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FABIAN
DEBEZA Lima.
Enviado especial
Cada rincón de Perú tiene registrado una marca de la
historia. En las ciudades y en los pueblos de este país se advierten con
claridad los vestigios de antiguas culturas aborígenes y de conquistas
posteriores. Y en la extensa región montañosa del altiplano, que por más de
300 años (entre los Siglos XII y XVI) fue dominio exclusivo de los Incas,
guerreros implacables que arrasaron con las tribus de labradores y
artesanos, pero que dejaron casi intactas las costumbres de quienes
eligieron la altura como forma de vida y resistieron más de 3.000 años. Todo
matizado con un escenario natural de privilegio. Como si el Creador hubiese
puesto especial atención en la puna, los valles, el mar y el cielo de esta
tierra árida. La difícil geografía
obligó a sus habitantes a construir interminables terrazas sobre los cerros,
obras imponentes de una ingeniería empírica, para habilitar terrenos
fértiles en medio de las rocas. Los Incas -y antes las civilizaciones
Mochica,
Tihuanaco,
Quechuas y Aimaras- fueron agradecidas por esa fertilidad austera. Por eso,
el culto al Sol, a la "Pacha Mama" (madre tierra) y a los
"Apus" (picos y montañas) prevalecen en los
ritos sagrados de sus descendientes. Hay un aporte fundamental al
espectáculo de la naturaleza. Es la herencia de la colonia española. Cientos
de catedrales, iglesias y construcciones que dejaron Francisco
Pizarro y los descendientes de quienes
llegaron desde el Viejo Mundo tras la leyenda de El Dorado. Una recorrida
por Lima, los altos de la Cordillera de los Andes o el imponente Valle del Coica propone atractivos diferentes al de los
circuitos turísticos clásicos. Perú tiene una caprichosa topografía con 28
variedades de climas y tres grandes regiones:
una prolongada costa de arena y arrecifes (de más de 2.000 km de extensión);
la cordillera con picos de hasta 6.000 metros de altura,
con profundos contrastes y variedades, con valles, quebradas y lagos; y una
selva Amazónica que ocupa casi el 60% del territorio. Aquí el descanso va
combinado con la observación atenta, el paseo se transforma en aventura y
las construcciones centenarias son pinceladas del pasado que los peruanos
preservan para los visitantes.
Lima, la antigua
Lima, la
capital del Estado, es un resumen de esta riqueza
pluricultural. Templos barrocos y renacentistas; mansiones^
palacios y universidades que muestran el caro privilegio de tener
ladrillos puestos hace casi cinco siglos. El 18 de enero de 1535,
Pizarro eligió este lugar recostado sobre el
valle del río RÍmac, para fundar una ciudad
que se transformaría con el paso del tiempo en un puerto
estratégico del
Virreynato del Río de La Plata. El
centro histórico tiene el sello de la colonia. La estructura básica de todas
las ciudades virreinales. La Plaza Mayor,
punto central de la urbe. El Palacio PÍ-zarro
(actual sede del Gobierno Nacional). La Basílica Catedral de lima, edificada
en 1625 y reconstruida después del terremoto de 1940,
muestra del arte colonial y con atractivos adicionales: una sillería coral
(sitio utilizado por los sacerdotes para seguir la misa) de madera tallada,
altares revestidos de oro y una bella colección de lienzos de los siglos
XVII y XVIII. Rodean este cuadrado colonial la Iglesia y el Convento de San
Francisco, con patios decorados con azulejos
sevillanos y un laberinto de galerías subterráneas y catacumbas. Todo
habilitado para el visitante. Y completan el escenario antiguo de la capital
peruana otras construcciones centenarias que comparten un detalle
distintivo. Los balcones de madera tallados,
reminiscencias de la arquitectura morisca que llegaron hasta estos lugares
de América. Un paseo por Lima no queda completo sin pasar por alguno de los
museos de arte precolombino. El Larco Herrera
tiene la mayor colección privada de oro, plata,
piedras semipreciosas, textiles y cerámicas.
También se pueden visitar el Museo del Oro -donde se puede apreciar la
colección de oro, plata y metalúrgica
prehispana- y otros sitios colmados de una
herencia precolombina que resiste el paso del tiempo.
