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HISTORIA SIN FIN,JORDANIA,LEYENDA DE PETRA

Los misterios de Amán

Jerash, la ciudad futurista

La leyenda de Petra

Mádaba y el Mar Muerto

El desierto de Wadi Rum

LA MURALLA

EL CASTILLO

Petra y todo el glorioso pasado

 

 

parado en el tiempo

jordania

mapa de jordania

perfil de la entrada de Petra

ADOLFO CORONATO Jordania. Enviado Especial

E1 hilo de la vida se adelgaza aquí hasta extremos increíbles. El desierto hipnotiza al observador más indiferente, y también sepulta a las más orgullosas civilizaciones. La piedra emerge de la arena eterna y da cuenta del esplendor y caída de vastos imperios. Egipto, Grecia, Roma, Bizancio, los albores del cristianismo, el Islam y las Cruzadas, yacen aquí y se entrecruzan, se superponen en ciudades, templos y fortificaciones sin Fin. Toda Jordania es un gran yacimiento arqueológico, memoria viva del pasar del hombre. Pero también es tierra de profetas y peregrinos, de mandamientos de justicia divina, de milagros, leyendas y fe humana. Jordania evoca el aura bautismal de un río sagrado y una tierra bendecida. Tierra de promisión y agua, tras afiebradas jornadas de sed en las desérticas rutas de la seda, el sándalo y el oro. Aquí están los lugares y caminos que recorrieron profetas como Abraham, Moisés, Lot, jesús, Juan el Bautista, Mahoma y otros para dejar sus mensajes y cumplir su misión en la tierra. La Biblia es aquí algo más que un monumental documento de fe: es también una guía, un mapa virtual de rutas a lugares sagrados, testimonio de personas y hechos consagrados en la historia de esta tierra serena y espiritual.

Los misterios de Amán


Amanece en Amán, la capital de Jordania. Las voces del almuédano llaman a la primera oración: bajo un cielo azul de prusia, la ciudad abandona su sueño de estrellas y se despereza, asentada sobre sus diecinueve colinas. Poco a poco desvela al viajero sus contrastes: abrumada de historia, la ciudad vieja se repliega en su serena magia; la zona nueva estalla en una vertiginosa red de carreteras sembradas de modernos edificios de caliza y cristal. La piedra pulida de las fachadas se empecina en mantener la blancura original, típica de su tierra arenosa. Por fin, la mañana despierta en la vocinglería ululante de mercadillos y bazares, que compiten con el rugir de las calles y su tránsito infernal, donde el abuso exasperante del claxón alcanza la categoría de deporte nacional. Ya en el 1200 a.C. se hablaba de Rabbath-Ammón, la capital de los amonitas. Durante T. Filadelfus (283-246 a.C), la urbe fue reconstruida y rebautizada como Filadelfia. Herodes la reconquistó en el 30 a.C Y la incorporó al imperio Romano. Así quedó integrada a la Decápolis, una confederación de diez ciudades greco-romanas.La fortificada ciudadela Orneya' a unos minutos de taxi, nos lleva al pasado: las columnas reales de un templo romano surgen en la acrópolis y también los elegantes capiteles de una iglesia bizantina. Al pie, un teatro romano con capacidad para 6 mil espectadores palpita aún hoy con es En Amán, el viajero puede perderse sin miedo entre las tiendas y las callejuelas, espectáculos y luces. Como tesoros, Amán custodia el templo de Hércules, el Odeón, el museo Arqueológico, el de las tradiciones populares y la mezquita de El-Hussein, la más pintoresca y concurrida.Amán no es muy grande y recorrerla a pie es una experiencia fascinante. Conviene perderse sin miedo entre ' las tiendas de Jebel Hussein o en las atestadas callejuelas sin nombre ni número del barrio Shmeisan¡, tomar un café o fumar un narguile (pipa de agua) de tabaco suave y perfumado. Descubrirá que el jordano, corno buen árabe, es hospitalario, políglota y amigo de la charla y de los placeres sencillos de la vida. Lo máximo que puede ocurrirle es que le inviten a su casa, a tomar un té fragante y dulzón aderezado de hierbabuena: tal vez le muestren una fabulosa colección de sellos o la daga de un abuelo que luchó junto a Lawrence de Arabia. A media hora en dirección N.O., está Salt, antaño capital de Jordania: calles pintorescas y arquitectura otomana, pastelería árabe y técnicas tradicionales de su cerámica, tejidos y tintes. En Fuheis, también cerca, una visita al restaurante (junto a la galería de arte) y una vuelta por el pueblo, durante la tarde, resultarán una experiencia inolvidable. Y en la aldea amurallada de Kan Zamán, una fiesta de los sentidos le espera con danza, música y antigua comida árabe (ver la buena mesa).

