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LEYENDAS DE ATENAS

 

MITOS Y LEYENDAS DE ATENAS


En la perdida y lejana noche de los tiempos se dice de los dioses que pretendieron un mayor protagonismo y, por ende, buscaron proteger a los humanos. Los mitos y leyendas surgieron, entonces, por doquier; en campos y regiones otrora olvidados se desarrolló, por así decirlo, una febril actividad. Merece la pena destacar el mítico suelo del Atica, puesto que constituye un claro paradigma de lo antedicho. Aquí se disputaron su influencia dos poderosos dioses del Olimpo: Posidón y Atenea. Ambos intentaron atraer hacia sí los favores de los mortales y recabaron de éstos culto exclusivo y plena adoración. Las versiones que narran los sucesos que acaecieron hasta llegar a la consolidación de una u otra deidad en el Atica son contradictorias. Y así, por ejemplo, se dice que fue Posidón quien llegó primero a la región de marras y que con su tridente golpeó el suelo e hizo brotar un manantial de límpidas aguas. Enseguida llegó Atenea y plantó un olivo. Mas, como ambos se disputaran la hegemonía sobre el Atica, surgió entre ellos cierta desavenencia que el propio Zeus -rey del Olimpo- se apresuró a solucionar. Congregó en torno a él a las demás deidades para que se erigieran en jueces y dilucidaran a cuál de los dos, a Posidón o a Atenea, correspondería la hegemonía del Atica. El veredicto de los dioses del Olimpo fue claramente favorable a la diosa Atenea y, a partir de entonces, quedó bajo su custodia todo el centro álgido de la Acrópolis y, muy especialmente, la ciudad de Atenas. Las deidades del Olimpo habían fallado en favor de Atenea porque Cécrope, a la sazón soberano del Atica, había afirmado que fue Atenea quien primero llegó a esta región.


CECROPE

La tradición clásica considera a Cécrope como el primer rey legendario del suelo ático. Su mítica existencia es avalada por los propios dioses del Olimpo cuando se disponen a consultarle, y a valorar su testimonio, antes de asignar la hegemonía del Atica que, como sabemos, correspondía Atenea. No obstante, existen otras versiones que difieren de lo hasta aquí expuesto y narran los hechos de distinta forma. Según esto, quien primero llegó a la región del Atica fue Posidón, el cual golpeó la tierra con su tridente e hizo manar abundante agua; a continuación la diosa Atenea plantó el primer olivo y lo regó. Pero los habitantes de la mítica región se interrogaban acerca de aquella maravilla que aparecía ante sus ojos, merced a la cual el nacimiento del primer olivo coincidía con el brote de una corriente de agua en árido lugar. Surgieron, aún, otras interpretaciones de tan memorables hechos. En este caso, la iniciativa parte del propio Cécrope, quien no acertaba a comprender -y eso que era hijo de la Madre Tierra, tal como podía colegirse de la propia forma de su cuerpo: mezcla de ser humano y serpiente- cuál era el verdadero significado de todo aquello. Y se dirigió hacia Delfos para consultar al oráculo. La respuesta que recibió fue esclarecedora por demás: "El olivo es símbolo de Atenea y el agua personifica a Posidón" , contestó el oráculo.

En consecuencia, a partir de ahora, los propios ciudadanos atenienses deberán elegir a una sola de las dos deidades como depositaria de su culto y como protectora de su ciudad. El resultado favorecerá obligatoriamente a una en detrimento de la otra, lo cual implicar determinadas consecuencias.


LA IRA DE POSIDON

A tal efecto, se reunieron los hombres y mujeres de Atenas y, mientras los primeros votaron a favor de Posidón, las segundas se decantaron por Atenea. Cuentan las crónicas que, puesto que el número de mujeres era sensiblemente superior al de hombres, fue la diosa Atenea quien consiguió la hegemonía del Atica. En lo sucesivo, sólo ella sería objeto de culto Atenas y únicamente en su honor se erigirían nuevos templos. Pero las cosas no iban a quedar así puesto que Posidón, que extendía su poder sobre mares y océanos y gobernaba sus profundidades abisales, montó en cólera ante tan adverso resultado y decidió anegar de agua las tierras del Atica. De nuevo volvieron a reunirse los ciudadanos atenienses y, para calmar la ira de Posidón, acordaron llevar a cabo transformaciones legislativas sustanciales por mor de las cuales ya no podrían votar las mujeres -prohibición del voto a las mujeres-, y los niños deberían llevar únicamente el nombre de su progenitor -patria potestad de exclusiva competencia paterna.

Otras versiones, sin embargo, no dramatizan tanto los hechos hasta aquí expuestos, sino que explican que ambas deidades intentaron atraer hacia sí las simpatías de los ciudadanos atenienses y, para ello, les ofrecieron toda clase de presentes. Los más conocidos y valiosos fueron el olivo de Atenea y el manantial de agua de Posidón. Si en el Atica se decidió aceptar el ofrecimiento de la diosa y rechazar el del dios fue simplemente porque el manantial que Posidón había hecho surgir con su tridente era de agua salada, lo cual no satisfacía las necesidades de los ciudadanos de la acrópolis, por lo que prefirieron el presente de la diosa Atenea.


