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MUERTE DE UNA FLOTA DE GUERRA

  La flota inglesa que se enfrentó a la armada española contaba con menos hombres y navíos que el enemigo, pero casi con el doble de cañones. Las intrépidas maniobras de los capitanes ingleses, como Drake, Hawkins y Frobisher, superaron tácticamente a los españoles, y la artillería inglesa rompió su apretada formación. Aun así, los españoles sólo perdieron unos 25 buques en el transcurso de la batalla, pero otros tantos se hundieron al intentar rodear la costa occidental de las islas Británicas. Segun la tradición, las tranquilas aguas de la bahía de Tobermory. Escocia, albergan tesoros que podrían alcanzar los 100 millones de dólares, por lo que sería el mayor almacén de riquezas de la armada española. Se encontraban a bordo de un galeón conocido con los nombres de Duque di Florencia, Florida o San Francisco, que se hundió en la bahía tras la derrota de la armada española en 1588. Algunos dicen que lo hizo estallar un prisionero escocés apresado por la tripulación tras una discusión con los miembros de un clan por el pago de agua y alimentos. Otros sostienen que se hundió a consecuencia del hechizo de una bruja, Gromshuil Mhor, de Lochaber. Este lugar ha traído a los buscadores de tesoros desde 1640. A finales del siglo XVII, el duque de ArgylI adquirió en Suecia una campana de inmersión con objeto de buscar los restos del buque. Al enterarse de sus actividades, y deseoso de apropiarse del oro, el rey Carlos II de Inglaterra envió un buque de guerra a detener la operación. El duque presentó el caso ante los tribunales y ganó únicamente los derechos de rescate, que aún conservan sus herederos. El objeto más impresionante que se ha encontrado hasta el momento es un cañón de bronce atribuido al escultor italiano Benvenuto Cellini.  
       

 

