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Sospechas sobre la muerte del Emperador

MURIO ENVENENADO NAPOLEON I

Una historia de arsénico

Extranas complicaciones

Una explicación demasiado simple

El fin de Napoleón

La autopsia del Emperador

isla de santa helena (grabado siglo XVIII

MECHON DE CABELLOS DE NAPOLEON

NAPOLEON

 

En 1821, Napoleón I, ex emperador de los franceses, muere en Santa Helena, a consecuencias de una úlcera estomacal. 140 años más tarde, un dentista sueco, el doctor Forshufvud, publica un libro titulado "¿Fue envenenado Napoleón. 9" obra que, al principio, pasa inadvertida. Pero, cuando el departamento de medicina forense de Glasgow examina cinco muestras de cabellos de] Emperador, enviadas por personas distintas, todas contienen cantidades no despreciables de arsénico. En la primavera de 1965, después del "Sundqt, 7eIegraph" ‑el primero en hacerse eco de experimentos que han utilizado incluso al reactor nuclear de Harlow‑, "París‑Presse", Trance‑Soir" y " le journal du dimancbe" se apoderan del asunto. La opinión pública se conmociona. En la frontera belga, unos aduaneros encierran al historiador francés André Castelot en su compartimento del tren para conocer su opinión acerca del asunto.

Una historia de arsénico

  Los informes de la autopsia hablan de una gran ulceración estomacal que degeneró en un cáncer. En 1961, ForshufVud deja de lado la úlcera, que no es la causa directa de la muerte, y se concentra en el cáncer, pero lo abandona rápidamente. Un tumor maligno habría hecho adelgazar considerablemente a la víctima, pero la capa de grasa sobre el vientre del cadáver de Napoleón tenía todavía cerca de cinco centímetros. En cambio, las víctimas de una intoxicación lenta por arsénico suben de peso; en pequeñas dosis, el veneno se utilizó por mucho tiempo como estimulante. Por lo demás, un médico inglés señalaba que el cuerpo del Emperador casi no tenía vello, lo que podria ser también un síntoma de envenenamiento por arsénico, al igual que el buen estado de conservación del cuerpo en 1840, cuando fue exhumado para ser llevado a Francia. Es cierto que sus entrañas habían sido retiradas, lo que significa que había sido sometido a un principio de embalsamamiento. Valiéndose de estos indicios, el dentista sue­co atribuye al arsénico todos los problemas de salud de Napoleón: sufrió una extraña crisis, cercana a la epilepsia, en 1805, algunas semanas antes de Austerlitz; dolores de estómago, angustias y un lagrimeo abundante en 1809; una tos seca y una jaqueca espantosa en 1812, con ocasión de la batalla de Moskova; nuevos dolores de estómago en 1813,eccema en la isla de Elba; somnolencia y dificultades urinarias en Waterloo, y malestares múltiples que marcaron su último exilio, hasta la enfermedad final... Ciertamente, cada vez, el detalle de sus problemas puede hacer pensar en un envenenamiento, pero existen muchas otras explicaciones posibles.

  Extrañas complicaciones

  Forshufvud regresa a las conclusiones de la autopsia que señalan que el est6mago de Napoleón estaba lleno de una suerte de zurrapa de café. Concluye que tuvo una hemorragia mortal ocasionada por la corrosión de toda la pared estomacal, características de todos los envenenamientos por mercurio. Supone, pues, que después de años de intoxicación con arsénico, el asesino usó otro veneno. Se trataría esta vez muy precisamente de cianuro de mercurio, un compuesto temible que se formó en el mismo estómago del enfermo por la unión entre un medicamento llamado calomelanos, prescrito en grandes dosis con la esperanza de aliviar los intestinos, y de una bebida que el Emperador consumió efectivamente, un jarabe de horchata a base de almendras amargas. A falta de la horchata y de las almendras amargas, la simple sal de cocina habría podido producir la misma reacción. Falta encontrar un culpable y un móvil. Los ingleses casi no podían llegar hasta su prisionero y pocos compañeros suyos se quedaron con él de principio a fin. El gran mariscal Bertrand queda, unánimemente, fuera de sospecha. Queda el general Montholon, que habría seguido a Napoleón para huir de sus acreedores, para actuar como agente de la monarquía francesa restaurada, que no se sentía tranquila mientras viviera Napole6n, y para intentar ser incluido en un interesante testamento. Por otra parte, durante las primeras semanas, los males del Emperador se calmaron mientras redactaba su última voluntad, como si el arsénico le hubiese sido quitado por algún tiempo. Se puede agregar que otras personas, sin la menor prueba por lo demás, comentaron sobre las relaciones entre Napole6n y la esposa del general, vodevil que pudo degenerar en drama. El problema es que Montholon no abjuró jamás de su bonapartismo. Además, no estuvo cerca del Emperador antes de 1815 y no puede, por lo tanto, haber sido el misterioso envenenador que actuaba desde hacía diez años.