DESCENDIENTES DE CECROPE 

La tradición hace de Cécrope no sólo el primer rey del Atica, sino también el más idóneo de sus gobernantes. Este personaje legendario, del que se afirmaba que poseía dos naturalezas -una humana y otra animal- porque portaba entre sus atributos reales una cola de serpiente, se había casado con Aglaura -hija de Acteo, al que algunas tradiciones consideran primer soberano del Atica-, que le dio tres hijas y un hijo. Este último murió antes que su propio padre y no dejó descendencia. Por ello, historiadores como el prestigioso Estrabón señalan que Cécrope era, en realidad, uno de los doce soberanos que poblaban con sus gentes las vetustas tierras del Atica y que, en cuanto se vieron amenazados por otros pueblos -tales como los Carios, que venían por mar, y los Beocios, que intentaban penetrar desde tierra-, procedieron a unirse. Fue Cécrope quien distribuyó a todos los habitantes del Atica en doce ciudades y quien desarrolló la idea de amurallarlas. Más tarde, Teseo se encargaría de formar un único centro que resultaría de la fusión de los doce recintos creados por Cécrope al que se denominaría definitivamente Atenas.

Puesto que este mítico rey Cécrope se había casado con la hija de otro rey de una de las tribus de la región del Atica, no resultaba extraño que se hubiera impuesto sobre los demás, al ver aumentado su poder, y llegara así a constituirse en el primero de los ancestrales soberanos de aquellas tierras. Además, diferentes leyendas ensalzan la figura de Cécrope y lo presentan como inventor de la escritura y como el adalid de la abolición de los sacrificios cruentos.


EGEO

Con el tiempo hubo en la región del Atica otros personajes dignos de mención. Entre ellos destacaremos a Egeo -padre de Teseo-, cuya historia se halla envuelta en leyendas de diverso tipo. Se dice que había nacido en Megara, metrópolis situada entre Corinto y Atenas; su madre era hija del ilustre rey de Pilas y, en cuanto a su padre, había sido expulsado de la región del Atica por el tirano Metión y sus hijos. Pero, muerto éste, sus descendientes fueron derrotados y los vencedores se instalaron en los territorios conquistados; a Egeo le correspondió la región del Atica y como primera iniciativa se propuso introducir el culto a la diosa del amor,
Afrodita/Venus, en toda la región. Acaso procedió de tal modo porque, según cuentan las narraciones clásicas, Egeo se había casado por dos veces con la intención de dar un heredero a la Argólida. Mas, preocupado por no tener descendencia, se dirigió hasta Delfos para consultar el oráculo: fue tan oscura la respuesta de la sacerdotisa que oficiaba de "pitonisa" de Delfos que el propio Egeo abandonó aquel lugar como había ido, es decir, sin comprender nada. Entonces, decidió contarle sus preocupaciones al rey de la comarca Trecén, el soberano Piteo que le había ofrecido hospitalidad en el camino hacia el Atica. Este interpretó el mensaje del oráculo de manera acertada y, con cierto tacto, conminó a su invitado para que yaciera con su bella a Etra. Ningún reparo puso Egeo al respecto, antes bien se sintió halagado por el padre y cautivado por los encantos de la hija y, en cuanto la ocasión fue propicia, los dos muchachos iniciaron el siempre joven y fresco juego del amor.


MENSAJE DESCIFRADO

De la unión de ambos nacería el héroe Teseo y, paradójicamente, las predicciones del oráculo quedarían cumplidas. Este había anunciado que Egeo "tendría descendencia con la primera mujer con que se uniese". El mensaje había sido entendido en todos sus extremos por el rey Piteo que, enseguida, atisbó la posibilidad de una continuidad para su reino en la persona de sus posibles herederos. De aquí que se apresurara a presentar a su hija a aquel ilustre huésped. Para llevar a cabo sus planes llegó incluso, según algunas versiones de los hechos, a emborrachar a Egeo.

Al día siguiente, y poco antes de partir para su región, el viajero agradeció las atenciones de sus amables anfitriones y, al propio tiempo, recomendó a la bella Etra que si tenía un varón lo educara en la intimidad y, cuando ya hubiera crecido en fuerza y vigor, le mostrara el camino que llevaba al lugar en el que estaban depositados los atributos que le conducían hasta el conocimiento de su progenitor. Con todo esto, Egeo se estaba refiriendo a la leyenda de la pesada roca bajo la cual se encontraban la espada y las sandalias que, al llegar a la juventud, debería ceñirse el valeroso Teseo -después de haber conseguido levantar la roca y probado, así, su fuerza- si quería saber quién fue el hombre que le engendró. La espada salvaría al muchacho de todos los peligros que le salieran al paso y, en tanto en cuanto la llevara consigo, nadie lograría vencerle. También, mientras calzare sus sandalias, se distanciaría de cualquier enemigo y hallaría siempre el camino que le conduciría hasta la presencia de su padre.


