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sobre si la ciencia puede
esperar revelar el pasado
POR ROBERT
KUNZIG
Las llanuras del centro de Turquía son
Interrumpidas por montículos que ocultan
asentamientos, inclusive de la Edad de Piedra.
Las tierras alrededor de Konya, en la zona sur-central
de Turquía, son llanas, un tablero de damas en el que se alternan trigo y
cebada; pero hace 9.000 años eran aun más lisas... no había montículos.
Actualmente la palabra turca hoyük, que
significa montículo, aparece por todas partes en esa área. Treinta
kilómetros al sudeste de Konya, uno de los más altos,
catalhóyük, se eleva más de 20 metros sobre la
planicie. Si uno se para en su cima y mira fuera de la carpa que protege del
sol a los excavadores, puede ver a través de decenas de kilómetros. Hace
9.000 años era el único en medio de esta vastedad y comenzaba a crecer. Eso
fue en el Período Neolítico, el final de la Edad de Piedra. La gente acababa
de bajar de las montañas para construir uno de los primeros
asentamientos
humanos significativos
del planeta,
Durante seis veranos seguidos, lan
Hodder, profesor de la Universidad de
Cambridge, ha venido aquí con un nutrido grupo de colaboradores para
estudiar el montón de ruinas que es Catalhoyük (se pronuncia
Gha-tal-jo-yuk). Y espera seguirlo haciendo
durante los próximos 19 años hasta su retiro.
Hay otros sitios que documentan la revolución neolítica, cuando los seres
humanos dejaron atrás 100 mil años de vagar sin destino fijo, para comenzar
a cultivar y a construir la civilización; pero ninguno lo hace con tanto
esplendor como Gatalhoyük. Entre los años 7000 y 6000
a.C., hasta 10.000 personas vivieron aquí en
cubículos de ladrillos de barro, con techos
construidos de vigas de madera y juncos.
Rodeados de espacio abierto levantaron, sin embargo, una cindadela
tan apretada que carecía de calles y puertas; los residentes llegaban hasta
sus techos trepando por los de los vecinos y
se dejaban caer por un agujero que también hacía las veces de chimenea.
Apenas unas generaciones después de haber vivido como nómadas, escogieron
vivir hacinados hasta un nivel sofocante, nadie sabe aún por qué.En aquellas
casas malolientes y ahumadas, sobre las paredes de argamasa, la gente de
Catalhoyük prodigó su arte. Pintaban extrañas
escenas de hombrecillos enfrentados a bestias descomunales; moldeaban en el
mismo material relieves de leopardos, toros y pechos femeninos.
Bajo los pisos enterraban a sus muertos, envueltos en sudarios y acompañados
por anillos de barro y cuentas y espejos de cristalina obsidiana, recogida
en los volcanes cercanos. Durante generaciones vivían encima
de sus ancestros, pero en un momento dado (sin que nadie sepa tampoco por
qué) abandonaban la casa. La limpiaban meticulosamente, sin dejar ningún
grano en la despensa ni ceniza en el hogar, y entonces echaban abajo las
paredes. Sólo para construir sobre las ruinas (otra capa del montículo) una
nueva casa igual. Hodder no es el primero en excavar en estos túmulos. Oyó
hablar de Catalhoyük a fines del decenio de los 60, siendo un estudiante que
asistía a un ciclo de conferencias en la Universidad de Londres. El
conferencista, James Mellaart, se hizo famoso por haber descubierto el
sitio: él había hecho trizas el viejo concepto
de que la civilización comenzó en el Creciente Fértil, el arco de comarcas
que se extiende desde Mesopotamia hasta
Egipto. Las conferencias de Mellaart eran memorables. Una ex
alumna, Louise
Mar-tin, recuerda que "mostraba un inmenso
entusiasmo por el pasado, dictaba cada conferencia sin consultar notas y
recordaba cada fecha de carbono 14 originada en el Cercano Oriente". La
historia de Gatalhoyük contada por Mellaart
era el tipo de relato que motiva a un estudiante a hacerse arqueólogo. Pero
no podía llevarles a excavar allí: en 1965 se había malquistado
con el gobierno turco.De suerte que el sitio
estuvo languideciendo durante 30 años. "Estaba claro que había que volver a
excavar allí", expresa Hodder. "La erosión era terrible y quedaban
demasiadas preguntas sin respuesta. Siempre hubo la percepción de que los
británicos debíamos regresar y resolver el problema. Pero era imposible
mientras Mellaart quisiera ser él mismo quien regresara".Ahora está retirado
y dio su aprobación a las nuevas excavaciones, aunque no a sus métodos y
resultados. "Es una mente extraordinaria, un gran arqueólogo", dice Hodder.
