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La Virgen se aparece a una Pastorcíta

LOURDES  MILAGROSA  

  Un asunto de estado

las curaciones milagrosas

racionalismo y fe

Las apariciones y la Iglesia Católica

El siglo XIX entre el racionalismo y la piedad mariana

 

peregrinacion a la virgen de lourdes en 1986

bernardita soubirous(1844-1879)

El 11 de febrero de 1858, mientras busca leña con su hermana y una amiga, Bernardíta Soubirous se dirige hacia la gruta de Massabíelle, cerca de Lourdes. Enférma de asina y de tuberculosis, esta muchachita de catorce años representaba apenas doce. Hija de un molinero arruinado, apenas sabía rezar el rosario y ni siquiera había hecho su primera comunión por no haber aprendido suficiente catecismo. De pronto, en una cavidad de la roca, ve una luz. Una "hermosa señora", vestida de blanco y sujetando un rosario en la mano, se le aparece. El 14, la niña regresa y esparce agua bendita en el lugar para asegurarse de que no es una trampa del diablo. Del 18 de febrero al 4 de marzo, la aparición se repite casi todos los días y luego tres veces más, a fines del mes de marzo, en abril y en julio. Aunque permanece a menudo en silencio, le entrega, en dialecto, un mensaje de resignación y de penitencia, invita Bemardita a beber el agua  de la gruta, a lavarse con ella, le pide que hagan una procesión a ese lugar y que se construya allí una capilla. El 25 de marzo, le dice que es la Inmaculada Concepción, dogma que había sido proclamado sólo cuatro años antes por Pío IX.

  Un asunto de estado

  En el pueblo, Bernardita cuenta lo que le ha sucedido' Ella es la única en ver a la "hermosa señora", pero cerca de mil personas la acompañan el 28 de febrero y quizás ocho mil el 4 de marzo. El lo. de marzo, una mujer llamada Catalina Latapie ve que su mano queda sanada luego de haberla mojado en el agua de la gruta y éste es el primer milagro. Pero, más que esto, es la referencia a la Inmaculada Concepción lo que convence a las autoridades religiosas, ya que la pobre niña no puede haber inventado esta denominación, que ella no comprende. Modesta y desinteresada, Bernardita no miente. No saca ningún provecho del hecho de haberse transfonnado en una celebridad, que pronto llega a ser conocida en todo el país., incluso huye de los visitantes y demuestra una gran humildad. Pasa los trece últimos años de su vida lejos de Lourdes, en un convento en Nevers y muere en 1879, a los 35 años. En 1862, el obispo de Tarbes, de quien depende Lourdes, reconoce la autenticidad de las apariciones. Mucho antes, la policía, que ha cerrado primero la gruta, la vuelve a abrir por orden del propio Napoleón III.

Las curaciones milagrosas

  En Lourdes circulan bromas de mal gusto sobre las visiones de la joven. Se dice que una dama del pueblo, que tenía una cita galante al fondo de la gruta con un oficial de caballería, habría salido al paso de la pequeña Bemardita para evitar que entrara allí. Las "apariciones" siguientes no serian más que alucinaciones... Sin embargo, más allá de lo que Bemardita vio, están los milagros. Treinta y dos curaciones tuvieron lugar en 1859, de las cuales siete no pudieron ser explicadas por la medicina de esa época. Ello justifica la importancia que tienen las peregrinaciones, facilitadas por el ferrocarril que llegó hasta Lourdes el 19 de mayo de 1866. La Congregación de los Asuncionistas quedó encargada de las peregrinaciones y organizó, en 18741 la primera peregrinación de enfermos a nivel nacional. Desde entonces, el éxito de Lourdes no puede desmentirse, y en 1908 alcanzó su primer millón de visitantes anuales, número que se ha cuadruplicado en los años posteriores de este siglo. La Iglesia, sin embargo, no se apresuró en reconocer las curaciones inexplicables. Por una parte, teme a las supercherías y, por otra, se preocupa más por desarrollar una fe interior, menos ligada al espectáculo. Es por ello que impuso un triple control, el que llegó a ser muy meticuloso a partir de 1946. En el mismo lugar, una junta médica examina los treinta a cincuenta casos anuales, juzga si el mal es real y ve si la curación tiene carácter definitivo. A menudo su investigación queda trunca porque los médicos tratantes se resisten a dar testimonio. Una vez al año, un comité medico internacional revisa en París los informes enviados por la junta. Finalmente, los obispos de las diócesis a las que pertenecen las personas que han sido agraciadas con un "rnilagro" realizan una investigación que sigue las mismas pautas y procedimientos de los procesos de canonización. Este triple fíltro explica por qué, de más de 5.000 casos, la Iglesia sólo ha reconocido cerca de sesenta verdaderos "milagros"; los pnmeros, realizados entre 1858 y 1859, luego los que fueron investigados en forma muy seria entre 1907 y 1913, y los posteriores a 1947.

