| Reyes
      o campesinos, griegos u orientales, los hombres de la Antigüedad se
      dirigen al templo de Apolo en Delfos para averiguar, por intermedio de la
      pitonisa, lo que les depara el destino. Cada mes, cientos de personas
      esperan el espectacular trance que revela la palabra divina. Su Influencia
      es tal, que se deciden guerras según los consejos del oráculo; algunos
      imperios se habrían desplomado por no escucharlo.
      
      En La
      Ilfada, Homero
      relata la fundación del templo. En tiempos remotos, había en el lugar un
      oráculo dedicado a Gaia, antigua divinidad de la tierra. Este era
      resguardado por el terrible dragón Tifón. Para apoderarse del templo,
      Apolo mató a Tifón en un combate épico. El sitio recibe el nombre de
      Pytho, que significa «yo hago pudrir», debido a que allí se pudrió el
      monstruo. Luego Apolo se transformó en delfín (Delfos) y
      desvió
      una nave cretense: la tripulación retenida forma el primer estamento de
      servidores del templo y el dios promete venir todos los años a aconsejar
      a los humanos. Su templo se encuentra al centro del universo y simboliza
      el ombligo del mundo, marcado por una piedra llamada Omphalostes.  
      
      El
      más famoso de los santuarios
      
        
      
      Fuera del
      mito, la historia nos enseña que el primer templo de Delfos data de fines
      del Il milenio antes de nuestra era. Construido en la ladera sur del monte
      Parnaso, está enmarcado por el acantilado rosado de Rhodini y el florido
      acantilado de Phlemboucos, entre los cuales brota la fuente sagrada de
      Castalia. Los peregrinos llegan al lugar ya sea por mar, desembarcando en
      el pequeño puerto de Kirrha, o por tierra, franqueando el paso de
      Arachova. A partir del siglo VI, la cercana ciudad de Delfos comienza a
      obtener ganancias del paso de los peregrinos. En el 548, un incendio
      destruye el templo: es reconstruido, esta vez más grande y más hermoso,
      gracias a una suscripción panhelénica. Al comienzo, el oráculo se
      presenta una vez al año. Debido al éxito cada vez mayor, los sacerdotes
      adoptan un ritmo mensual y emplean dos, luego tres pitonisas, A pesar de
      todo, los que vienen a consultar esperan muchas veces varios días antes
      de que llegue su trírno. Estas jornadas son consagradas a las ofrendas, a
      los sacrificios y a las purificaciones. La gente se refresca en la fuente
      de Castalia, sobre la cual permanece grabada hasta nuestros días esta
      frase: «Al buen peregrino le basta una gota, al malo, ni el océano podría
      lavar su mancha». El oráculo cobra caro; la persona que consulta debe
      comprar un pastel muy costoso que ofrece sobre un altar, frente al
      santuario; luego, sobre otro altar, sacrifica una oveja o una cabra.
      
        
      
      El
      trance de la pitonisa
      
        
      
      La pitonisa,
      intermediaria entre el dios y los hombres, es el personaje más importante
      del santuario. Según el historiador griego Diodora de Sicilia, las
      primeras pitonisas son jóvenes vírgenes, pero la tradición cambia el día
      en que un consultante, arrastrado por sus bajos instintos, viola a una de
      ellas. Son
      
      entonces
      reemplazadas por mujeres de unos cincuenta años, generalmente simples
      campesinas de la región. No es necesario que posean un don particular:
      son sólo el instrumento de Apolo. El día del oráculo, la pitonisa se
      purifica con un baño ritual y se viste de gala. Luego se ubica en lo más
      profundo del santuario, sobre un trípode de oro. Ahí respira la
      exhalación sagrada (pneuma
      entbousiastikon), y sin duda alucinógena, que emana de una grieta del
      suelo. Entra en trance y se transforma en la voz de Apolo. Grita, se
      lamenta, canta palabras incomprensibles que el sacerdote (prophetes) interpreta para darle una respuesta al consultante.
  
      
      Oráculos
      misteriosos
      
       La
      historia antigua está salpicada de famosas profecías y no se libra
      ninguna batalla sin haber consultado previamente al oráculo. De este
      modo, le vaticina a Creso, rey de Lidia, quien no se decide a atacar a un
      temible vecino, que un «poderoso imperio será destruido, Creso
      interpreta la predicción en un sentido que lo favorece y ataca.
      Efectivamente, en unas semanas un poderoso imperio es destruido: pero es
      el suyo. Este ejemplo, así como cientos de otros similares, empaña la
      confiabilidad del oráculo: sus predicciones son tan vagas y pueden
      interpretarse de tantas maneras, que no pueden ser refutadas. Se plantea
      la siguiente interrogante: las profecías son obra de las pitonisas,
      toscas mujeres que profieren frases incomprensibles, o de sacerdotes
      letrados que las «traducen» y que son conocedores de las sutilezas de la
      política.
      
