El
retorno del alma o esencia (que se produce después de la muerte) a una
nueva forma física. La creencia en la reencarnación ha existido desde
hace milenios y la noción ha emergido en uno u otro momento virtualmente
en todo el mundo. Aproximadamente dos tercios de la población del mundo
acepta alguna forma de reencarnación o renacimiento como una creencia
fundamental, especialmente los budistas y los hindúes, así como muchas
sociedades tribales. Los creyentes en la reencarnación no abundan mucho
en Occidente, pero su número ha ido creciendo lentamente desde finales
del siglo XIX, fundamentalmente debido a la influencia de la teosofía y
del médium norteamericano Edgar Cayce, así como a la introducción de
las religiones orientales. La
creencia en la reencarnación varía de una cultura a otra. Los egipcios
de la antigüedad creían en la reencarnación de las grandes almas, cuyo
propósito era dirigir a la humanidad. Con el transcurso del tiempo, los
egipcios modificaron esta concepción para hacer extensiva la reencarnación
a las masas. El Libro Egipcio de los Muertos contiene encantamientos para
propiciar la reencarnación. Pitágoras (c. 572-479 a.C.) predicaba la reencarnación de
las almas en la Grecia antigua. Platón (c 427-347 a.C.) afirmaba que sin
encarnaciones sucesivas la vida desaparecería en el universo.
Muchas tribus africanas tienen una creencia en la reencarnación
profundamente arraigada. En las tribus que creen que los seres humanos
reencarnan en otros seres humanos, el no tener hijos es considerado una
maldición, porque esto disminuye la probabilidad de que las almas puedan
renacer. En Australia la
creencia en la reencarnación se extiende por todo el continente, aunque
es más fuerte entre las tribus aborígenes que habitan la parte central
del mismo. Con la desaparición de su antigua cultura, algunos aborígenes
creen que reencarnarán como "compañeros blancos" en la
continua evolución de sus almas. En todas las culturas de las islas del
Pacífico la creencia en la reencarnación es fuerte, pudiendo ser hallada
entre los balineses, okinawos, ainús (norte del Japón), tasmanios, maoríes
(Nueva Zelandia), fidjienses y los habitantes de Nueva Caledonia, las
islas Salomón y la Melanesia. Muchas tribus aborígenes norteamericanas
creen en la reencarnación. Los tlingits de Alaska, por ejemplo, le
atribuyen gran importancia porque la consideran como una continuación
gloriosa de la identidad personal. Antes del nacimiento de un niño, un
alma se presenta en el sueño de la madre o de algún familiar cercano y
les anuncia su propósito de reencarnar en la criatura. Al nacer, el niño
debe ser correctamente identificado según sus vidas anteriores y se le da
el nombre tribal de la persona que fue antes. De esta manera, el niño
puede recibir el mérito de todas las buenas acciones por su encarnación
anterior. Al niño que no se le identifica correctamente se le está
negando su derecho a la gloria acumulada. La creencia en la reencarnación
existe también entre los aborígenes de América Central y del Sur, y
quizás esta fuera una de las razones por las que los españoles los
conquistaron con relativa facilidad. Los españoles fueron saludados como
dioses renacidos Quetzalcoatl en México y Viracocha en Perú y los
nativos se mostraron así ansiosos por someterse a sus caprichos, lo que
tuvo desastrosos resultados. Con raras excepciones, las vidas anteriores
no se recuerdan espontáneamente, siendo los niños quienes con mayor
frecuencia recuerdan sus vidas pasadas de manera natural. De acuerdo con
distintas tradiciones, el olvido es una condición necesaria para que la
reencarnación tenga lugar. La reencarnación en el islamismo
La
idea de la reencarnación era conocida en la antigua Persia antes de la
llegada del Islam. Las prédicas del profeta Zaratustra la mencionan y
aparece explicada en detalle en El Desatir, libro místico escrito c. 500
a.C. En el siglo VI d.C. el profeta Mahoma recibió el Corán -la Biblia
islámica- directamente de Alá. En el Corán no se hace referencia
directa a la reencarnación, pero por la interpretación que se da a
algunos de los pasajes parece que se refiriera a ella. Un buen ejemplo es
el capítulo 25 -Sura Zajraf- versículos de la Meca 5-10-16: "Y Él
envió la lluvia del cielo en cantidades adecuadas, y hace volver a la
vida a la tierra muerta de manera semejante a como tú renacerás". Posteriormente,
la reencarnación de Mahoma pasó a ser tema de las enseñanzas esotéricas.
