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La Armada española, medio ideado por
Felipe II para intentar aplastar a Inglaterra en 1588, era la flota de
guerra más poderosa que ha conocido el mundo, un gigantesco despliegue de
poderío naval integrado por treinta mil hombres y mil cañones que viajaban a
bordo de veinticuatro galeones, cuarenta buques mercantes armados y treinta
y seis navíos más pequeños que contaban con el apoyo de veinticinco buques
de aprovisionamiento, Tras librar batalla durante dos semanas contra la
Armada inglesa, inferior numéricamente en hombres, pero no en cañones y
dirigida por corsarios veteranos como Hawkins y Drake, la Armada española
seguía constituyendo una fuerza formidable con más de cien embarcaciones.
Pero los vientos adversos y los estragos causados por los ingleses dejaron a
los españoles sin ánimos para seguir combatiendo. El 2 de agosto, frente a
las costas de Escocia, su comandante, el duque de Medina Sidonia, dio
ciertas órdenes. La flota regresaría a España, no por el canal de la Mancha,
donde el enemigo podía atacar de nuevo, sino rodeando el cabo de Wrath,al
norte de Escocia, y por el oeste de Irlanda, ruta de la que los capitanes no
poseían mapas. Este obstáculo hubiera carecido de importancia si todos los
barcos hubieran obedecido la orden de mantenerse alejados de tierra, pero
algunos, desesperados por encontrar comida y agua, se aventuraron por las
terribles costas occidentales de Irlanda, donde zozobraron, y sus
tripulaciones se ahogaron o fueron asesinadas.
¡Naufragios al por mayor!
En la retirada que ordenó Medina Sidonia se perdieron entre veinte y
veinticinco navíos, y el mismo número fue capturado o hundido en las
primeras refriegas. La búsqueda de los buques naufragados y de las riquezas
que llevaban a bordo algunos de ellos es un tema que sigue fascinando a
muchas personas. Los que se han encontrado —no todos han sido rescatados—
están diseminados por una extensa zona. El Gran Grifón se fue a pique en
Stroms Hellierm, en la isla de Fair, perteneciente al archipiélago de las
Shetland. El Duque de Florencia naufragó en la bahía
La flota inglesa que se enfrentó a la armada española contaba con menos
hombres y navíos que el enemigo, pero casi con el doble de cañones. Las
intrépidas maniobras de los capitanes ingleses, como Drake, Hawkins y
Frobisher, superaron tácticamente a los españoles, y la artillería inglesa
rompió su apretada formación. Aun así, los españoles sólo perdieron unos 25
buques en el transcurso de la batalla, pero otros tantos se hundieron al
intentar rodear la costa occidental de las islas Británicas.de Tobermory
(Escocia); el La Trinidad Valencera, en la bahía de Kinnagoe. En las costas
irlandesas se hundió el Girona, en Bunboyes Rock, junto a Antrim. Se han
localizado tres buques más en la bahía de Streedagh, en Sligo, y el Santa
María de la Rosa naufragó en la isla de Great Blasquet, cerca de la
península de Dingle. El San Pedro Mayor logró rodear las costas de Escocia e
Irlanda, pero se estrelló en el cabo de Hope, en Devon. Por eso es posible
que haya más barcos de la Armada española en casi cualquier punto de las
costas occidentales de las islas Británicas.
Tesoros perdidos y recuperados Empezaron a correr rumores sobre las riquezas
que llevaba la Armada española aun antes de su derrota final. Los tesoros de
los que se había apoderado Francis Drake contribuyeron a fomentar dichos
rumores. En medio de la batalla, Drake sacó tiempo para escoltar hasta
tierra al galeón Nuestra Señora del Rosario, que tuvo que anclar en Dorset,
y para arrebatar los cincuenta y cinco mil ducados que llevaba a bordo. Las
leyendas sobre los tesoros españoles son muy abundantes en las costas
irlandesas, y es probable que sus habitantes saquearan los buques
naufragados más accesibles a la primera oportunidad que se les presentara.
El buzo Archibald Miller investigó el Florencia en el siglo XVII, pero hasta
la década de los sesenta del presente siglo no se inició una operación a
gran escala para recuperar los restos de la Armada española. El belga Robert
Sténuit buscó el Girona en las costas de Antrim, al nordeste de Irlanda.
En 1967, Sténuit lo encontró y recuperó monedas, un anda y una cadena de
oro. Regresó al año siguiente, mejor equipado, y descubrió una serie de
objetos magníficos, que en la actualidad están expuestos en el museo del
Ulster, en Belfast. Entre ellos se encuentran más de cuatrocientas monedas
de oro, unas ochocientas de plata, joyas y piedras preciosas, como un broche
que representa una salamandra y una caja de oro en la que se guardaban
reliquias sagradas.
Los hallazgos del Girona no son habituales. El buque, que era italiano,
aunque navegaba con la Armada española, había cargado a bordo objetos de
valor de otros dos buques que habían naufragado y se habían hundido. Sin
embargo, los documentos de la época demuestran que la Armada española era un
almacén flotante de riquezas además de la flota de guerra. La perspectiva de
encontrar estos tesoros es acicate suficiente para continuar la búsqueda de
los restos de los buques naufragados. Sin embargo, cuando se localiza
alguno, los hallazgos resultan decepcionantes en muchas ocasiones. El Santa
María de la Rosa, encontrado en 1968, sólo albergaba dos platos de peltre,
un medallón y un puñado de monedas.
Segun la tradición, las tranquilas aguas de la bahía de Tobermory. Escocia,
albergan tesoros que podrían alcanzar los 100 millones de dólares, por lo
que sería el mayor almacén de riquezas de la armada española. Se encontraban
a bordo de un galeón conocido con los nombres de Duque di Florencia, Florida
o San Francisco, que se hundió en la bahía tras la derrota de la armada
española en 1588. Algunos dicen que lo hizo estallar un prisionero escocés
apresado por la tripulación tras una discusión con los miembros de un clan
por el pago de agua y alimentos. Otros sostienen que se hundió a
consecuencia del hechizo de una bruja, Gromshuil Mhor, de Lochaber. Este
lugar ha traído a los buscadores de tesoros desde 1640. A finales del siglo
XVII, el duque de ArgylI adquirió en Suecia una campana de inmersión con
objeto de buscar los restos del buque. Al enterarse de sus actividades, y
deseoso de apropiarse del oro, el rey Carlos II de Inglaterra envió un buque
de guerra a detener la operación. El duque presentó el caso ante los
tribunales y ganó únicamente los derechos de rescate, que aún conservan sus
herederos. El objeto más impresionante que se ha encontrado hasta el momento
es un cañón de bronce atribuido al escultor italiano Benvenuto Cellini. |
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