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A
principios del siglo xv, nadie en Europa podía
pensar que más allá de Africa y Asia existen otras tierras.Nunca la frase:
«Descubrir un mundo nuevo» fue más literal que cuando Colón arribó a las
costas americanas. Aquel descubrimiento abrió las puertas de la aventura, y
también de lo misterioso, de lo desconocido... Fue un nuevo capítulo (tal
vez el más importante) de la historia.Un nuevo continente, hasta entonces
desconocido, aparecía a la luz. Pero ¿cómo era?, ¿quiénes eran sus
habitantes?, ¿cómo era su cultura?, ¿cuáles eran sus creencias, sus
costumbres, su religión...? Era un mundo
nuevo, sí, nuevo en misterios, nuevo en lo desconocido.
salvajes costumbres de este antiguo pueblo.
Como
ya dijimos, las que más se conocen son las que todavía perduran, y fuera de
la ley se practican en lo más intrincado de los bosques con el mismo macabro
salvajismo que hace quinientos años; así pues, los datos que hoy existen son
merecedores de todo crédito, y en verdad podemos decir que son
estremecedores. Gran parte de los relatos que
existen acerca de los tupinambás fueron traídos y escritos por viajeros
EL PRIMITIVO BRASIL
Tal
vez lo más exótico y misterioso del Nuevo Mundo fuese lo que hoy ocupa más o
menos el territorio brasileño. Esta tierra de aventureros europeos, los
cuales empezaron a explorarla en los principios del siglo
xvi era una tierra peligrosa y maldita, llena
de misterio y horror. Sus intrincadas selvas estaban plagadas de salvajes
antropófagos, muchos de los cuales más parecían fieras que seres humanos por
su feroz aspecto y su forma de correr a cuatro patas. El mismo
Cabral, que descubrió por casualidad aquellas
salvajes costas, fue devorado junto con sus marineros. Los salvajes que
habitaban estas intrincadas selvas vírgenes vivían en tribus dispersas,
formando lo que podríamos llamar una sola nación llamada los
tupinambás.
LOS TUPINAMBÁS
Este
misterioso pueblo ocupaba la costa atlántica, desde la parte
meridional del
Estado de Sao Paulo hasta la desembocadura del gran río Amazonas.Se
dice^que los tupinambás ya se han
extinguido... ¿Es esto cierto? Como pueblo sí, pero como idea aún perdura.
De vez en cuando se descubre en nuestros días, en un claro de la selva, los
restos de un ritualismo caníbal tal y como lo practicaban los tupinambás.
Tampoco hay duda de que al pueblo tupi-nambá
hoy se le puede ver claramente representado por la gran familia lingüística
tupi-guaraní, que ocupa actualmente la América
Meridional.No son demasiado abundantes los relatos que se poseen de las
supersticiones
y salvajes costumbres de este antiguo pueblo. Corno ya dijimos, las que más
se conocen son las que todavía perduran, y fuera de la ley se practican en
lo más intrincado de los bosques con el mismo macabro salvajismo que hace
quinientos años; así pues, los datos que hoy existen son merecedores de todo
crédito, y en verdad podemos decir que son
estremecedores. Gran parte de los relatos que existen acerca de los
tupinambás fueron traídos y escritos por
viajeros españoles, franceses y portugueses que vivieron, o mejor dicho, que
sobrevivieron en territorio tupinambá entre
los siglos xv y xvi.
Pero lo cierto es que aunque el pueblo tupinambá fue aniquilado, su espíritu
de misterio y horror aún perdura.