Tres aspectos del renacer son aceptados por diversas escuelas esotéricas:
(1) la encarnación periódica del Hombre Perfecto o Deidad; (2) el
retorno del Imán (divinidad anteriormente manifiesta en Mahoma) o de otro
líder espiritual después de la muerte, y (3) el regreso de las almas
corrientes. Algunos entre los Ism'ilis afirman que Krishna reencarnó como
Buda y después como Mahoma.
La
reencarnación en el hinduismo
El
samsara o "rueda de los renacimientos" es algo admitido como un.
hecho por los hindúes desde su más temprana infancia. Los hindúes creen
que la reencarnación es causada por las imperfecciones del alma cuando
viene por primera vez al mundo. La ignorancia y el deseo perpetúan la
necesidad de reencarnar. El alma se perfecciona mediante la purificación
y la realización de sí misma,? así como con la renuncia a los apetitos
materiales, y sólo puede abandonar samsara cuando se reunifica con Brahma,
lo i Absoluto. El
samsara es influido por el karma, la ley de causa y efecto a través de la
cual el bien es recompensado y el mal castigado. Los seres humanos pueden
reencarnar en formas de vida inferiores. El número de reencarnaciones es
ilimitado, aunque las vidas sucesivas deben estar separadas por un período
de descanso en el que el alma comtempla sus progresos. No se sabe con
certeza cuán antiguo es en el hinduismo el concepto de la reencarnación,
aunque en los Vedas (las ~ más antiguos escritos sagrados, algunos de los
cuales datan de c.1000 a.C.), se hacen referencias al renacimiento o la
reencarnación. Los Upanishads, que son un comentario de los Vedas, también
se refieren a la reencarnación. La reencarnación es explicada con más
detalles en el Bhagavad-Gita ("La canción del Señor" o
"Canción de Krishna'), parte del Mahabharata, escrito entre c. 400
a.C. y 200 a.C. En el Cita Krishna, el octavo avatar (encarnación) de
Vishnú, explica que el yo es eterno. "¡Tanto tú como yo hemos
pasado por muchos nacimientos!", dice Krishna a Arjuna. "Yo
conozco los míos, pero tú no conoces los tuyos". . Krishna afirma
que por medio de un esfuerzo continuado a lo largo muchas vidas, el alma
puede alcanzar finalmente un estado de suprema felicidad y gracia. El
hinduismo considera la reencarnación como una desgracia, una penosa
carga, una servidumbre de la cual hay que escapar. A lo largo de la
historia de la India ha habido ocasiones en que la casta de los brahmanes
ha usado de manera abusiva los conceptos de la reencarnación y la ley del
karma para manipular a las masas.
La
reencarnación en el budismo
El
budismo, que prevalece en partes de la India y en todo el resto de Asia,
deriva su doctrina del renacimiento (diferente a la de la reencarnación)
del hinduismo. De acuerdo con el canon Pali primeras escrituras de la
escuela theravadzBuda enseñó que la persona posee un yo inferior que
muere con el cuerpo y un yo superior que sobrevive. Sin embargo, el
budismo ha evolucionado con el concepto de anatta o "no yo" (o
"ausencia del yo") que sostiene que no hay personalidad o ego
que permanezca intacto en el tránsito de una vida a otra. Lo que sucede
es que, al morir, la personalidad se desintegra en chispas o pedazos que
posteriormente se funden con otras chispas para formar una nueva
personalidad. Lo que sobrevive es la fuerza vital o voluntad de vivir, que
lleva consigo los atributos kármicos buenos y malos desarrollados durante
la vida. Las encarnaciones son causadas por el karma y los deseos
terrenales, los que deben ser superados en la búsqueda de la perfección
espiritual. Antes del renacimiento, los padres son escogidos por razones kármicas.