"Discrepamos sobre algunas interpretaciones". Del proyecto de Hodder,
Mellaart dice: "Yo no le llamaría excavación. Proyecto científico, quizás"En
los 30 años que separaron al Catalhoyük de Mellaart del que vería Hodder, la
arqueología experimentó cambios radicales. En su última temporada Mellaart
estaba ya anticuado: había nacido la arqueología científica
y con ella una preferencia por lo cuantificable
sobre lo simbólico, por las hipótesis probables sobre los relatos. En los
años 80 algunos arqueólogos comenzaron a cuestionarse todo ese campo, a
desechar como ingenua la visión de que algún día se podría llegar a saber lo
que ocurrió en el pasado y a considerar
eurocéntricas las interpretaciones que gente como Mellaart había
aplicado a las culturas de la antigüedad. La arqueología apenas se había
tornado moderna y científica y ya era postmodernano
de los líderes ampliamente respetados de esa segunda revolución es Hodder.
En Catalhoyük tiene la oportunidad de rees-cribir
el relato de Mellaart y de poner en práctica sus teorías
postmodernas. James Mellaart tiene hoy 73
años, una silueta en forma de pera, la cara ajada y cierta dificultad para
respirar. Guando la ocasión lo requiere, se calza a la altura de las
costillas sus holgados pantalones y se anuda su corbata
de tartán. (Los orígenes de Mellaart son holandeses
,pero hace tres siglos sus familiares eran los Nac Larty de Escocia ).Sus
grandes gafas enmarcan unos ojos que se afinan como ranuras mientras habla.
Si estuviera de pie sobre un montículo barrido por el viento, sus
canas despobladas se despeinarían enseguida;
pero está arrellanado en una cómoda butaca de
su piso en el norte de Londres. El apartamento, situado en una cuadra
modesta, sorprende por su esplendidez turca, todo maderas preciosas, y
ki-lims, y gabinetes de cristal
pletóricos de curiosidades poco comunes.
Mientras Mellaart nos hace el relato de la
excavación de su vida, su esposa y colega turca,
Arlette, interviene con tazas de café tinto y ocasionales
explicaciones.En 1958, Mellaart vio por primera vez
Catalhoyük de cerca. En cuestión de minutos,
bajo las últimas luces de una tarde de noviembre, descubrió que estaba
virtualmente empedrada de herramientas de obsidiana. El sitio era neolítico
de arriba abajo. En la meseta de Anatolia se
habían hallado antes pocos yacimientos
neolíticos y ninguno de esa magnitud (cientos
de metros).La importancia del sitio era obvia. Pero cuando comenzó por fin a
excavar allí en 1961, no esperaba que además fuera hermoso. Los fragmentos
de vasijas que encontró en la superficie no estaban decorados, eran ollas de
cocinar. Pero a los tres días de iniciado el trabajo sus dudas se disiparon.
