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Desde mediados del siglo xv, las
potencias marítimas europeas empezaron a construir enormes fortalezas
flotantes que servían de apoyo a los buques convencionales en periodos de
guerra. Como estas gigantescas embarcaciones no estaban pensadas para
permanecer mucho tiempo en el mar —por lo general, jamás se arriesgaban a
alejarse a más de veinticuatro horas de navegación de un puerto amigo— no se
encontraban sujetas a las mismas restricciones de diseño y construcción que
los galeones de menor tamaño que surcaban los océanos en busca de nuevas
fuentes de riqueza.
Los monarcas europeos competían entre sí por construir estos monstruos
marinos. En 1418, el orgullo de Enrique V
de Inglaterra era el Grace Dieu, que desplazaba mil cuatrocientas toneladas
(hasta el año 1600, aproximadamente, los mayores galeones no superaban las
seiscientas). El Harry Grace á Dieu, de Enrique VIII, desplazaba mil
toneladas. Por su peso, estos navíos eran de difícil maniobrabilidad y los
constructores complicaban aún más las cosas llenándolos de cañones hasta
límites inconcebibles para dotarlos de artillería intimidatoria.
Por desgracia para quienes las tripulaban, estas embarcaciones estaban
desequilibradas y eran vulnerables, a no ser en óptimas condiciones
atmosféricas. Varias se hundieron con una pequeña tormenta que no hubiera
representado ningún problema para un
galeón convencional, como les ocurrió al Mary Rose inglés y al sueco Wasa,
que han sido objeto de dos de las operacione de rescate más destacadas de
los últimos años.
Caída y ascenso del “Mary Rose” El Mary Rose era una embarcación
relativamente ligera para tratarse de una fortaleza flotante, de sólo
seiscientas toneladas, pero en principio lo diseñaron como buque de guerra
convencional y desp lo agrandaron y transformaron para que pudiera llevar
sesenta cañones. Para dar cabida a éstos abrieron una serie de portil en los
costados del casco, lo que representa una innovación en la época, mediado el
siglo xvi.
El 18 de junio de 1545, el Mary Rose estaba anclado en el puerto de
Portsmoui con el resto de la flota británica, esperandt el momento de entrar
en combate contra los franceses. De repente, empezó a sopla] el viento, el
navío escoró y, ante el horror de los espectadores, entre los que se
encontraba Enrique VIII, se hundió y se ahogaron seiscientos cincuenta de
los setecientos tripulantes. Habían dejado abiertas las portillas de los
cañones, y es probable que el agua que se precipitó en el interior
contribuyera a que la catástrofe se consumara con tal rapidez.
Durante más de cuatrocientos años, el Mary Rose estuvo en el fondo del
puerto
En un manuscrito del siglo XVI que actualmente
se encuentra en el Magdelene College de Cambridge, aparece la lista de las
armas del Mary Rose, orgullo de la flota de guerra inglesa en el reinado de
Enrique VIII. Hundido en el puerto por un golpe de viento, estuvo enterrado
bajo el fango hasta que un equipo de arqueólogos inició las operaciones de
rescate en 1973.
de Portsmouth, hasta que, en 1965, unos buzos lo encontraron bajo cuatro
metros y medio de fango. En 1973 se iniciaron investigaciones arqueológicas
y finalmente se logró izar el casco de madera. Como era un buque de guerra,
el Mary Rose no transportaba riquezas de tipo convencional, pero en su
interior se encontraron muchos objetos interesantes, algunos de ellos
únicos, como armas, instrumentos musicales y los efectos personales de los
miembros de la tripulación.
El destino del “Wasa”
Si la pérdida del Mary Rose supuso una humillación para Enrique VIII, la del
Wasa lo fue aún más para el rey Gustavo II de Suecia. En el segundo decenio
del siglo xvii, los suecos poseían escasos conocimientos sobre la
construcción de barcos de gran tamaño y tuvieron que contratar a un holandés
para que diseñara una de estas embarcaciones, de cincuenta y cuatro metros
de largo, un desplazamiento de mil cuatrocientas
toneladas y dos puentes continuos de artillería con portillas y cañones que
pesaban en total setenta y una toneladas. Tal y como convenía al orgullo de
la armada sueca, la superestructura estaba profusamente tallada y esculpida,
recordando a un castillo. Por esta razón y por la existencia de cañones, el
centro de gravedad de la propia embarcación se encontraba peligrosamente
alto.
En agosto de 1628, el Wasa inició su primera travesía, pero apenas había
soltado amarras cuando sobrevino un golpe de viento repentino, como le había
ocurrido al Mary Rose. Inmediatamente escoró y se fue a pique, frente a la
isla de Beckholmen, en Estocolmo, en las inmediaciones de las aguas abiertas
del Báltico.
En los años cincuenta del presente siglo se descubrieron los restos del
buque con la ayuda de un sondeador, artefacto que sirve para recoger
especímenes del lecho marino y someterlos a análisis posteriormente. El Wasa
fue izado a la superficie en 1959. El maderamen se encontraba muy bien
conservado, pues los agentes destructivos, como la carcoma, no son demasiado
activos en las frías aguas septentrionales. También los objetos se
encontraban en buen estado; por ejemplo, los cañones, las cacerolas y la
ropa de los miembros de la tripulación. |
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