UN EUROPEO, CACIQUE DE LOS
TUPINAMBAS
Fue Diego Alvaro de Viana
y Correa, portugués según unos y español según otros, uno de los hombres que
más relatos exactos dejó de las salvajes costumbres de estos sanguinarios
pueblos, ya que por azar vivió largos años entre estos salvajes desempeñando
el papel de cacique de una gran tribu.Este singular aventurero naufragó en
las costas brasileñas en 1535 al ser arrastrado el barco en que viajaba por
una gran tempestad. La nave quedó encallada a poca distancia de aquella
tierra entonces desconocida. Mientras tan sólo él quedaba en el barco, el
resto de la tripulación se aventuró a descender a tierra. Allí
fueron muertos a golpes de maza por los
temibles salvajes y después devorados. Pocos días después,
ubiigado por el peligro que suponía permanecer
en el barco casi destrozado y acuciado por la sed, Alvaro de Viana,
aprovechando la oscuridad de la noche, alcanzó las playas de aquella tierra
desconocida en el lugar que hoy se alza la ciudad de Bahía, que él fundó. En
nuestros días, las mejores familias de esta
ciudad se precian de descender de este singular aventurero.Solo en aquellas
intrincadas e inmensas selvas, durante varios días vagó perdido, esquivando
como pudo a los peligrosos antropófagos. Tan sólo y como única arma había
conseguido salvar un pesado arcabuz. Un día se vio sorprendido por los
salvajes, y para defender su vida usó el arma, dando muerte a uno de los
guerreros. La impresión de aquellos aborígenes, que jamás habíanvisto un
arma de fuego, fue tal que en vez de atacarle se postraron temblorosos a sus
pies adorándole como si fuese uno de sus dioses. Le hicieron cacique de la
tribu y vivió largos años entre ellos con el nombre de
Xaramuru, que quiere decir «hombre del rayo»,
atribuido por su arcabuz.Entre las tribus enemigas se hizo temible. Tomó por
esposas a varias hijas de caciques, que le dieron numerosos hijos.Pasados
unos diez años, una nave normanda que ancló por aquellas costas, le llevó a
Europa, ya que no de ver e su patria. Llevó con él
i favorita, llamada Para-¡ joven indígena
que por belleza causó gran sensa-cion
en las cortes europeas. is y rivalidades
entre los 'inos europeos le
obliga-:'se, un año después,
nue-....
i 011 su salvaje
tribu, donde vivió, según las referencias y datos que existen, largos años
de felicidad.Es, pues, este aventurero el primer europeo que nos habla con
cierta base y garantía de las extrañas costumbres de los
tupinambás.
LOS
EIMUROS, ¿HOMBRES O BESTIAS?
Además
de los tupinambás existían otras tribus, tales
como los ta-muros,
tupiniquinas, charrúas... y los más extraños sanguinarios y salvajes de
todos, los eimuros. Estos, posiblemente,
procedían de las regiones australes. Eran más altos que los demás y fueron
posiblemente los progenitores de los indios de las pampas y los patagones.
Vivían más como fieras que como seres humanos.
Normalmente andaban muy inclinados, casi a cuatro patas. Sus gritos de
guerra y su aspecto eran verdaderamente estre-mecedores,
al igual que sus macabras costumbres y ritualismos religiosos, donde el
horror, los sacrificios humanos y la superstición siempre estaban presentes.
Su escaso lenguaje era una especie de sonidos roncos, más producidos con la
cavidad del pecho que con la garganta. Su perfil era angulosos y su frente
deprimida, de ojos muy pequeños
y lardos
cabellos negrísimos
y lacios. Se limaban los dientes de manera que éstos terminasen en punta,
los cuales siempre estaban al descubierto debido al peso del «barboto»:
madera seca que traspasaba el labio inferior. Se arrancaban todo el vello
del rostro, que adornaban con extrañas pinturas, resina y plumas de aves, lo
cual les daba un aspecto feroz. No construían cabañas.
Vivían siempre a la intemperie, durmiendo bajo los árboles. Continuamente
emigraban de un lado a otro. Todas las tribus procuraban evitarlos, ya que
su salvaje forma de g-uerrear les hacía
verdaderamente temibles. Como ya dijimos, andaban ayudados con las manos y
corrían a cuatro patas, como las fieras, alcanzando así mayor velocidad que
la de cualquier buen corredor. Solían adornarse el cuerpo con dientes y
huesos humanos y sus mujeres se adornaban las grandes orejas con falanges de
dedos humanos. Estos no practicaban el canibalismo por venganza o ritual,
sino más bien por deleite.
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