"Habíamos abierto sólo una angosta trinchera", recuerda, "y uno de mis
hombres me llama y me dice: 'Señor,
mire'. De la pared de la
zanja había caído un pedazo de argamasa. Y
había pinturas en él. Eso lo cambiaba
todo".Arte mucho más antiguo se había encontrado en cuevas de Europa, como
la de Lascaux, en Francia. Ese databa
del paleolítico, la Edad de Piedra temprana, cuando nuestros ancestros eran
cazadores-recolectores. Lo que Mellaart había
descubierto en catalhoyük eran las primeras
pinturas del neolítico, y primeras hechas por el hombre en las paredes de
una casa por él construida.El primer fragmento presentaba un cazador y un
venado. Le siguieron más escenas de caza, también de hombres
interactuando con varios animales, tirándoles
de la cola, la lengua, o a horcajadas sobre ellos. Había imágenes de figuras
humanas danzando, ataviadas con pieles de leopardo, así como de otros
decapitados y devorados por grandes buitres. Incluso lo que a Mellaart le
pareció un volcán en erupción: probablemente, pensó, el
Hasan Dag, que en los días claros se
divisa desde el monte, 130 kilómetros al noreste. Debajo del
'volcán' el
artista había dibujado un extraño patrón de rectángulos que podían
interpretarse como las terrazas de catalhoyük.
Mellaart lo consideró el primer paisaje de la historia.Cavando denodadamente
con unos 50 colaboradores durante cuatro
temporadas, el arqueólogo descubrió en las paredes de argamasa relieves de
leopardos que empujaban cabezas humanas, y de personas con las extremidades
separadas, que interpretó como mujeres de parto. En algunos casos estaban
"alumbrando" cabezas de toro hechas de argamasa, pero con cuernos reales,
llamadas bucranias. Estas formaban en algunos
muros parte de un festón, y había también
bancos ribeteados con cornamentas de toro apuntando hacia arriba. Pero las
piezas de arte más extrañas eran quizás los pechos
que brotaban de numerosas paredes. Algunos parecían reventados, mostrando en
su interior cráneos de buitres y comadrejas. "¿La
muerte brotando de la vida?", se preguntaba
Mellaart. Entre la multitud de estatuillas habían
muy pocas figuras masculinas. Las reconocibles mostraban en su mayoría
mujeres corpulentas de abultados pechos. Eran representaciones de la Diosa
Madre, artículos de fe de la más primitiva religión humana. (En nuestros días,
los adoradores de la Diosa Madre visitan (^atalhoyük
un autobús tras otro.) La más famosa de aquellas esculturas, que se
convirtió en símbolo del sitio, muestra a la
Diosa aparentemente pariendo, sentada con las piernas abiertas sobre dos
leopardos. Mellaart excavó 200 viviendas en una lonja de 13 capas cortada en
el montículo de 13 hectáreas. Todas las edificaciones
tenían casi la misma área, 2M
metros cuadrados, con una sola habitación a veces flanqueada por otras
más pequeñas que se utilizaban como despensa.
Pero 40 de ellas estaban tan ricamente decoradas que
Mellaart pensó que eran templos y no casas.
Creyó que había excavado por casualidad en la cindadela
sagrada, donde sacerdotisas vestidas de buitre adoraban a la Diosa Madre: ¿Con
qué propósito? "La fertilidad, claro", dice ahora. "¡La
fertilidad! Para ellos, para sus animales". Aunque los pobladores de
Ca-talhóyük aún cazaban, se cree que obtenían
del ganado vacuno la mayor parte de su carne, y que sembraban distintos
cultivos. Habían vencido al hambre gracias a la fertilidad de la tierra. Eso
les motivaba a crear tanto arte.