  Una explicación demasiado simple

  En estas condiciones, ¿por qué ver en todas partes manos criminales, complots y asesinatos? La vida de Napole6n, sus cabalgatas, sus costumbres alimentarias que no se adecuaban a los preceptos de la dietética actual, todo esto podría haber desgastado el organismo del Emperador. La medicina del siglo MX era apenas un poco menos titubeante que en los tiempos de Moliére. Una úlcera iba a matar a Napoleón, un mal que ya venía de antes y que puede explicar sin duda un ademán bien conocido, el de la mano puesta entre dos botones de su chaleco, como para calentar el estómago. La unión entre un purgante peligroso y el jarabe de horchata no hizo más que precipitar un fin inevitable. Aún queda la cuestión del arsénico en sus cabellos, objeción que es de gran importancia. Demasiados mechones, traídos por distintas vías, hacen imposible pensar en un error. Los métodos empleados para la investigación son los más modernos. Sin embargo, el historiador Alain Decaux ha propuesto una solución, que satisface todas las interrogantes. Se ha visto que el arsénico, en pequeñas dosis, se prescribía como estimulante. Las necesidades de su vida pudieron empujar a Napoleón a usar y abusar de él, incluso hasta sentir, algunas veces, sus efectos secundarios. Es este arsénico el que los científicos ingleses han puesto en evidencia... Es una solución simple, quizás demasiado, pero mucho más convincente que las hipótesis que requieren de muchos venenos y de muchos envenenadores.

El fin de Napoleón

 

Después de su derrota en 1814 frente a la coalición europea, Napoleón fue exiliado a la Isla de Elba, cerca de las costas toscanas. El 1 de marzo de 1815 escapa de allí. Aprovechándose de las torpezas de los realistas, nuevos dueños de Francia, y de las disputas entre los vencedores, retorna el poder en París. Pero está cansado, no cree en su buena fortuna y sus mejores generales han muerto. Los ingleses y los prusianos lo derrotan una vez más en Waterloo, el 18 de junio de 1815. Es forzado a abdicar en París y un nuevo tratado de paz hace retroceder a Francia a sus fronteras de 1792. El Emperador caído se rinde a los ingleses, esperando que sean magnánimos. Ellos lo envían al exilio en una isla perdida en el Océano Atlántico: cerca c[61 Trópico de Capricornio. Santa Helena, un islote e volcánico de 16 km por 11, en la que no puede salir de un perímetro aún más restringido. Tres mil oficiales y soldados lo vigilan. Llega a la isla el 15 de octubre de 1815 y allí muere el 5 de mayo de 1821.

La autopsia del Emperador

  9.‑ ...He observado que la adherencia de la cara cóncava del lóbulo izquierdo del hígado formaba un agujero del diámetro de cerca de tres líneas (es decir 6 mm 3/4) en la cara anterior del estómago, cerca de su extremidad derecha.

  10.‑ Al abrir el estómago detrás de su curvatura mayor, be observado que estaba lleno en parte de una sustancia líquida negruzca, de olor picante y desagradable.

  11.‑ Al sacar dicho líquido, he observado una úlcera cancerosa muy extendida que ocupaba específicamente la parte superior de la cara interna del estómago.

  12.‑ Sobre el borde de esta úlcera y hacia el píloro, he reconocido este agujero producido por la corrosión ulcerosa de las paredes del estómago.

  13. ‑ Las paredes ulcerosas del estómago estaban considerablemente hinchadas y endurecidas... "

  Extracto del informe del médico Francisco Antommarcbi.