto sucedió 20 años más tarde.
Y además de huellas arquitectónicas indelebles Hatshepsut dejó a las
civilizaciones posteriores la idea de que no hay nada imposible, ya que
una mujer, hace 3.500 años, pudo llegar a ser dios.
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