Un arte que al arqueólogo le gustaba interpretar. Una
de sus historias tiene que ver con la representación del volcán:
Gatalhoyük era centro de un animado comercio
de obsidiana, afirma Mellaart. El artista estaba plasmando la fuente de la
riqueza de la ciudad, de sus herramientas, y de los bruñidos espejos negros
en los que las mujeres deben haberse contemplado con una primigenia
conciencia de sí mismas. Otra historia explicaba una pintura más confusa,
con símbolos semejantes a los que hoy avisan de radiación
atómica (flores, según la interpretación
de Mellaart); pequeños triángulos flotando cerca de ellos (mariposas); y
cuatro figuras con forma de tenedor y dispuestas en cruz (seres humanos con
los brazos extendidos). "¿Simboliza esta
composición en la pared (escribió) un homenaje a la Diosa 8.000 años atrás,
durante una mañana de primavera en la planicie de
Konya, entre campos floridos y zumbidos de insectos? ¿O será esta
interpretación demasiado fantástica?". Yimmy
Mellaart es como un hombre que hubiera ido a la Luna", comenta
Louise Martin,
arqueo-zoóloga de la Universidad de Londres
que tomó los cursos de éste y ahora trabaja con
Hodder en (^atalhoyük. "Vino a este lugar
y es algo que no ha podido superar. Esas historias maravillosas nacieron en
su lengua". A lan Hodder (alto, rubio,
esbelto; de aspecto muy juvenil a sus 50 años) también le gustan las
historias, y en ese sentido es un alma gemela de Mellaart. La arqueología
científica que estaba abriéndose paso cuando éste salió de
(^atalhoyük tendía a menospreciar tanto las
historias como el arte y los artefactos simbólicos, por considerarlos
inútiles para el análisis científico. En
algunos círculos se llamaba a esto arqueología procesal, porque se enfocaba
en los procesos mediante los cuales la gente podía adaptarse al medio (por
ejemplo, qué cultivaban y cuántas calorías extraían de esos cultivos). La
arqueología post-moderna de Hodder es, sin
embargo, "post-procesal". Pone énfasis en el
arte y los artefactos como pistas acerca de lo que pensaba el hombre en
aquellos tiempos. "La gente necesita adaptarse a su entorno", señala Hodder,
"pero sus ideas acerca del mundo tienen un impacto en la manera en que se
adaptan". Su meta, como la de Mellaart, es comprender cómo actuaban los
individuos prehistóricos en momentos individuales como esas mañanas de
primavera en la llanura de Konya. Pero un par de profundos abismos separan a
los dos hombres. Por una parte, Hodder no puede soslayar los avances
científicos que han hecho posible extraer de los sitios arqueológicos más
información. Mellaart cavaba con palas y entresacaba del fango con sus manos
artefactos y huesos, tirando el resto en un enorme montón de desechos. En
las trincheras de Hodder se analiza además una buena parte de la tierra. Se
la expurga en busca de restos mínimos y luego se deposita en barriles de
agua para separar aquéllos aún más diminutos: las astillas de obsidiana, por
ejemplo, se hunden, en tanto que las semillas flotan. Y mientras los
trabajadores cavan (a veces hasta por un mes en un mismo rincón de una casa)
dejan intactas franjas de cada capa de tierra, a fin de que un
micromorfólogo pueda tomar muestras y
examinarlas al microscopio, por si algo escapó de la expurgación y el tanque
de flotación. El otro barranco entre Hodder y Mellaart es la teoría del
primero. La excavación de Mellaart había sido pre-teórica,
directa, optimista. "Hicimos un gran agujero y sacamos objetos", explica
Arlette Mellaart. La pareja creía que les
revelarían qué había ocurrido en (^atalhoyük,
algo que al espíritu postmoderno le es ajeno. "El postmodernismo es difícil
de definir", agrega Hodder, "pero hay quienes lo definen como
'el fin de la gran narrativa',
el fin de la idea de que existe una respuesta sobre el mundo. El
postmodemis-mo es mucho menos optimista, menos
categórico. Se concentra más en la 'multivocalidad':
hay muchas voces y perspectivas en el mundo,
no sólo la occidental". Otra palabra que ronda en estos días a
(^atalhoyük es
reflexividad. Los arqueólogos se vigilan entre sí, incluso tienen
antropólogos observando y estudiando cómo les perciben los lugareños,
quienes también, presumiblemente, les vigilan. Los especialistas científicos
como Martin (zoologos,
botánicos, micromorfólogos, especialistas en
herramientas de piedra) recorren regularmente las trincheras para observar a
los excavadores. Hodder afirma que toda esa
vigilancia es necesaria porque los datos arqueológicos objetivos (huesos,
semillas, herramientas) son inseparables del significado subjetivo que los
arqueólogos les asignan, basándose en el contexto donde los hallan. Gomo ese
contexto es destruido por la excavación, la interpretación tiene que
comenzar "en el filo de la paleta", y es por eso que él mantiene
observadores por encima del hombro de la persona que empuña la herramienta.