Los pagos de Vargas Llosa
A sólo tres horas
de vuelo, hacia el sur del país está Arequipa,
la ciudad que inspiró los relatos de Mario Vargas Llosa, un habitante
ilustre. Pintada de blanco por las piedras volcánicas de sus construcciones
(el sillar) y entre las laderas de los volcanes
Misti,
Chachami y Pichu
Pichu la ciudad se transforma en un paseo
obligado. Pintoresca, tradicional y tranquila, Arequipa es la segunda ciudad
del país. Tiene una inmensa carga histórica que se refleja
en las construcciones. El Monasterio de Santa Catalina (1579) recuerda el
pasado de las monjas Domirricas, que hasta
1870 cumplían en ese lugar las reglas de la clausura total. La
Catedral, la Plaza de Armas y ; la Iglesia de
la Compañía de San Francis-
» co son tres imperdibles. Arequipa
tiene un valor agregado, a cuatro horas de viaje del centro (167 kilómetros
por ripios y caminos de cornisa): allí está el imponente Valle del Coica,
regado de pueblos que mantienen intactas tradiciones y costumbres de una
vida a 4.000 metros de altura. En ese viaje se
despliegan como manteles verdes en el corazón de la cordillera los andenes y
las terrazas construidos durante años por los habitantes del Coica.
Paisaje difícil de describir, el Coica es el
cañón más profundo del mundo, habitado por los
Collaguas y los Cabana. Al paso, se ven las vicuñas, siempre a lo lejos
porque no son animales de trato fácil con el hombre. Hoy viven más de 30 mil
personas, en los 14 poblados instalados como una cuña en el valle. Expertos
tejedores, los pobladores lucen los
multicolores atuendos tradicionales aún para
las actividades cotidianas. Chivay y
Cabanaconde son las principales localidades,
que tienen hoteles y residencias turísticas, algunas precarias,
pero imprescindibles para el descanso necesario
luego de las caminatas por la puna. En Chivay también se pueden tomar baños
termales del agua sulfurosa que vierte de las entrañas de los Andes. Es el
lugar ideal para la aventura. Trek-king,
rafting por el río Coica
o una escalada hasta los 6.000 metros, con picos nevados en el gran valle.
Consejo: antes de comenzar cualquier actividad física es necesario 48 horas
de adaptación a la altura. El broche final para un paseo por el Valle del Coica
es el avistaje de cóndores. La Cruz del Cóndor
(a 20 km de Chivay) es un punto clave en el recorrido: desde allí se observa
el cañón (de 1.200 metros de caída) y después del amanecer comienza el vuelo
de estas aves que con sus alas extendidas miden hasta tres metros. Es el rey
de los Andes y frente a la vista de los visitantes se eleva en un planeo
interminable hasta los 8 mil metros de altura.
Cómo llegar: Por Taca,
vue- ios diarios
a Li ma, $409 ida y vuelta
(tel. 4325-8222).
Desde Lima hasta puno, vuelos diarios
por Lan Perú.
Aeroconti nenie (4777-0670).
Dónde comer: en Lima, comidas típicas (cebiche,
anticucho, piqueo criollo): Las Brujas de Cachiche
(centro de Mira-flores); Señorío
de Sulco (Miraflores).
En Arequipa: en La Cantanlia, comidas
picantes, típicas de la región, por 14 dólares por persona. Recomendaciones:
escribano (entrada picante), cauche de queso, pollo
chactado, rocoto relleno, nopal relleno (hecho
con higo de tuna). En todas las comidas, como aperitivo sirven
¡a bebida tradicional
pisco sour (pisco, claras de huevo, azucare
hielo molido).
Dónde alojarse: En Lima,
los hoteles de
categoría (como María Angola) tienen precios internacionales:
entre 80 y 150 dólares
la habitación base doble. Información:
Embajada de Perú en Bs.As., Libertador
1720, teléfono 4802-2438, de 9 a 13 horas. Internet: www.peruonline.net.
Pasaje aéreo, 4 .días en
hoteles de lujo
(2 en Lima y 2 en Cusco) c/de-sayuno y otros.
Tel. 4311-8861
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