La
liberación del ciclo de renacimientos se logra cuando la persona supera
las "tres raíces nocivas" el deseo, el odio y el engaño y
alcanza el nirvana (la "extinción") o iluminación, que es un
estado de paz inefable. La
rueda de los renacimientos abarca seis estadios de la existencia, que
deben ser atravesados por todos los seres dotados de sensibilidad mientras
haya en ellos karma negativo que eliminar: dioses (devas), asuras (fuerzas
elementales), seres humanos, animales, pretas (fantasmas hambrientos que
viven en un purgatorio de deseos insatisfechos) y los habitantes del
infierno. Para el budismo, "el infierno" es otro estado
purgatorio temporal cuyo carácter y duración es determinado por el
karma. Sólo en el estadio humano la persona tiene la oportunidad de
despertar espiritualmente, y cuando lo logra, deja de estar atada a la
rueda de renacimientos, aunque uno puede elegir renacer si así lo quiere.
Igual que el hinduismo, el budismo percibe el renacimiento como una
desgracia y una carga. Tanto los hindúes como los budistas creen que el
último pensamiento en el momento de la muerte determina el carácter de
la próxima encarnación. Es por ello que el morir adecuadamente resulta
de vital importancia, y existe un arte yóguico de morir y elegir el próximo
vientre materno, que es enseñado a los adeptos. De acuerdo con el Libro
Tibetano de los Muertos, el Bardo, o estado posterior a la muerte dura 49
días y consta de tres etapas de deterioro de la conciencia: la de Luz
Clara, o serenidad suprema; la de visitas de las deidades Apacibles e
Iracundas, y la de un recuento del karma que concluye con el renacimiento.
La misma transición de la oída a la muerte se produce en un estado de
inconciencia en un plazo de tres y medio a cuatro días. El Libro Tibetano
de los Muertos contiene el procedimiento para lograr esa transición sin
perder la conciencia. Gilgul
es el término hebreo que significa "transmigración" o tránsito
del alma de un cuerpo a otro a través de la muerte. En la Torá no se
hace referencia directa al gilgul, aunque se le puede inferir de algunas
alegorías. Sin embargo, sí aparece en la kabbalah, el cuerpo de
conocimientos místicos basados en las enseñanzas esotéricas primitivas
que empezaron a ser compilados por los rabíes a principios de le Edad
Media. De
acuerdo con la kabbalah, los judíos primitivos creían en la transmigración
de los grandes profetas: Adán se había convertido en David, el que a su
vez se convertiría en el Mesías. El Zohar (El Libro del Esplendor), obra
muy influyente publicada por primera vez c. 1280 pero cuyo contenido se
atribuye a enseñanzas del siglo I d.C., hace extensivo el gilgul a todas
las personas. "Todas las almas están sujetas a la prueba de la
transmigración..." Sin
embargo, no todos los kabbalistas contemplaban el gilgul como una ley
universal; algunos la relacionaban con los pecados contra la procreación
y con los tabúes sexuales. Para otros, la reencarnación era el castigo
por el asesinato de Abel a manos de Caín, que cesaría sólo cuando todos
los muertos hubieran resucitado. Unos pocos entre los kabbalistas
planteaban que un ser humano podía transmigrar a un animal, e incluso a
una planta o una roca. La
kabbalah ocupó un lugar preeminente en el pensamiento judío desde cerca
del siglo XIII hasta el siglo XVIII. Las obras kabbalísticas posteriores
a esa época desarrollaron la idea de las "almas principales"
pertenecientes a una raíz, que era Adán. Al morir Adán su alma se
deshizo en chispas que sólo mediante el gilgul podrían reunirse
nuevamente. En el siglo XIX la kabbalah perdió el favor de los escépticos
eruditos judíos, con lo que el concepto de Gilgul desapareció de la
tradición. Desde los inicios del siglo XX, el gilgul no ha sido enseñado
en ninguna de las tres ramas principales del judaísmo -la reformista, la
conservadora y la ortodoxa- aunque se sigue enseñando en la secta hasídica.