Su arqueología comprende una buena dosis de debate. Y éste no termina en las
trincheras, sino que continúa en la agradable casa que hizo construir en el
sitio, donde las discusiones sobre metodología
suelen predominar sobre el estudio de los artefactos. Y sigue en la página
de Internet del proyecto, donde se ve al arqueólogo "dialogando" con un
representante de la "comunidad de la Diosa Madre". Aunque Hodder, a
diferencia de Mellaart, piensa que hay escasos
indicios de un culto neolítico a la Diosa en Catalhóyük,
cree su deber discutir sobre el yacimiento con alguno de los adoradores, y
poner la información a su disposición. Además, le encanta que los fieles la
rechacen por estar contaminada con su subjetividad de hombre blanco. Esto le
brinda una anécdota que contar en sus confe-rencias, ponencias y
entrevistas, en tanto respalda su tesis: no existe una realidad objetiva ni
una historia única en Catalhóyük, como cree Mellaart, sino muchas, y todas
ellas relacionadas con la realidad en forma a lo sumo tentativa.El debate,
el análisis microscópico, el autoanálisis constante, repercuten en la
lentitud de la excavación. Esta es la principal diferencia entre Mellaart y
Hodder. En cuatro temporadas, Mellaart excavó 200 cubículos. Hodder, con un
equipo mucho más numeroso, ha exhumado tres en seis temporadas. Mientras el
tiempo y el dinero no estén limitados, son obvias las ventajas de este
enfoque. Guando Wendy
Matthews, la
micromorfóloga del colectivo, examina al microscopio
pequeños pedazos de pared u otros escombros del montículo, encuentra cosas
en las que Mellaart no reparó, acercándose más a evocar con un enfoque
científico momentos históricos que él sólo pudo imaginar. Ella puede ver las
decenas de capas de argamasa que los habitantes de
Gatalhoyük aplicaban a las paredes cada año, o incluso cada estación del
año, cubriendo así el hollín, pero también sus propios murales. Puede ver
los montoncillos de astillas di
hueso y obsidiana barridos haciA un rincón
(acaso en una manan: primaveral) por los
productores de herramientas del neolítico.La
gran esperanza de Hodder
es que este análisis produzca una interpretación más rica de
Gatalhóyük. Y el
gran peligro, que la deficiencia cuantitativa en su trabajo se traduzca en
una deficiencia cualitativa, que no llegue a encontrar suficiente
evidencia como para documentar algo en forma
concluyente.En 1997, Hodder y sus
colaboradores realizaron un hallazgo impresionante en una casa llamada
Edificio 1, situada en el montículo en el lado opuesto a las excavaciones de
Me-Ilaart. Bajo el piso yacían los esqueletos
de al menos 64 personas. Mellaart había
encontrado huesos bajo las plataformas, pero nunca tantos. El análisis de
esos despojos por Peter
An-drews y Theya
Moliesen, del
Museo Británico de Historia Natural, sugiere
que fueron enterrados intactos y no, como pensaba Mellaart, después de que
los buitres los dejaran en el puro hueso. El humo del hogar puede haber
disimulado el mal olor.Los huesos y las dentaduras sugieren que los
pobladores de Catalhoyük eran gente bastante sana, con tal de que
sobrevivieran a la infancia: la mitad de los 64 esqueletos pertenecían a
niños, 17 de ellos de menos de dos años. An-drews
y Moliesen creen
que todas las osamentas pertenecieron a miembros de una misma familia. No
todos pudieron haber residido en esa casa, pero por alguna razón fueron