       En
      cuanto al oráculo, las opiniones de los autores antiguos están
      divididas. Plutarco, que fue sacerdote de Delfos, dejó numerosos
      opúsculos acerca de los cultos y los ritos, en los que no refuta a la
      tradición. Heráclito y Platón también defienden al oráculo, pero
      Esquilo, Eurípides y Tucídides se mues
      
      tran
      escépticos. En cuanto a Heródoto, afirma creer en el principio del
      oráculo, pero reconoce que Delfos no está libre de corrupción. El
      oráculo, que es consultado por los reyes, posee, de hecho, una fuerte
      influencia política y los poderosos están conscientes de ello. En varias
      oportunidades, Esparta hace divulgar oráculos desfavorables para sus
      adversarios: en el siglo VI, Delfos aparece como el arma estratégica de
      una guerra psicológica entre las ciudades.
      
      Por
      el contrario, para el latino Cicerón no hay duda: en el De divinatione, denuncia al oráculo como un fraude. Efectivamente,
      en el curso de los siglos siguientes el mundo romano y luego el
      cristianismo destruyen la influencia del santuario. El muy cristiano
      emperador Teodosio es quien lo clausurará en el año 390. Oribase, enviado en el 362
      durante el breve reinado de julio el Apóstata para intentar restaurar el
      templo, ha recogido al último oráculo conocido: ~Díganle al rey que el
      magnífico edificio se derrumbó. Febo ya no tiene ni siquiera una
      cabaña, ni laurel profético, ni fuente murmullante; incluso el agua
      locuaz enmudeció ...
      »
 Los
      grandes oráculos de la Antigüedad
      
      
      
       El gran número de oráculos griegos. El más antiguo de los oráculos
      griegos es el de Dodona, en Epiro. Homero lo evoca en La
      Nada: Aquiles interroga ahí a Zeus, padre de todos los dioses. La
      respuesta llega a través M susurro de las hojas de los árboles sagrados
      y el murmullo de una fuente, y es interpretada por los sacerdotes del
      lugar. En Olimpia, los lamides leen el porvenir en el fuego y en las
      entrañas de animales sacrificados. En Tebas y en Lebadea, los dioses dan
      su respuesta en los sueños del
      consultante que se ha dormido en el lugar santo. El oráculo más famoso
      de la Antigüedad está en Delfos; sin embargo, el oráculo de Delos
      también es muy famoso: según la leyenda, fue creado para celebrar la
      isla donde había nacido Apolo.
      
       Los oráculos egipcios,
      contemporáneos de los oráculos griegos, también tuvieron mucho éxito.
      El más conocido es el de AmónRa, que se remontaría a la época de la
      famosa
      reina
      Hatsepsut, hacia el 1500 antes de nuestra era. Según la tradición, el
      oráculo se materializa en una imagen del dios que habla y se desplaza.
      Las preguntas le son formuladas por escrito sobre rollos de papiro y él
      las responde de viva voz. En el 332 antes de nuestra era, el oráculo de
      Amón-Ra recibe la visita de Alejandro.
      
      Las sibilas romanas. Los griegos transmiten a los romanos su afición por
      las profecías. Las sibilas, generalmente etruscas, son intermediarias de
      los dioses. La gente viene desde lejos para escuchar a los oráculos de la
      sibila de Tibur o de la sibila de Cumes. Sus profecías acerca de¡
      porvenir de Roma están reunidas en nueve volúmenes que el rey Tarquino
      ordena conservar, pero que son destruidos por desgracia en un incendio
      poco antes de la era cristiana. Sin embargo, el propio cristianismo se
      atribuye rápidamente el mito de las sibilas: las asocia con las
      profetisas del Antiguo Testamento.
 Una
      escéptica, Jocaste
      
        
      
      En
      el siglo V antes de nuestra era, en EdipoRey, Sófocles presenta a través
      de Jocaste los argumentos de los escépticos. Edipo está preocupado por
      las arlimañas de un adivino, y Jocaste lo tranquiliza
      
       .JOC4STE.
      No
      tepreocupes
      por
      lo que dices ahí, escúcbame y entérate que ningún ser mortal sabe algo
      acerca del arte adivinatorio. Te lo voy a demostrar en pocas palabras.
      Antaño, un oráculo le fue entregado a Laios, no por Apolo personalmente
      sino por sus servidores. El destino del rey debía ser morir asesinado por
      el niño que nacería de mí y de él. Sin embargo, todos afirman que
      Laios fue asesinado por bandóbus extranjeros, hace mucho tiempo, y antes
      de cumplirse tres días del nacimiento de su byo, le ató las
      articulaciones de los pies y lo mandó arrojar por desconocidos a una
      montaña inaccesible. En esa ocasión, no se cumplió la predicción de
      Apolo: ni el hijo de Laios mató a su padre, ni Laios, cosa borrible a la
      que temía tanto, murió por la mano de su boo. Sin embargo, los oráculos
      habían predicho que esto sucederfa note preocupes para nada. Lo que el
      dios ju2ga necesario dar a conocer, lo manifiestafácilmentepor
      sí
      solo,
      
        
      
                         
      
      
        
      
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