La
reencarnación en el cristianismo
Edgar
Cayce dijo en cierta ocasión: "¡Puedo encontrar la idea de la
reencarnación en la Biblia, y usted puede volver a encontrarla
enseguida!" En ninguna de las principales denominaciones cristianas
se enseña la reencarnación, pero los cristianos que creen en ella
piensan que en la Biblia hay pruebas de la noción a pesar de la ausencia
de referencias directas a la misma. En el evangelio de Mateo, Jesús
afirma que Juan el Bautista fue en otro tiempo el profeta Elías, quien se
suponía debía regresar a la Tierra antes de la llegada del Mesías. Juan
el Bautista negó serlo, pero los reencarnacionistas señalan el
"olvido" que desciende antes de cada nueva vida para explicar el
hecho. Quienes
se oponen a la reencarnación dicen que nada se menciona sobre el tema en
el evangelio de San Pablo, y que solamente Jesús tiene la facultad de
volver a nacer en la Tierra. Sus defensores sostienen que la idea de la
reencarnación está implícita en el Nuevo Testamento y les parece
significativo que el mismo Jesús no la refutara, añadiendo que desde la
perspectiva de los autores de los Evangelios el retorno de Jesús era
inminente y traería consigo el fin del mundo, lo que obviaría toda
reencarnación. De
acuerdo con antiguos documentos coptos descubiertos en Egipto en 1945, los
gnósticos (que influyeron en la doctrina cristiana) creían en la
reencarnación. El manuscrito gnóstico Písíis Sophia
(Conocimiento-Sabiduría) relata cómo Jesús explicó a María Magdalena
que Él había provocado el renacimiento de almas avanzadas, incluyendo la
de Elías como Juan el Bautista. Los cristianos primitivos llamados pre-existencia,
entre los que se contaban autoridades ; eclesiásticas tan importantes
como ? Justino Mártir y Orígenes, creían en la doctrina de la
preexistencia del alma, la cual implica la reencarnación. La doctrina fue
aparentemente desterrada en 553, año en que el emperador romano
Justiniano, habiéndose proclamado jefe de la Iglesia, anatematizó a Orígenes.
Durante la edad media la creencia en la reencarnación sobrevivió,
conjuntamente con otras concepciones gnósticas, en sectas religiosas como
la de los cátaros o albigenses, en agrupaciones como las de los
caballeros templarios, los rosacruces y los francmasones, así como entre
los alquimistas, los kabbalistas, etc. El
interés secular occidental en la reencarnación se vio reavivado en el
siglo XIX cuando madame Helena P. Blavatsky introdujo el pensamiento esotérico
oriental en Occidente a través de la teosofía. En Isis Unveiled, Madame
Blavatsky sostiene que la reencarnación era producto de la
"ignorancia de los sentidos". Según
los pocos sondeos de opinión que se han realizado, en el siglo XX la
creencia en la reencarnación se ha difundido de manera bastante pareja en
todo el Occidente predominantemente cristiano. Una
encuesta realizada por Gallup en 1969 entre adultos de doce países reveló
que la creencia en la reencarnación variaba desde un 10% en su punto más
bajo (Holanda), a un pico del 26% en Canadá. En los Estados Unidos, un
20% creía en la reencarnación, mientras que un 18% fue el resultado en
el Reino Unido. Un
sondeo llevado a cabo por la misma empresa en 1981, esta vez sólo en los
Estados Unidos, reveló un incremento del 3% entre los reencarnacionistas,
llevando la cifra hasta un 23%, o sea, un total de 38 millones de adultos.