sepultados allí. Quizás era la morada de un patriarca.Aunque aquellas 64
almas no habitaran bajo el mismo techo, en
Catalhoyük era típico el hacinamiento. El sitio se hallaba cerca de un río
llamado Carsamba, alrededor del cual había
pantanos, una fértil llanura aluvial y bosques y estepas, probablemente
repletos de caza mayor. De manera que no es inusitado que se asentaran en la
zona. Lo que sí es un misterio es por qué de 5.000 a 10.000 personas
escogieron hacinarse entre límites tan estrechos, con tanto espacio
alrededor.una conclusión similar resulta de las plantas. Como Mellaart, las
paleobotanistas
Christi-ne Hastorf y
Julie Near, de
la Universidad de California, filial de Berkeley,
han encontrado en Catalhoyük trigo, cebada, lentejas y guisantes. "Mellaart
suponía que esas plantas cultivables eran
parte de la dieta regular", señala Near. "Pero él no empleó tanques de
flotación, que es la única forma de descubrir una variedad mayor de
plantas". Colocando tierra y desechos de los pisos de la casa en el tanque
de flotación ha comprobado que los residentes eran también grandes recolectores
de plantas sil-vestres.
En particular les gustaban las raíces tuberosas de una caña de los pantanos
llamada scírpus.Todo esto contribuye a
reforzar el criterio de Hodder respecto a que los habitantes de Gatalhoyük
se dedicaban en igual medida a la caza y la recolección
que a la agricultura. "Estaba este entorno inmensamente diverso", dijo un
día sobre el montículo mientras contemplaba campos de cultivo modernos que
se pierden en la distancia, "y eso permite sostener a una población de 5 a
10 mil personas. Imagínese este montículo como un mar de edificaciones al
estilo de los indios pueblo, con familias enteras saliendo a cazar y a
recoger plantas y acarrear barro para la argamasa. Es unuso masivo del
paisaje. Aunque eran cazadores-recolecto-res,
también vivían en un asentamiento atestado.
Eso es un reto para la imaginación. ¿Cómo organizar
a un enorme grupo de personas? ¿Cómo dar de comer a todas?".Mellaart
veía en Gatalhoyük un ancestro de civilizaciones mucho más avanzadas de la
Edad del Bronce, como la de Knossos en
Creta, y suponía que también debió ser gobernado por una
élite (quizás los sacerdotes de los templos
que creyó encontrar). En su opinión, sólo un
liderazgo central podía explicar el orden del lugar, sus edificaciones,
todas construidas con las mismas especificaciones (el hogar siempre en la
cara sur, el sitio de enterramiento en la cara norte) unas encima de otras
durante generaciones.Hodder, mientras tanto, cree que no es atinado
compararlo con Knossos, una compleja ciudad-estado que floreció 4.000
años después. Si los habitantes de Catalhoyük eran
cazadores-recolectores —dice—, para
entenderlos hay que compararlos con las sociedades simples actuales, como
las tribus africanas, que él ha estudiado, o
los tiko-pia de la Polinesia: también ellos
viven en estrechas casas oscuras y todavía
entierran debajo a sus muertos.
-
-
LA HISTORIA DE ANNA
J ames
Mellaart aduce que la razón por la cual el
gobierno turco le retiró el permiso de excavación en
Catalhoyük despu és
de la temporada de 1965 fue que estaba descubriendo
razón de su disputa con los turcos
parece más relacionada con una mujer llamada
Anna, a la que conoció en un viaje por tren a
Izmir en los años 50. Cuando Anna entró en el
compartimiento de él, llevaba una pulsera de oro.
