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DONDE ESTA EL CACIQUE
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DONDE ESTA EL CACIQUE |
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"Mientras nevaba silenciosarnente sobre
los colihues de la montaña , el cacique Manuel Namuncura murió a los noventa
y siete años de su larga y, tormentosa existencia. Su hijo, Julián, de
sesenta v cuatro años, dirigió un telegrama ministro de Guerra,
comunicandole la ingrata nueva".
Este fragmento pertenece al libro El gualicho y /ti cruz del investigador y
escritor Pablo Fermin Oreja; y, merece
porque haremos referencia no sólo al legendario cacique sino a un episodio
vinculado a él, ocurrido no hace mucho tiempo en una región de, los
contrafuertes precordilleranos neuquinos, allí donde la soledad y, la
agreste belleza enmarcan un paisaje de maravilloso encanto.
Hijo del legendario calfucura -el (le la disciplinada caballería
temerarios lanceros- Manuel Naniuncura murió el 31 de julio de 1908, en
campos de San Ignacio, ¡mis, cerca de Chimpay, donde había nacido su hijo
Ceferino en 1886.
El 3 de agosto de 1908 los restos del venerable cacique mapuche fueron
enterados en el viejo cementerio de junín de. los Andes. Al menos, así
figura en la respectiva acta de lit parroquia.
Después, inexplicablernente, los restos de Namuncurá desaparecieron y
resultaron absolutamente infructuosos los esfuerzos de todos los que
pretendieron localizarlos. Cuando se procedió al traslado del antiguo
cementerio, los restos de Manuel Namuncurá no fueron hallados En aquella
época se afirmó que cinco chilenos se habían llevado los despojos, por el
Paso Tromen, para ser enterrados en el vecino país, en un todo de acuerdo
con los rituales indígenas de la época; otros, hasta hoy, sostienen que
permanecen enterrados en las tierras del viejo cementerio, sobre las cuales
se edificaron alrededor de cuarenta casas. Pero en la zona patagónica son
muchos los qoe creen que los restos fueron robados del vicio cementerio por
algunos jefes de tribus mapuches, para ser trasladados "a algun Jugar de la
montaña", dentro de la reservación San Ignacio campos que le habían sido
entregados a él y a los de su raza por Ley N` 3.092, del 24 de agosto de
1894, diez años después de su histórica rendición ante las autoridades
militares de Fuerte Roca).
Así, desde hace muchísimos años, historiadores, biógrafos antropólogos y
escritores han venido rastrillando vastas áreas de la reservación San
Ignacio, procurando (tal- con la pista. Pero, hasta ahora, todo ha sido en
vano.
Sin embargo, en una fría mañana de cierto agosto, a un puestero de una
estancia del suroeste neuquino que cumplía rutinarias tareas de vigilancia,
le ocurrió un hecho que, de golpe, recreo toda la leyenda del gran cacique
Namuncura. Detrás del jinete marchaba su perro, compañero inseparable en
esas recorridas. La mano izquierda del hombre apretaba las riendas lit
dercha el infaltable rifle a repetición, con diez balas en el cargador
(precaución absolutamente necesaria en una región de montañas inexploradas,
profundos cañadones donde no sol() proliferan avestruces, condores, guanacos
y, tucotucos sin(> temibles carniceros, como el puma cordillerano
De pronto, al borde de un inhóspito cañadón, salpicado de ne coirones y
otros arbustos rastreros de punzabtes pinchos el perro empezó a ladrar
agresivamente y a apuntar con el hocico hacia arriba. Entonces el hombre
levantó la vista, y entre la exuberante espesura, debajo mismo de una
especie de mitológico dolmen, vio con claridad la entrada (le una gruta
natural. Era un negro agujero que asomaba en la ladera de la montaña, en un
lugar de dificil acceso.
¿Qué habría dentro de esa cueva que generó tanta alarma en un perro
acostumbrado a perseguir sin tantas alharacas zorros grises, mulitass,
chinchillas, ¡anchas y comadrejas?
Mucho trabajo le costó al puestero llegar hasta la boca de aquel misterio.
La penumbra era total y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. El silencio
cordillerano solo era quebrado por el parpar de las avutardas. En el suelo,
algunas lagartijas huían asustadas.Asumió un fósforo a unos leños secos y
los utilizó como antorcha. Allí, a la luz de la improvisada linterna, su
hallazgo lo dejó petrificado: dieciséis ataúdes, alineados en perfecto
orden.Algunas tapas habían saltado, mostrando restos humanos. La madera y
las formas de aquellas cajas fúnebres delataban una antigüedad de, por lo
menos, un siglo.
El hombre no necesitó ver más. Presa de un súbito pánico sa-
fió apresuradamente rodó sobre la ladera, montó su caballo y se
alejó al galope, persignándose. -Un chenque he visto un chen-
que (cementerio)'', repetía sin cesar. El perro, entretanto, seguía
firme en el lugar , ir, ladrándole a su "descubrimiento".
Cuando este episodio llego a mis oídos, en compañía de un fótógrafó
excepcional -el legendario "Negro" Ortega, fallecido, lamentablemente, en
fecha reciente-, intentamos llegar hasta el lugar. No fue tarea facil Y
tampoco grata. El auto, alquilado en Junín de los Andes debio ser abandonado
tinos diez kilómetros antes.