 Racionalismo y fe

  A pesar del examen riguroso a que han sido sometidos los milagros "oficiales", éstos siguen siendo s9spechosos a los ojos de algu nas personas. No es que se pueda invocar un simple shock emocional o un fenómeno sicosomático, puesto que la curación de las enfermedades funcionales o síquicas nunca ha sido reconocida como milagrosa. Pero, a veces, otras curaciones inexplicables tienen lugar en un entomo que no tiene nada de religioso, como en un hospital. Estas pueden resultar de fenómenos imposibles de comprender en el estado actual de la ciencia, pero que su desarrollo futuro permitirá quizás aclarar más adelante. Entre los racionalistas escépticos y los fieles convencidos de la realidad de un milagro se ha producido, forzosamente, un diálogo de sordos, agravado por el espectáculo que ofrece Lourdes, que puede llegar a ser exasperante. Quince años después de las apariciones, Pierre Larousse escribió irónicamente sobre lo que llama "esta forma de poner a la religión en botella, esta lucrativa explotación de los milagros". Estas denuncias sobre utilidades comerciales hacen que no sea fácil realizar un estudio sereno de los hechos inexplicables sobre los que éstas se apoyan. Ahora bien, los hechos permanecen: afirmar que Bernardita fue o no víctima de alucinaciones corresponde a una simple expresión de fe y declarar que las curaciones inexplicables, que son minoritarias entre los enfermos que acuden a Lourdes, van a encontrar un día, con el progreso de la medicina, explicaciones corrientes, son hoy en día afirrnaciones gratuitas.

Las apariciones y la Iglesia Católica

 

El modelo de la aparición es el propio Jesús resucitado, quien se manifiesta a sus discípulos después de la crucifixión, tal como lo muestran los Evangelios. La tradición católica relata, a lo largo de los siglos, muchas apariciones de santos, de ángeles, de Cristo e, incluso, de¡ Corazón de Jesús, que se apareció, entre 1673 y 1675, a Santa Margarita María Alacoque (1647‑1690) para recordar a los hombres el amor de Dios. Las apariciones de la Virgen ocupan un lugar destacado en el siglo XIX, marcado por la piedad niariana. En Francia, las principales apariciones tuvieron lugar en París, en 1830, en la calle du Bac, a una mujer de 24 años, Santa Catalina Labouré; luego en 1848 en la Salette (Isere), frente a dos niños, Maximiano Giraud y Melania Mathieu. Fátima, en Portugal, es el lugar que mejor puede compararse con Lourdes, ya que recibe dos millones de peregrinos al año. Tres niños de 7 a 10 años vieron allí a María, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1817. Luego, el 19 de julio, el sol "bailó" durante diez minutos frente a 70.000 personas (según los escépticos debido a un simple fenómeno atmosférico). El misterio se acrecentó con los 1res secretos" anunciados en 1937 por Lucía, última sobreviviente de los tres niños y que tomó los hábitos como carmelita. Confiados al Papa y conocidos en forma incompleta, se refieren a los peligros que amenazan al mundo y a la conversión de Rusia (lo que podría asimilarse al fin de¡ poder de¡ comunismo ateo). Estos secretos constituyen aún, por sí mismos, un misterio. De hecho, ningún católico está obligado a creer en las apariciones. La Iglesia desconfía, por lo demás, de algunas "interminables confidencias de Cristo o de la Virgen" denunciadas en 1976 por Monseñor Etchegaray. Aun dejando de lado los secretos de Fátima, la Iglesia sólo toma en cuenta los mensajes de una gran simplicidad y de un valor universal los llamados a la oración y a la humildad.

El siglo XIX, entro el racionalismo y la piedad mariana

  El siglo XIX en Francia, heredero de 1789, está marcado por el racionalismo y la descristianización. Pero, al mismo tiempo, presencia los grandes esfuerzos que realiza la Iglesia Católica por reconquistar las almas. El clero, de origen más popular y más cercano a la sensibilidad de Roma, se sigue apoyando en las bendiciones, las procesiones y la devoción a los santos. En este entomo, la devoción a la Virgen María se intensifica. En 1854, Pío IX declara la Inmaculada Concepción de María como dogma de fe, basándose en la tradición cristiana que dice que la Madre de Dios ha sido concebida sin pecado. Nuevos santuarios son dedicados a la Virgen en todo el mundo, entre ellos Fourvieres en Lyon y Nuestra Señora de la Guardia, en Marsella. Pero el elemento más significativo de esta devoción mariana son las apariciones: el milagro es una prueba a favor de la fe. El hecho de que la Virgen se dirija a mujeres jóvenes o a niños, generalmente de origen muy modesto, que hablan más a menudo en dialecto que en francés, es, para algunos, signo de la orientación de la Iglesia de Francia hacia un nuevo público, femenino, de extraccción popular, casi marginal, en un tiempo en que los centros del poder se están cerrando a su influencia.