Mellaart reconoció que databa de laEdad del Bronce. Le hizo un
comentario sobre eso y ella respondió que tenía muchas más piezas como
aquélla, por si él quería verlas. Claro que sí. Tras bajar del tren en
Izmir, fueron en automóvil, en medio de una noche brumosa, hasta una antigua
casa cuya ubicación nunca se ha podido precisar. Anna le mostró un tesoro en
artefactos de oro
antiguos, extraídos de un lugar cercano, Dorak.
Le aseguró que habían pertenecido a su familia.
Mellaart no llevaba una cámara, así que pasó días y noches dibujando
aquellos objetos. Así, al menos, se cuenta la historia en
Elaffaire Dorak, una relación de 1967
escrita por Kenneth
Pearson y Patricia Connor, del
Sunday Times de Londres. Ni ellos ni nadie
han podido localizar la casa de '
Anna en Izmir, y
la dama se evaporó. Nunca le entregó a Mellaart las fotos del tesoro que le
prometió, pero le autorizó a publicar sus dibujos, cosa que él hizo en 1959
en el Illustrated
London News. Años después, mientras Mellaart
cavaba en Catalhóyük,
los periódicos de Estambul se enteraron del artículo y crearon un escándalo
en torno al arqueólogo extranjero que había saqueado un tesoro turco que
nadie jamás vio. Las relaciones entre Mellaart
y el gobierno turco nunca se recompusieron.
Pearson y Connor concluyeron al cabo de
una enérgica investigación que aquel escenario de film no/Y"
debe haber ocurrido más o menos como lo contó
Mellaart. Pensaban que él pudo haber sido engañado por contrabandistas
turcos de antigüedades para que diera publicidad en el extranjero
a su mercancía. .Gomo
las construcciones de Catalhoyük son todas
iguales (sin templos ni palacios evidentes),
Hodder cree que
no existió un liderazgo central. Y el hecho
de que todas tuvieran algún tipo de decoración le inclina a pensar que
tampoco había templos, sólo unas casas más ornamentadas que otras. La
diferencia entre una construcción con una mancha de pintura roja en la pared
y otra como las halladas por Mellaart (con
elaborados murales en las cuatro paredes, un relieve de yeso de una figura
humana con las piernas abiertas, y cuernos de toro por todas partes) sólo
consiste, para IIodder, en un mayor o menor
grado de decoración. Y si no hay templos bien definidos, entonces tampoco
existía una élite sacerdotal ni una religión
organizada. Pueden haber sido gobernados por jefes de clan, como los
tikopia, o por nadie: quizás sus vidas estaban
regidas por ritos y tabúes. Probablemente veneraban a los ancestros
enterrados bajo el piso, también como los tikopia. En cuanto a la "Diosa
Madre", en la que Mellaart vio a la antecesora de dioses clásicos como
Deméter, sólo hay unas cuantas estatuillas
reconocibles en catalhóyük, señala Hodder, y
aun éstas no siempre fueron tratadas como deidades. Mellaart halló a la
mujer de los leopardos en una despensa de granos. "Obviamente, es una diosa,
¡ningún ser humano se sienta sobre dos leopardos!", apunta Mellaart.