Después de marchar a pie, atravesando alambrados, penetran(lo en campos
privados, subiendo y bajando empinadas cuestas, soportando el martirio de
los espinillos y, esquivando vados, pudimos comprobar que la historia del
puestero era cierta: nos hallábamos frente a dieciséis ataúdes.
De dos de ellos pendía el matrón, atributo exclusivo (le los
grandes jefes indios.También había ataúdes pequeños, de niños.
Curiosamente, encontramos tres cruces -hay que recordar que
los mapuches no utilizan la cruz-; y, niás curioso at 1 in, advertimos
que tres de aquellos cadáveres llevaban borceguíes muy anti-
guos, del siglo pasado, los clásicos---tamangos" o Patria El resto,
sin duda, pertenecía a indios mapuches
Con mucho trabajo pudimos leer algunas inscripciones, como la de "Calixto
Mendoza muerto al parecer en 1912. Otras fechas hablaban de 1906,1908 y una,
de 1872.
Un detalle interesante: los restos (le los tttúí les que llavaban el ¡natrón
estaban cubiertos por telas de variados colores, que debieron ser muy finas
.A tres de esos cuerpos les faltaba la cabeza. Impactados, dimos tina mirada
final a la cueva antes de retirarnos. Ese hueco natural no era muy grande:
en su parte más alta podría llegar a los (los metros; en tino de sus angulos
había tina abertura de no más de setenta centímetros de diámetro (un hombre
delgado podía ingresar arrastrándose). Fácil era advertir que el suelo
estaba "sembrado" de huesos hurnanos.
Cuando llegamos hasta el auto y pudimos emprender el retorno a junin de los
Ancles, llevábamos dentro nuestro una mezcla de emociones, asombro y enormes
deseos (le contar lo que liabíamos visto. Pero, ¿a quién?
Roque Roca Jalil, un comerciante de origen libanes y, afincado desde siempre
en la zona, nos fue recomendado por todos, teniendo en cuenta que cra un
verdadero estudioso de las costumbres y lenguas aborígenes. Le contamos
nuestra aventura y, le pedimos su autorizada opinión.
"Es cierto que los restos de Manuel Namuncura nunca fueron hallados, pero
estimo que cuando fueron enterrados en el viejo cementerio habrán
utilizado un grueso tronco de arbol ahuecado, como correspondía a si¡ rango
NI a las costumbres de la época", nos comento. Le preguntamos si era posible
que los que robaron sus huesos optaran por utilizar un ataúd para colocarlo
en esa caverna, que precisamente esta en una montaña de la reservación de
San Ignacio. "Es posible -respolidió-, pero para abrir un juicio definítivo,
tendría que ver personalmente ese lugar y, sobre el terreno, hacer
comprobaciones directas y objetivas. Pero, lamentablemente por mis años y,
teniendo en cuenta las dificultades que, según me cuentan, deben vencerse
para llegar al lugar, creo que me resultará imposible hacerlo".
"¿Pueden haberse inhumado en esa caverna restos matpuches y (te soldados,
¡untos?" La pregunta venía al caso porque tres eadáveres tenían botines del
Ejército .A esto respondió Jalil: "Es improbable, pero bien pudo haber
ocurrido que los que llevan borceguíes sean indios, que luego de uní¡
batalla hayan quitado ese calzado a los soldados muertos en combate De todos
modos es evidente que estamos ante un descubrimiento muy importante que
tendrá que ser investigado por las autoridades".
Antes de emprender el regreso a Buenos Aires consultamos también a Roland
David Craitow, juez de Paz en junin de los Andes, quien conifimó que de
acuerdo con los registros, existe un tal Mendoza, fallecido en 1912,---si
bien -agregó- no se tiene certeza de dónde puede estar ente rrado ".
Respecto de la posibilidad de que uno de los cadáveres que descansan en la
gruta pueda pertenecer a Manuel Namuncurá, el doctor Craitow prefirió no
abrir juicio en razón de lo delicado del tema.
Sin embargo, viejos pobladores de lit zona recuerdan que ancianos mapuches
solían rendir culto,---allápor 1930, a un chenque metido en plena montaña en
un agujero sobre un profundo cañadon en tos pagos de San Iguacio".Y algo que
merece destacarse: un baqueano de la zona, mapuche y conocedor (te todos los
secretos de la montaña, habría ¡lecho de guía en 1976 a un antropólogo
francés que ingresó en aquella gruta y que se habría llevado tres calaveras.
"El episodio lo recuerdo bien -nos confirmó un poblador de La Rinconada-
porque aquel extranjero tuvo un problema en el aeropuerto de Chapelco debido
a la cantidad de bultos que llegaba. En aquella época, el viaje aéreo a
Neuquén se hacía en el pequeño Aerocomander de TAN que sólo admitia cuatro
pasajeros. Finalmente tuvo que pagar para hacer el viaje por carretera
Dejando de lado anécdotas y versiones, un es tricto acto de justicia sigue
exigiendo la más formal y exhaustiva investigación sobre los restos que
descansan en aquel chenque.
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