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ORGULLO DE MONARCAS

  En un manuscrito del siglo XVI que actualmente se encuentra en el Magdelene College de Cambridge, aparece la lista de las armas del Mary Rose, orgullo de la flota de guerra inglesa en el reinado de Enrique VIII. Hundido en el puerto por un golpe de viento, estuvo enterrado bajo el fango hasta que un equipo de arqueólogos inició las operaciones de rescate en 1973. Vista de la cubierta del barco de guerra sueco Wasa, en restauración. hundió en el puerto de Estocolmo al iniciar su primera travesía en 1680 Fue rescatado en 1959, conservándose  
       
 

Desde mediados del siglo xv, las potencias marítimas europeas empezaron a construir enormes fortalezas flotantes que servían de apoyo a los buques convencionales en periodos de guerra. Como estas gigantescas embarcaciones no estaban pensadas para permanecer mucho tiempo en el mar —por lo general, jamás se arriesgaban a alejarse a más de veinticuatro horas de navegación de un puerto amigo— no se encontraban sujetas a las mismas restricciones de diseño y construcción que los galeones de menor tamaño que surcaban los océanos en busca de nuevas fuentes de riqueza.
Los monarcas europeos competían entre sí por construir estos monstruos marinos. En 1418, el orgullo de Enrique V
de Inglaterra era el Grace Dieu, que desplazaba mil cuatrocientas toneladas (hasta el año 1600, aproximadamente, los mayores galeones no superaban las seiscientas). El Harry Grace á Dieu, de Enrique VIII, desplazaba mil toneladas. Por su peso, estos navíos eran de difícil maniobrabilidad y los constructores complicaban aún más las cosas llenándolos de cañones hasta límites inconcebibles para dotarlos de artillería intimidatoria.
Por desgracia para quienes las tripulaban, estas embarcaciones estaban desequilibradas y eran vulnerables, a no ser en óptimas condiciones atmosféricas. Varias se hundieron con una pequeña tormenta que no hubiera representado ningún problema para un
galeón convencional, como les ocurrió al Mary Rose inglés y al sueco Wasa, que han sido objeto de dos de las operacione de rescate más destacadas de los últimos años.
Caída y ascenso del “Mary Rose” El Mary Rose era una embarcación relativamente ligera para tratarse de una fortaleza flotante, de sólo seiscientas toneladas, pero en principio lo diseñaron como buque de guerra convencional y desp lo agrandaron y transformaron para que pudiera llevar sesenta cañones. Para dar cabida a éstos abrieron una serie de portil en los costados del casco, lo que representa una innovación en la época, mediado el siglo xvi.
El 18 de junio de 1545, el Mary Rose estaba anclado en el puerto de Portsmoui con el resto de la flota británica, esperandt el momento de entrar en combate contra los franceses. De repente, empezó a sopla] el viento, el navío escoró y, ante el horror de los espectadores, entre los que se encontraba Enrique VIII, se hundió y se ahogaron seiscientos cincuenta de los setecientos tripulantes. Habían dejado abiertas las portillas de los cañones, y es probable que el agua que se precipitó en el interior contribuyera a que la catástrofe se consumara con tal rapidez.
Durante más de cuatrocientos años, el Mary Rose estuvo en el fondo del puerto
En un manuscrito del siglo XVI que actualmente se encuentra en el Magdelene College de Cambridge, aparece la lista de las armas del Mary Rose, orgullo de la flota de guerra inglesa en el reinado de Enrique VIII. Hundido en el puerto por un golpe de viento, estuvo enterrado bajo el fango hasta que un equipo de arqueólogos inició las operaciones de rescate en 1973.
de Portsmouth, hasta que, en 1965, unos buzos lo encontraron bajo cuatro metros y medio de fango. En 1973 se iniciaron investigaciones arqueológicas y finalmente se logró izar el casco de madera. Como era un buque de guerra, el Mary Rose no transportaba riquezas de tipo convencional, pero en su interior se encontraron muchos objetos interesantes, algunos de ellos únicos, como armas, instrumentos musicales y los efectos personales de los miembros de la tripulación.
El destino del “Wasa”
Si la pérdida del Mary Rose supuso una humillación para Enrique VIII, la del Wasa lo fue aún más para el rey Gustavo II de Suecia. En el segundo decenio del siglo xvii, los suecos poseían escasos conocimientos sobre la construcción de barcos de gran tamaño y tuvieron que contratar a un holandés para que diseñara una de estas embarcaciones, de cincuenta y cuatro metros de largo, un desplazamiento de mil cuatrocientas
toneladas y dos puentes continuos de artillería con portillas y cañones que pesaban en total setenta y una toneladas. Tal y como convenía al orgullo de la armada sueca, la superestructura estaba profusamente tallada y esculpida, recordando a un castillo. Por esta razón y por la existencia de cañones, el centro de gravedad de la propia embarcación se encontraba peligrosamente alto.
En agosto de 1628, el Wasa inició su primera travesía, pero apenas había soltado amarras cuando sobrevino un golpe de viento repentino, como le había ocurrido al Mary Rose. Inmediatamente escoró y se fue a pique, frente a la isla de Beckholmen, en Estocolmo, en las inmediaciones de las aguas abiertas del Báltico.
En los años cincuenta del presente siglo se descubrieron los restos del buque con la ayuda de un sondeador, artefacto que sirve para recoger especímenes del lecho marino y someterlos a análisis posteriormente. El Wasa fue izado a la superficie en 1959. El maderamen se encontraba muy bien conservado, pues los agentes destructivos, como la carcoma, no son demasiado activos en las frías aguas septentrionales. También los objetos se encontraban en buen estado; por ejemplo, los cañones, las cacerolas y la ropa de los miembros de la tripulación.