El número de mujeres creyentes fue ligeramente mayor (25%) que el de los
hombres (21%). Aproximadamente una cuarta parte de los feligreses de las
principales religiones dijeron creer en la reencarnación: 26% de los
metodistas, 25% de los católicos, 22% de los luteranos y 21% de los
protestantes. Ninguna
de las principales religiones cristianas reconoce o enseña oficialmente
la idea de la reencarnación, aunque diversos miembros de sus clerecías
han especulado sobre ella o la han apoyado. La Unity Church (llamada a
veces la "Iglesia de la Nueva Era") reconoce la reencarnación e
invita a que sea enseñada a sus feligreses. Esta iglesia hace hincapié
en la "regeneración" más que en la reencarnación, afirmando
que la regeneración, o purificación del alma, es lo que eventualmente
hace innecesaria la reencarnación.
Investigación
científica de la reencarnación
Se
han realizado esfuerzos para investigar científicamente la reencarnación
y verificar las afirmaciones acerca de vidas anteriores. El más
importante de ellos ha sido la investigación de Ian Stevenson, profesor
de psiquiatría de la Universidad de Virginia, que empezó a investigar en
1960 los recuerdos espontáneos de reencarnaciones entre los niños de
todo el mundo. También en la India distintos investigadores han estudiado
diversos casos desde los años 20. Aunque
la reencarnación todavía tiene que ser probada científicamente,
Stevenson reconoce la existencia de pruebas en favor de la reencarnación.
Un serio problema en la reconciliación de la reencarnación con la
ciencia consiste en que esta última no reconoce la existencia de la
conciencia independientemente del cerebro, como una esencia que sobrevive
al cerebro después de la muerte. Para la ciencia, la herencia y el
ambiente son los únicos factores responsables de la formación del cuerpo
y la personalidad.
Reencarnación
en el sexo opuesto
Las
creencias en el desplazamiento sexual varían de una cultura a otra. En
las sociedades en las que la condición de la mujer es considerada muy
baja (como en el caso de los drusos del Líbano), se considera imposible
que un hombre reencarne en una mujer o bien se considera como un castigo kármico.
Algunos kabbalistas de los primeros tiempos sostenían que el cambio de género
era contra natura, y que el hombre que reencarnase en una mujer sería estéril.
Los
creyentes occidentales en la reencarnación aceptan por lo general el
cambio de sexo como parte del desarrollo del alma. Stevenson y otros
investigadores han recopilado casos de cambio de sexo.
Reencarnación
de seres humanos en formas no humanas
Entre
hindúes, budistas, muchas tribus africanas y algunas tribus de aborígenes
norteamericanos como los inuit, existe la creencia en la transmigración
del alma humana hacia dominios inferiores. En África son más comunes las
creencias en el renacimiento del alma humana en formas no humanas que las
creencias en el renacimiento entre seres humanos. Las formas no humanas
comprenden mamíferos, pájaros, reptiles, insectos, plantas y monstruos
fabulosos. En
el antiguo Egipto existía la creencia de que el alma humana podía ocupar
formas animales en su proceso de perfeccionarse a sí misma, y que podía
permanecer hasta tres mil años en la forma animal antes de retornar a la
forma humana. Los griegos de la antigüedad tomaron de los egipcios su
concepto de metempsicosis, o tránsito del alma del cuerpo de un ser
humano al de otro ser humano, o al de un animal. No es seguro que Pitágoras
y Platón enseñaron el concepto de metempsicosis de manera literal aun
figurada. Según algunos seguidores de Platón, un alma humana que
involucionaba no se convertía realmente en el alma de un animal, sino que
tomaba posesión del cuerpo a la manera de un daimón o espíritu guía.
