|
Sir Walter Raleigh
(1552-1618) es el personaje adorado por el romanticismo inglés, aunque para
hacerlo se deja siempre en el olvido su historia como guerrero. Se dice de él
que inventó la caballeresca costumbre de arrojar la capa sobre el barro para que
no se ensucien los pies de la amada. En cierta ocasión la arrojo delante de la
reina, y es que Raleigh estaba enamorado de su soberana. Escribió interminables
poemas camuflando el nombre de la reina bajo el de Cintia. Aquel amor sería el
desastre de su vida.
Nació de una humilde
familia en Devon. Tras llegar en 1569 al Colegio Oriel de Oxford y realizar sus
estudios, se enroló para la guerra en Francia al lado de los hugonotes. En 1574
regresó a Inglaterra e inmediatamente fue destinado a Irlanda al mando de una
unidad de infantería. Su adorada reina Isabel quería imponer la religión
anglicana y su ferviente servidor mostró una increíble crueldad para
conseguirlo. En la localidad de Smerwick asesino a sangre fría a 600 soldados
enviados por el Papa. El sanguinario Raleigh odiaba a los enemigos de su amada,
esos eran los españoles. Ese odio le saldría muy caro. Dirigió en 1578 una expedición de piratería sobre los
dominios españoles sin demasiado éxito, y de vuelta a casa se integró en
la corte isabelina llena de intrigas y traiciones. Después de cinco años llegó a
ser el favorito de la reina. Se le otorgaron favores, posesiones y riquezas
descomunales. Pero a sus 35 años un joven recién llegado a la corte ocupa su
puesto al lado de Isabel. Se trata del conde de Essex que con 20 años encandila
a su amada. Su boda con Isabel
Throckmorton, amiga de la reina, le lleva a pasar la noche de bodas en la Torre
de Londres. El poeta se ve desterrado de la corte definitivamente en 1592 y
recurre a sus amigos: Marlowe, el poeta loco; Chapman, el traductor de Homero y
al matemático Harriot. En esa época habla con un prisionero español y lo escucha
con mucha atención. Se trata de Pedro Sarmiento de Gamboa, soldado y cronista de
la guerra contra Tupac Amaru. Aquí comienza la historia de uno de los militares
más desastrosos que conocemos.
En su cabeza sólo da
vueltas una idea: recuperar el favor de Isabel. Así que moviendo todas sus
influencias promete a la reina “Unas Indias para su Majestad, mejores que
cualesquiera tenga el rey de España”. En 1593 las expediciones financiadas por
Raleigh intentan encontrar un paso al norte y tomaron posesión de las desoladas
y frías costas de Terranova, fundando la colonia de Virginia que fracasó en poco
tiempo. Aquello no eran las
Indias que había prometido. Así que en febrero de 1595 decide entrar en acción
él mismo. Al mando de cinco navíos con tripulaciones veteranas y más de cien
soldados escogidos personalmente partió desde el puerto de Plymouth en busca de
la Ciudad Dorada. Lo que las expediciones españolas no habían podido conseguir
lo haría la suya. Raleigh se internó en el Orinoco. Sus barcos de bajo calado
siguieron la corriente principal entre vegetación tropical y bandadas de
caimanes. Y como era de esperar no llegó a ningún sitio. Intentado averiguar el
paradero de El Dorado toma las aldeas aborígenes incendiándolas después y
matando a sus habitantes cuando no pueden darle información. Captura al
gobernador Berrio en San José de Oruña, capital de Trinidad, un caballero al que
trata de “gran corazón” pero el
español tampoco puede decirle dónde se encuentra la mítica ciudad. Deja a una
guardia con dos embajadores y emprende camino a Caracas. En el ataque no
encuentra soldados españoles y los civiles le hacen perder varios hombres. Como
no encuentra un botín importante ordena quemar y saquear la ciudad.
Para agosto de ese
mismo año Raleigh regresa a Inglaterra derrotado y “reducido a la mendicidad”
Pronto le llegan noticias de que los españoles han vencido y apresado a sus
embajadores, así que decide reunirse de nuevo con sus amigos y olvidar por un
tiempo el Nuevo Mundo. Escribe entonces el que ha sido considerado uno de los
grandes libros de viajes en habla inglesa. Bajo el título excesivamente largo de
The
Discoverie of the Large, Rich, and Beautiful Empire of Guiana, with a Relation
of the Great an Golden Citie of Manoa, wich the Spaniards call El
Dorado
, Raleigh consigue un éxito que será traducido por toda Europa
impulsando de nuevo la leyenda de El Dorado. En verdad, se trata de un libro
sobre fantasías: Hombres que tienen los ojos en los hombros y la boca en mitad
del pecho o una blanca montaña de cristal. Pronto volvió a la
acción. Se le permite ir como contralmirante en el buque Warspright en el ataque
a la flota española anclada en Cádiz, regresando como un héroe con las piernas
destrozadas por la metralla. En 1957 es nombrado capitán de la guardia real y de
nuevo luce al lado de la reina con su armadura plateada. Pensando en nuevas
aventuras la llegada al trono de Jacobo VI de Escocia frustra sus planes. En la
nueva corte sólo se le ve como “un vil aventurero” y Jacobo lo acusa de conspirador
sentenciándolo a muerte aunque es perdonado y llevado de nuevo a la Torre de
Londres. Allí pasara los
siguientes trece años desesperado por “enmohecerse en la inmovilidad y no
brillar con el uso” Pero su mente no para. Descubre un método para secar más
rápido el tabaco, idea un sistema para convertir en agua salada en potable y
escribe libros sobre filosofía. A los 64 años de edad convence al rey de saber
dónde se encuentra El Dorado. En marzo de 1616 el monarca firma su libertad para
que localice la ansiada ciudad.
De nuevo parte de Plymouth en
junio de 1617 con trece barcos y más de mil hombres. Antes de llegar a las Islas
Canarias las fiebres hacen mella en la expedición, y los españoles les hacen
huir de las costas canarias. Su actuación en el Nuevo Mundo no se aparta de la
trayectoria de su vida. En la pequeña aldea de Santo Tomé un reducido grupo de
españoles derrota a la expedición y muere su hijo en combate. Su brazo derecho,
el sargento mayor Kaymis, se suicida.
Regresa a su patria en
junio de 1618 con un solitario barco. En Inglaterra el embajador español, conde
de Gondomar, ha presentado tantas quejas sobre las actuaciones de Raleigh,
comenzando por el ataque a San Tomé y su reiterado incumplimiento de todos los
acuerdos entre las dos naciones, que el rey manda ejecutar la antigua condena a
muerte. Ni su propio pueblo lo quiere aunque es admirado por su forma de
comportarse en el cadalso. Cuando el verdugo hizo rodar su cabeza, alguien entre
el público dijo “No tenemos otra cabeza como ésta para que la corten”.
Sir Walter Raleigh,
pirata y caballero, fue el exponente de una época en que todo valía para
conseguir realizar algo que te hiciera pasar a la posteridad. Después de él los reyes financiaron pocas
expediciones en busca de El Dorado y ninguna fue puramente militar.
|
|