Jerash, la ciudad futurista

Durante el imperio romano Jerash, al norte de Amán y cerca de Salt, integraba la Decápolis, y era una ciudad abierta, con urbanización libre y edificios de ingeniería avanzada, adornados con mármol y granito. Cuando el refinado Adriano la visitó en el 129 d.C ya era floreciente y por breve tiempo fue un centro del poder. Hoy, el Arco erigido en su honor permite el acceso a las ruinas y conduce a la Plaza Oval, quizá uno de los conjuntos de diseño urbano más impresionantes del imperio. Esta perspectiva de columnatas en óvalo inspiró a Bernini para la construcción de la plaza de San Pedro, en Roma. El viajero podrá caminar los 800 metros de la Avenida de las Columnas, con su calzada de grandes losas originales y la huella de los carruajes. Lo espera el templo de Artemisa, y el milagro de sus columnas basculantes -apenas movidas por el viento- alarde de ingeniería futurista destinado a preservarlo de los frecuentes sismos. No lejos de aquí, en Azraq, antiguo Dunto estratégico en la ruta de las carava~as desde Arabia hasta Siria, se encuentra el castillo de Qasr Azraq, elegido por Lawrence de Arabia como cuartel general en 1917 para lanzar el ataque final contra Damasco, que provocó la caída del poder otomano. Desde aquí hay un circuito de uno o dos días por castillos y fortalezas de las Cruzadas (Halabat, Kharanah y Mushatta) que puede programar en Amán.

La leyenda de Petra

La ciudad rosada juega con el sol y va modificando sus tonos al compás de la marcha del astro. Cuando llegamos allí, al sur de Jordania, Petra exhibe su inexplicable monumentalidad y se torna irresistible. Que a alguien se le ocurriese esculpir cientos de fachadas clásicas en los riscos del desierto, es ya una aventura surrealista. Pero la determinación empecinada que surge de la piedra hasta experimentar el éxtasis por la materia llevada a la más si¡blime belleza, la vuelve totalmente inverosímil, misteriosa. Dos mil años de viento y lluvia han difuminado buena parte de sus puntiagudas salientes, acaso para darle ese aire fantasmal de las esculturas surgidas de su delicada piedra arenisca. Entrar a Petra por el desfiladero del Siq es como introducirse en el viente de la historia Entrar a Petra por el desfiladero del Sici, única puerta de acceso y salida, es como penetrar en el vientre de la historia. A lo largo de 1.200 metros, por momentos, las paredes erosionadas parecen cerrarse: el sol no penetra y un viento frío castiga al caminante. Uno de los lugares más famosos del turismo en Jordania, por allí desfilan turistas y beduinos, caballos, burros y calesas, mientras el eco juega entre las fachadas y devuelve voces innumerables. Los grabados aparecen dañados por los iconoclastas, pero puede advertirse hasta qué punto la cultura nabatea (ver Imperdible) era una amalgama de los mundos helenístico y de Oriente Medio: Victorias Aladas, una representación de la egipcia Isis, jinetes montados en leones o came llos. De pronto, como en el momento culminante de la película «Indiana lones y la última cruzada", se recorta en el final de la garganta el resplandor rosa-rojizo de la fachada del Tesoro.
Viajeros extasiados -y también aventureros endomingados, émulos de Indianaatraviesan ansiosos la oscura puerta de la fachada, buscando los leones de piedra y los sellos cruzados en el suelo que Steven Spielberg imaginó para el final de su filme. Pero solo encuentran una estancia vacía, con salas más pequeñas que salen de ella. La función del "tesoro" se desconoce, pero el hueco en el umbral, que servía para libaciones o lavados rituales, sugiere que podía ser un lugar de culto.
A partir del Tesoro, Petra aparecerá como un ataque a los sentidos. Unos 800 monumentos y construcciones dan formas fantásticas a las montañas, en la sensualidad de su piedra, su calor y su sílencio, Los nabateos convirtieron en reales unas tumbas imaginarias, creadas corno una puerta material entre la vida terrena y la celestial. Sólo así puede entenderse el sepulcro de Aaron, he --mano de Moisés, que domina desde su aita soledad el caprichoso entrelazado urbano, convirtiendo los sueños febriles del desierto en húmedos rincones del paraíso.
En Petra se puede permanecer un día o diez: siempre resultará inabarcable. Pero en una jornada agotadora, también podrá recorrer la calle de las columnas, un gigantesco teatro para 7 mil espectadores cavado en la roca roja, la ruta de las tumbas reales y una escalera sin fin (una hora a pie, la mitad en burro) que serpentea la montaña hasta alcanzar el Monasterio (el monumento zar imponente de Petra) y,, el Altar de] Sacrificio, con precipicios impresionantes que dan vértigo.