Justino Mártir, filósofo del cristianismo primitivo (c.100-165), creía
que las almas humanas "indignas' eran asignadas a animales salvajes.
Esta idea que impugnada por otros cristianos de la época como Tertuliano
(c.160-230), que la consideraba ridícula. En el Occidente contemporáneo
la transmigración de almas humanas a animales es ampliamente rechazada
incluso por quienes creen en la reencarnación, como la Unity Church. El
principal argumento que se esgrime contra esta creencia es que la
extremadamente desarrollada conciencia humana no podría funcionar en una
forma de vida inferior. Además, la ley del karma no se cumpliría, porque
un animal no podría entender o percibir de manera alguna lo que está
sucediendo. Stevenson no ha podido encontrar en sus investigaciones
pruebas convincentes en apoyo de la transmigración a formas inferiores de
vida. Las lecturas de Cayce no mencionan ningún hecho de esa clase,
aunque Cayce sí declaro que la actitud de la especie humana hacia los
animales y la forma en que los trata, produce una reacción kármica del
mismo reino animal.
Reencarnación
en dominios infrahumanos
Los
hindúes y los budistas creen que todas las formas de vida reencarnan como
parte de su propia evolución espiritual. En Occidente, algunos creen en
un proceso unívoco en el que entidades infrahumanas se elevan hasta el
dominio humano y aún más allá. De acuerdo con la teosofía, las
especies infrahumanas pertenecen a un "alma grupal", una
conciencia colectiva. Así, por ejemplo, cuando un animal muere, su
individualidad es absorbida en el grupo. Las nuevas almas de animales
renacen de chispas desprendidas del alma grupal, de manera similar a la
idea budista del renacer entre los hombres. La teosofía sostiene
igualmente que en el planeta Tierra epa ten varias líneas de evolución
paralelas. Una de ellas se inicia en los minerales y se abre camino hasta
las plantas, los arbustos, los árboles, los reptiles antediluvianos, los
mamíferos inferiores, los mamíferos superiores y los animales domésticos,
hasta alcanzar finalmente a los seres humanos (que a su vez pueden
dividirse en tres niveles: primitivos, corrientes y avanzados). Otra
corriente comienza igualmente en los minerales, pero sigue una senda
distinta a través de las hierbas, las hormigas, las abejas, las criaturas
etéreas, las hadas, los espíritus del fuego, las sílfides, los devas
astrales y los devas superiores. Las aves pertenecen a una línea
evolutiva que culmina en los espíritus de la naturaleza y los devas. El
concepto de alma grupal está presente en las enseñanzas de Zaratustra,
que le preguntó al creador Ahura-Mazda cuál era el destino de la
conciencia de un perro cuando éste moría. Según el Vendidad, obra del
propio Zaratustra, Ahura-Mazda respondió: "¡Oh sagrado Zaratustra!,
se marcha en una corriente de agua donde, de mil perros y mil perras, una
pareja -un macho y una hembra- de los Udras (perro de las aguas, quizás
una foca o una morsa) que habita las aguas adquiere su ser". Un
caso documentado de supuesta reencarnación animal ocurrida en los años
'60 se refiere a un niño vietnamita que recordaba que en su vida anterior
tenía un perro que también había muerto y se había marchado con él al
más allá. Durante la investigación del caso, el niño fue llevado a la
aldea donde decía haber vivido, y donde todavía vivían los miembros de
su familia anterior. Uno de los miembros de la familia tenía un perro que
nunca antes había visto al niño, pero que actuaba como si lo conociera.
En opinión del niño, se trataba de su antiguo perro reencarnado. El niño
dijo que antes de la reencarnación no le habían dado frutas, sino una
"sopa del olvido”, de la que él se había deshecho dándosela al
espíritu de su perro. Al parecer la sopa no afectó al perro en su vida
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