ARGU MENTO.
Bodas de Perseo y extraño síntoma de la cabeza de Medusa.
Nada le retenía ya a
Perseo en aquellas abrasadas tierras africanas. Puso las alas a sus pies y
se lanzó en un rápido vuelo. llegó hasta Etiopía, en la cual reinaba
Cefeo1,
en el preciso momento en que Andrómeda, para expiar un crimen de su
madre, había de perecer por una injusta sentencia de Júpiter Ammón.
Perseo, viendo a esta joven princesa atada a una roca y expuesta a la
voracidad de un monstruo marino... quedó enamorado de su belleza y de la
bondad que brillaba en sus ojos. No pudo menos que acercarse a ella para
preguntarle la causa de su infortunio. «Yo no creo, ¡oh bella princesa!,
que merezcas que te aten otras ligaduras que las de mis brazos amantes.
Dime tu nombre. Dime tu tierra. Dime la razón de tu cadena y la causa de
tu duelo.» Andrómeda callaba. La vergüenza le impedía contestar al
hermoso muchacho. Al fin, después de muchos ruegos varoniles, se decidió
a decir su nombre, su país y las excesivas vanidades de su madre, comparándose
en hermosura con Juno y las Nereidas. Ella siguió hablando hasta que vio
salir del mar a un monstruo inmenso. Dio un grito terrible que debió de
llegar hasta los oídos de sus culpables, pero desdichados padres. Socorrióla
Perseo diciéndoles: «Tiempo tendréis de llorar vuestras desdichas. Pero
si queréis socorrerla por lo pronto por lo pronto, entregádmela por
esposa. Siendo yo hijo de Júpiter, no creo que se me niegue la gracia de
su perdón.»Cefeo y la reina su
esposa aceptaron esta proposición y prometieron a Perseo el reino como
dote de su hija.Lo mismo que una embarcación movida vigorosamente por los
remeros, así se vio avanzar al monstruo hacia la roca. Perseo se dispuso
para la lucha. Se alzó en el espacio y, como un rayo, se dejó caer sobre
el lomo de la bestia con la espada desnuda; penetró ésta hasta el puño
en el ojo del monstruo. Al sentirse herido se removió iracundo; y la
sangre que manaba y el agua que expedía fueron tantas y de fuerza tan
enorme, que al salpicar al audaz Perseo pusieron en peligro la estabilidad
aérea. Nuevo ataque de éste; y la espada se clava en el vientre de la
bestia... Al poco tiempo el océano se tragaba a su alimaña. En la
ribera, Cefeo y su esposa, locos de contento, aplaudían a su futuro yerno
y redentor de sus dolores. Andrómeda, ya libre, se da como precio al
vencedor. Perseo elevó inmediatamente tres altares para dar gracias a los
dioses. En el del centro sacrifica un toro al padre de los dioses; en el
de la derecha, a Palas, una vaca; en el de la izquierda, a Mercurio, un
becerro. Después abraza a Andrómeda. Amor e Himeneo les acompañan con
las antorchas encendidas. Un perfume intenso se apodera de todos los
olfatos. Se perciben dulcísimas músicas lejanas. Se agitaban los
entusiasmos como si fueran banderolas. Abriéronse de par en par las
puertas del palacio de Cefeo... y en él ya estaban preparadas las mesas
del convite nupcial y el lecho de los desposados. Al final del banquete,
cuando ya estaban todos los ánimos arrullados por el optimismo de los
vinos, habló Perseo acerca de las costumbres y usos del país. Cefeo rogóle
que les contara cómo consiguió aquella cabeza de Medusa cuyos cabellos
no eran sino víboras. «En el reino del Atlas -dijo Perseo- existe una
ciudad fortificada con altas murallas, cuya custodia fue confiada a las
hijas de Forcis, que tenían un solo ojo para ambas. Aprovechando el
momento en que una de ellas prestaba el ojo a la otra, yo penetré en la
ciudad y llegué hasta el palacio de las Gorgonas, adornado con las
figuras de las fieras y de los hombres a los que la vista de Medusa había
petrificado. Para evitar que me encantase a mí yo no la miré sino
reflejada en mi escudo. Aproveché su sueño y le cercené la cabeza.»Preguntáronle
después a Perseo por qué Medusa tenía serpientes en vez de cabellos. «Es
una historia digna de vuestra curiosidad. Os la voy a contar. Medusa, en
un tiempo, fue la más amable de las criaturas. Inspiró grandes pasiones.
Pero estaba enamorada sobre todo de sus cabellos. Neptuno y ella
profanaron un templo de Palas, ante cuyos ojos pusieron su propio escudo
para que no viera sus expansiones. Para castigar tamaño desacato, cada
cabello de seda y oro de Medusa se transformó en una inmunda víbora... Víboras
que, garbadas en su escudo, utiliza ahora ella para vengarse de sus
enemigos.»
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