La Armada española, medio ideado por Felipe II para intentar aplastar a Inglaterra en 1588, era la flota de guerra más poderosa que ha conocido el mundo, un gigantesco despliegue de poderío naval integrado por treinta mil hombres y mil cañones que viajaban a bordo de veinticuatro galeones, cuarenta buques mercantes armados y treinta y seis navíos más pequeños que contaban con el apoyo de veinticinco buques de aprovisionamiento, Tras librar batalla durante dos semanas contra la Armada inglesa, inferior numéricamente en hombres, pero no en cañones y dirigida por corsarios veteranos como Hawkins y Drake, la Armada española seguía constituyendo una fuerza formidable con más de cien embarcaciones.
Pero los vientos adversos y los estragos causados por los ingleses dejaron a los españoles sin ánimos para seguir combatiendo. El 2 de agosto, frente a las costas de Escocia, su comandante, el duque de Medina Sidonia, dio ciertas órdenes. La flota regresaría a España, no por el canal de la Mancha, donde el enemigo podía atacar de nuevo, sino rodeando el cabo de Wrath,al norte de Escocia, y por el oeste de Irlanda, ruta de la que los capitanes no poseían mapas. Este obstáculo hubiera carecido de importancia si todos los barcos hubieran obedecido la orden de mantenerse alejados de tierra, pero algunos, desesperados por encontrar comida y agua, se aventuraron por las terribles costas occidentales de Irlanda, donde zozobraron, y sus tripulaciones se ahogaron o fueron asesinadas.
¡Naufragios al por mayor!
En la retirada que ordenó Medina Sidonia se perdieron entre veinte y veinticinco navíos, y el mismo número fue capturado o hundido en las primeras refriegas. La búsqueda de los buques naufragados y de las riquezas que llevaban a bordo algunos de ellos es un tema que sigue fascinando a muchas personas. Los que se han encontrado —no todos han sido rescatados— están diseminados por una extensa zona. El Gran Grifón se fue a pique en Stroms Hellierm, en la isla de Fair, perteneciente al archipiélago de las Shetland. El Duque de Florencia naufragó en la bahía
La flota inglesa que se enfrentó a la armada española contaba con menos hombres y navíos que el enemigo, pero casi con el doble de cañones. Las intrépidas maniobras de los capitanes ingleses, como Drake, Hawkins y Frobisher, superaron tácticamente a los españoles, y la artillería inglesa rompió su apretada formación. Aun así, los españoles sólo perdieron unos 25 buques en el transcurso de la batalla, pero otros tantos se hundieron al intentar rodear la costa occidental de las islas Británicas.de Tobermory (Escocia); el La Trinidad Valencera, en la bahía de Kinnagoe. En las costas irlandesas se hundió el Girona, en Bunboyes Rock, junto a Antrim. Se han localizado tres buques más en la bahía de Streedagh, en Sligo, y el Santa María de la Rosa naufragó en la isla de Great Blasquet, cerca de la península de Dingle. El San Pedro Mayor logró rodear las costas de Escocia e Irlanda, pero se estrelló en el cabo de Hope, en Devon. Por eso es posible que haya más barcos de la Armada española en casi cualquier punto de las costas occidentales de las islas Británicas.
Tesoros perdidos y recuperados Empezaron a correr rumores sobre las riquezas que llevaba la Armada española aun antes de su derrota final. Los tesoros de los que se había apoderado Francis Drake contribuyeron a fomentar dichos rumores. En medio de la batalla, Drake sacó tiempo para escoltar hasta tierra al galeón Nuestra Señora del Rosario, que tuvo que anclar en Dorset, y para arrebatar los cincuenta y cinco mil ducados que llevaba a bordo. Las leyendas sobre los tesoros españoles son muy abundantes en las costas irlandesas, y es probable que sus habitantes saquearan los buques naufragados más accesibles a la primera oportunidad que se les presentara.
El buzo Archibald Miller investigó el Florencia en el siglo XVII, pero hasta la década de los sesenta del presente siglo no se inició una operación a gran escala para recuperar los restos de la Armada española. El belga Robert Sténuit buscó el Girona en las costas de Antrim, al nordeste de Irlanda.
En 1967, Sténuit lo encontró y recuperó monedas, un anda y una cadena de oro. Regresó al año siguiente, mejor equipado, y descubrió una serie de objetos magníficos, que en la actualidad están expuestos en el museo del Ulster, en Belfast. Entre ellos se encuentran más de cuatrocientas monedas de oro, unas ochocientas de plata, joyas y piedras preciosas, como un broche que representa una salamandra y una caja de oro en la que se guardaban reliquias sagradas.
Los hallazgos del Girona no son habituales. El buque, que era italiano, aunque navegaba con la Armada española, había cargado a bordo objetos de valor de otros dos buques que habían naufragado y se habían hundido. Sin embargo, los documentos de la época demuestran que la Armada española era un almacén flotante de riquezas además de la flota de guerra. La perspectiva de encontrar estos tesoros es acicate suficiente para continuar la búsqueda de los restos de los buques naufragados. Sin embargo, cuando se localiza alguno, los hallazgos resultan decepcionantes en muchas ocasiones. El Santa María de la Rosa, encontrado en 1968, sólo albergaba dos platos de peltre, un medallón y un puñado de monedas.
Segun la tradición, las tranquilas aguas de la bahía de Tobermory. Escocia, albergan tesoros que podrían alcanzar los 100 millones de dólares, por lo que sería el mayor almacén de riquezas de la armada española. Se encontraban a bordo de un galeón conocido con los nombres de Duque di Florencia, Florida o San Francisco, que se hundió en la bahía tras la derrota de la armada española en 1588. Algunos dicen que lo hizo estallar un prisionero escocés apresado por la tripulación tras una discusión con los miembros de un clan por el pago de agua y alimentos. Otros sostienen que se hundió a consecuencia del hechizo de una bruja, Gromshuil Mhor, de Lochaber. Este lugar ha traído a los buscadores de tesoros desde 1640. A finales del siglo XVII, el duque de ArgylI adquirió en Suecia una campana de inmersión con objeto de buscar los restos del buque. Al enterarse de sus actividades, y deseoso de apropiarse del oro, el rey Carlos II de Inglaterra envió un buque de guerra a detener la operación. El duque presentó el caso ante los tribunales y ganó únicamente los derechos de rescate, que aún conservan sus herederos. El objeto más impresionante que se ha encontrado hasta el momento es un cañón de bronce atribuido al escultor italiano Benvenuto Cellini.