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LOS SECRETOS EN ISLA DE
PASCUA
ir a rapanui
Si
algúna vez sobrevoló la Isla de Pascua en dirección a la Polinesia,
El Viajero Ilustrado habrá escuchado una palabra mágica: moai. Y
habrá sabido que son moles de piedra con forma de caras alargadas con
sombreros (o sin ellos) que simbolizan la cultura Rapa Nui. Ahora bien,
durante los dos días que deberá dedicar a recorrer la isla -un lugar
donde la historia y el misterío conviven frente al mar- las pregun tas
lo acosarán interminablemente: ¿Cómo hicieron para transportan tanto
peso? ¿Qué representan? ¿Es cierto que intervino alguna fuerza
sobrenatural? La mejor manera de afrontar la experiencia por este museo
al aire libre es dejándose invadir por la impetuosa beReza natural del
paisaje, las versiones y las historias que surgieron en 1722, cuando un
grupo de marinos holande5" rocaló en la isla un domingo de
Pascuas. La sorpresa, dos siglos y medio después, sigue siendo la
misma. El Viajero, seguramente administrará con sobriedad su cámara de
fotos o su videograbadora cada vez que avance por la playa o la cantera
del volcán. Porque en la isla hay cerca de 900 de esos guardianes
inmóviles y misteriosos y la compulsión por tomar imágenes suele
obstaculizar una miradí más contemplativa, más intensa. Cofiviene
mirarlos e incluso "comunicarse» en el idioma del silencio. Si
bien esta tierra es visitada y estudiada por antropólogos y
arqueólogos de todo el mundo, la cultura Rapa Nui se mantuvo gracias a
la tradición oral de su gente, a través de relatos que fueron
transmitiéndose de generación en generación. Por eso quedó poca
documentación histórica del enorme esfuerzo humano que se realizó en
su obra. Los descendientes de la raza maori describen a quien quiera
oírlos un complejo mecanismo que denominan «olas de piedra . para
entender eL traslado de los gigantes (un sistema de largos cilindros que
le permitían a los moais rodar y transportarse). Y desestinan cualquier
teoría antojadiza que asocia a sus antepasados con supuestos
extraterrestres, ofendiéndose ante el descreimiento de los extranjeros.
Cada vez que se moríia un integrante destacado de la familia, se
construía un moa¡ en su honor y se lo instalaba en el ahu, la
plataforma. Entonces, según la tradición, el moaí tomaba el poder del
ancestro para cuidar la aldea desde su inmensidad. Se convertía así en
una foto del alma pero de piedra y con ojos de cor'al blanco. El Viajero
Ilustrado sabe que hoy queda uno solo con ojos, en Hanga Roa. Un grupo
de ancianos lo conserva como en los viejos tiempos. Aunque mira, el
moaÍ guarda su secreto. Es bueno que así sea.
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