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Mádaba y el Mar Muerto

Mádaba, en la ruta del "Camino de los Reyes", a 25 km de Amán, al este del Mar Muerto, es conocida por sus quince iglesias ortodoxas y sus increíbles mosaicos bizantinos. El más grande de los conocidos (25 metros por 5, con 2 mifiones de teselas) data del Vi d.C en la actual iglesia greco-ortodoxa de San Jorge: representa el mapa de Palestina con una reproducción de Jerusalén y otros lugares santos. Mádaba es punto de partida para ascender al monte Nebo, donde según las Sagradas Escrituras murió Moisés tras contemplar la tierra prometida. Desde su altura, en días claros, pueden observarse las torres de Jerusalén, llanuras colosales y polvorientas soledades. Ubicado en el valle del jordán, el lugar tiene un profundo sentido religioso para los peregrinos: se supone que aqui estuvieron las ciudades bNicas de Sodoma y Gomorra.En el asentarnierito de Betania, en un lugar aun no abierto al turismo y con custodia militar, a solo metros del Jordán, el arqueólogo musulmán Muharnmad Wahid explica su últirno gran descubrimiento: el lugar donde Juan bautizó a jesucristo. "Bautizaba aquí porque estaba en la dirección al Mot ¡te Nebo. Esperaba a los peregrinos que hacían la ruta desde Jerusalén, pasando por Jericó, terminando con un baño restaurador en las termas de "Hammamat Ma'in", dice. Desafiando el precepto bíblico de no realizar construcciones sobre la arena, especialmente tan cerca del Jordán, Wahid muestra los restos de tres iglesias superpuestas en un mismo lugar. Entre las ruinas se pueden ver grandes piscinas con escalones para la inmersión de los que iban a ser bautizados. Desde aquí se desciende hacia el Mar Muerto, el punto más bajo de la tierra a 400 metros bajo el nivel del mar Mediterrátieo. Sus aguas tienen un 33 por ciento de salinidad (3 por ciento en el Mediterráneo), lo que torna prácticamente imposible la vida, pero favorece la formación de sedimentos de limo de gran poder curativo y cosmético. Meterse en el Mar Muerto, sentir esa fuerza extraña empuja desde abajo y evita hundirse, resulta para el viajero una experiencia irrepetible..

El desierto de Wadi Rum

Wadi Rum, al sur del Mar Muerto en la frontera oeste, es un arrebato caprichoso de la naturaleza, un vasto escenario fantasmal de indescriptible belleza. Esta secuencia de valles paralelos formados por gigantescas montañas de granito, basalto y piedra arenisca confonna el conjunto desértico más extenso y majestuoso de Jordania. Desde lo alto, sus rocas de extrañas crestas y texturas parecen una sucesión de islas en medio de un mar seco de arenas rojas. Este escenario puro y majestuoso puede vivirse de varias maneras: colinas y desfiladeros para los senderistas; cumbres de 1.700 metros para escaladores intrépidos; vuelo en globo para los más arriesgados; inscripciones y dibujos en las piedras para los más curiosos. Pasar la noche en una jaima (tienda) beduina, contemplar sus amaneceres rojos o el cielo cuajado de estrellas, instalan al viajero en la secreta y misteriosa armonía del universo.
"Enorme, resonante, divino exclamó Thomas Edward Lawrence, al descubrir el Wadi Rum. Esa magia perdura y hará que cualquiera que trepe a un carnello se sienta lawrence de Arabia, transportado a 1917, cuando desde estos riscos partían las ululantes legiones-beduinas para sorprender los asentamientos turcos. En jordania, Lawrence no está tan bien visto como en Occidente: se le considera un oportuilista que solo defendía los intereses británicos en lo que fue esencialmente una victoria militar árabe conducida por Faysal. Con todo, el mito de del aventurero beduinoinglés de mandíbula cuadrada y ojos azules, como lo retrató David Lean en su filme de 1962, rodado en estas arenas, se niega a abandonar la escena. Gracias a Hollywood, la leyenda continúa: un show especialmente montado permite hoy subirse a un humeante tren de época, pedir una champaña helada y ser sorpresivamente "atacado- por un enjambre de beduinos a lomo de camello. Es la última parte de un cuento que sentimos acabar cuando el viaje llega a su fin. El velo de Oriente se cierra detrás nuestro. 