("Especialmente dando a luz a un bebé", añade
Arlette.) Pero a Hodder eso no le impresiona: sólo concede
que las mujeres tenían en (^atalhóyük "un
poderoso papel simbólico". Lo que a su juicio simbolizaban no era la
divinidad, sino la domesticidad. Si en el arte
descubierto por Mellaart los hombres aparecen en actividad, las mujeres
generalmente están sentadas, y no siempre sobre leopardos."La gente de esa
época necesitaba domesticarse a sí misma para volverse estable, para dejar
la vida nómada, para asentarse", observa Hodder. "Me parece que la mujer
como madre es una metáfora de lo sedentario: el hogar, la vivienda, la
familia. Aunque el origen del asentamiento y de la agricultura se analiza en
términos económicos y ambientales (como el descubrimiento de un nuevo
proceso en el cual los seres humanos pueden generar una forma de vida a
partir de su entorno), Hodder lo ve desde una óptica
post procesal. Antes de que pudieran
domesticar animales y plantas tenían que
"domesticar al salvaje interior", superar "los graves peligros asociados con
la muerte, la reproducción, y la sexualidad femenina". Estatransición, la
más importante de la prehistoria humana, fue, sobre todo, de orden cultural
y sicológico.Hodder ha estado promoviendo durante años esa interpretación. Y
espera que el nuevo arte que se descubra en (Catalhoyük
le aporte más evidencias. Parece dudoso que una teoría tan sutil pueda
llegar a ser documentada convincentemente por el arte, tan inclinado a
interpretaciones
diversas; lo que Mellaart vio como un volcán proyectado sobre
(^atalhóyük, Hodder cree que quizás no
era más que una piel de leopardo. Pero de
todos modos, Hodder y sus seguidores no han encontrado aún ninguna pieza de
arte que valga la pena mencionar.fines del año
pasado, la excavación en (Catalhoyük cayó
en crisis. Hodder planeó suspender los
trabajos durante todo 1999, a fin de dar a sus colaboradores la oportunidad
de redactar un libro que describiera su metodología. Pero entonces se enteró
de que, gracias a un proyecto de irrigación, el nivel de las aguas
subterráneas alrededor del montículo ha
descendido cinco metros en unos años. En la base del túmulo están los
artefactos de los primeros pobladores de
catalhoyük. Tras perdurar rodeados de agua
durante milenios, ahora estarán secándose y destruyéndose. A principios de
este año se vio pidiendo dinero adicional a sus patrocinadores para
financiar una "operación de rescate": extender a ocho, en lugar de dos, los
meses de excavación. Tiene esperanzas de llegar a la base antes de que
termine el año.
"Desde el trabajo de Mellaart hemos hallado otros
sitios más grandes y antiguos", dice. "Pero (^atalhoyük
sigue siendo absolutamente diferente y
significativo; descuella por su arte. No existe otro lugar con esta riqueza
y densidad de pinturas y producción creativa, de esculturas, estatuillas y
relieves en todo, desde una cucharilla hasta las enormes
bucranias. Es una explosión extraordinaria de
arte. Muchos de nosotros habíamos pensado que en otros lugares se
encontrarían más yacimientos como éste, pero no ha sido así. De modo que
cada vez más se imponen las preguntas: '¿Por
qué aquí? ¿Qué lo creó?'. Seguimos sin poder
explicarlo".
"Y por eso queremos cavar hasta los orígenes
del sitio. Nos hemos propuesto llegar hasta el fondo".
DISCOVER EN ESPANOL JUNIO
1999
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Durante generaciones
vivían encima de sus ancestros
Daga de pedernal; casi todas las herramientas eran de
obsidiana.
lan
Hodder, líder de la excavación
"postmoderna" en
catalhoyük.
Los arqueólogos sacan
pequeños fragmentos, dejando franjas para el
microanálisis.
Mellaart es como un hombre que fue a la Luna: no lo ha
superado
un detalle reproducido de una pintura de catalhoyuk
figuras humanas tiran de la lengua del ciervo y la cola de un cerdo salvaje
Las pinturas abundan en el sitio. Pero
interpretarlas
es harina de otro costal. Quizás nunca sepamos
qué significaban estas escenas de caza ni
estos círculos extraños.
¿Hallará Hodder suficientes
indicios de algo como para documentarlo?
Pintura
de Catalhoyük que muestra a un
ímmtita con un arco.
En las casas de
Catalhoyük la misma habitación servía para comer, dormir y enterrar a los
muertos.
"Creo que la mujer como madre es símbolo de una vida
sedentaria" |