LA MURALLA



Kan Zamán, la aldea amurallada del período otomano, se presenta como una excursión al hedonismo. Esta pequeña fortaleza, a solo 12 km de Amán, es un pueblo con un típico restaurante de techos abovedados y tiendas de artesanía tradicional, talleres de madera tallada y vidrio soplado. En uno de estos últimos podrá tener la casi única experiencia de soplar su propio vidrio, y llevarse de recuerdo la botella ... o el engendro que de ahí surja. Resultará irresistible sentarse a la mesa y dejar que vayan "cayendo" ¡os 11 mezze" (variedad de platos típicos a modo de aperitivo), el tibio Jobz recién horneado (aromático y fina pan árabe), hasta que aparezca el Mansaf (plato nacional; especialidad beduina de cordero sobre base de arroz con piñones, cubierto con salsa de yogur), bien regado con el excelente vino jordano, especialmente el tinto. Para digerir, lo ayudará el arak, un seco y ardiente anís de 48 grados. El laúd y (a danza árabe lo transportarán al paraíso, envuelto en las volutas perfumadas del narguile. Al salir a ¡a intemperie, un cielo tachonado de estrellas y el frío del desierto lo volverán a la tierra: para entonces habrá quedado en claro que la única verdad la dictan los elementos y que ningún otro dios decicie por nosotros.

EL CASTILLO

Otro imperdible de Jordania es Azraq, antiguo punto estratégico de las caravanas de Arabia hacia Siria. Allí confluyen la antigüedad, las cruzadas y el comercio de las caravanas. Fue desde el "fuerte azul" de Qasr Azraq que Lawrence de Arabia lanzó el ataque final de la revuelta árabe de 1917 contra la los turcos otomanos que ocupaban Darnasco. Una familia drusa, actualmente en su tercera generación, ha sido la guarda del castillo desde la época de Lawrence: cuando el viajero se acerque, alguno de sus miembros llegará para hacerle de guía. Aquí está, bajo la torre, la enorme puerta frontal de piedra bas,alto, que todavía gira sobre sus goznes, con sus tres toneladas y su irresistible tentación de moverla. Lawrence describió en uno de sus libros cómo todo el muro occidental temblaba cuando conseguían cerrada de golpe.

Petra y todo el glorioso pasado

Ciudad oasis situada entre los precipicios de las montañas de¡ Sur, casi a mitad de camino entre el Mar Muerto y el Golfo de Aqaba, Petra fue la matriz de la cultura de los nabateos, una tribu de beduinos nómades que emigró de¡ desierto en busca de agua. Su prospendad se debió al comercio de las caravanas, en la ruta de la India y Arabia hacia el mar Rojo y el Mediterráneo, y en el camino de la Mesopotamia y Oriente hacia Egipto. Los nabateos fueron capaces de mantenerse independientes de¡ poder de Roma hasta el 106 d-C, en que el emperador Trajano convirbó a Petra en una provincia romana. Fue el descubrimiento de los vientos monzónicos el que la sumió en la decadencia y el olvido: Roma cambió las rutas del desierto por el transporte marítimo y abandonó a Petra por Palmira. El lugar era tan remoto e inaccesible que fue desconocido desde la época de las Cruzadas hasta el siglo XIX (casi mil años), en que el explorador suizo Jean Louis Burckhardt la redescubre en 1812, casi por casualidad. En los alrededores de Karak oyó hablar de una increíble ciudad antigua encerrada en el corazón de una montaña impenetrable. Disfrazado de sheik árabe y acompañado por un guía beduino, halló la ciudad, tomó en secretos notas y bosquejos que fueron publicados en 1822, cinco años después de su muerte, bajo su nombre adoptivo de Sheikh Ibrahin ibn Adallah. Recién en 1924, con las primeras excavaciones, Petra empezó a emerger de las arenas para revelar su civilización perdida.



origen de datos : clarin del 11/03/2001