UN EXTRAÑO ENTRE LOS SUYOS

Había pasado mucho tiempo desde que sucedieran los acontecimientos que acabamos de narrar y Egeo vivía en la región del Atica, rodeado de su familia. Dice la leyenda que cuando Jasón expulsó de su casa a Medea, ésta se dirigió a la Argólida y pidió a Egeo que la acogiera bajo su protección y, a cambio, ella le proporcionaría descendencia Egeo la aceptó por esposa y, efectivamente, tuvieron un hijo al que pusieron por nombre Medo. Y así vivían, en relativa armonía, hasta que cierto día se presentó en Atenas un extranjero que solicitó ser llevado ante la presencia del rey Egeo. Se trataba de su propio hijo Teseo quien, al instante, fue reconocido y aceptado en palacio, excepción hecha de Medea que no pudo ocultar su animadversión hacia el recién llegado. Cuentan los narradores clásicos que, en cierta ocasión, la malvada mujer había planeado con minuciosidad dar muerte a Teseo y que, al no conseguir sus propósitos, huyó de Atenas y de la ira de su soberano.

Por entonces, Egeo se hallaba acosado por sus sobrinos, que eran numerosos -se cree que en número de cincuenta- y recibían el nombre de "palántidas" porque eran hijos de Palante, hermano de Egeo. Entre todos se habían confabulado para derrocar del trono de Atenas a Egeo y ya estaban a punto de conseguirlo, cuando llegó Teseo; por ello, su presencia era muy clara cara para su padre Egeo, quien le expuso la gravedad de su situación en cuanto pudo quedar a solas con el valeroso muchacho. Este no lo dudó ni un instante y, al momento, hizo causa común con su progenitor. El arrojo y el valor de Teseo frustraron los planes de los "palántidas", que resultaron derrotados y muertos en la lucha.


MAR DE LEYENDA

El espíritu aventurero del joven Teseo y el amor que profesaba hacia su progenitor hicieron que, en lo sucesivo, ambos se prestaran ayuda mutua. Ocasiones no faltaban para ello, puesto que un sinfín de peligros acechaba al reino de Egeo, aparte de las numerosas envidias y celos que despertaba su persona entre algunos soberanos colindantes. Mencionaremos, al respecto, el brutal tributo que el rey de Creta había impuesto a los atenienses para resarcirse de la muerte accidental -aunque en Creta se decía que había sido provocada por Egeo- de su hijo Androgeo que, según la narración clásica, era uno de los atletas más destacados de la antigüedad. En un principio, los atenienses hicieron caso omiso de la brutal exigencia de Minos; sin embargo, como consultaran al oráculo para saber a qué atenerse y éste les respondiera que sus cosechas se agotarían, y que una sequía asolaría sus campos, si no satisfacían el capricho del rey de Creta, decidieron aceptar tan brutales imposiciones. En cuanto Teseo fue informado de semejantes hechos, consideró la pretensión de Minos como una burla hacia los ciudadanos atenienses y se propuso librarlos de tamaña carga y servidumbre. Estableció una contraseña con su progenitor en caso de que su aventura fuera coronada por el éxito. Si salía victorioso traería desplegadas en su nave velas blancas y si, por el contrario, las velas que ondeaban al viento eran negras, ello indicaría que sus objetivos no se habían cumplido. Como ya Teseo regresara de su bien cumplida misión y su padre, Egeo, le esperara con ansia, sucedió que, debido a un fatal error, la nave traía desplegadas las velas negras. Enseguida Egeo interpretó que su querido hijo había fracasado en su empresa y, temiéndose lo peor, se arrojó al acantilado que se abría bajo sus pies y se precipitó a las profundidades abisales del mar. Nunca más se supo de él y cuenta la leyenda que a partir de entonces aquellas aguas reciben el nombre de "mar Egeo."


SURGIDO DE LAS AGUAS

Aunque la muerte de su padre ensombreciera el triunfo de Teseo, la aventura de este héroe quedaría recogida en los anales de las narraciones míticas y se la conocería, para siempre, como la "expedición contra el Minotauro".

El Minotauro era un monstruo que tenía figura de toro y de hombre a un tiempo. Había nacido de la unión de Pasífae, esposa de Minos, y del toro que Posidón hiciera surgir de las aguas. Era tan bello el animal que el rey de Creta decidió no sacrificarlo. Este gesto benevolente le acarrearía consecuencias funestas pues su propia esposa -que tenía fama de hechicera y de conocedora de las artes adivinatorias y esotéricas- se enamoraría de tan hermoso ejemplar y conseguiría yacer con él utilizando, para ello, todo tipo de artimañas. El Minotauro fue engendrado, pues, en el vientre de la hechicera Pasífae y, a partir de aquí, una especial maldición recaería sobre el pueblo ateniense que tenía que destinar, cada nueve años, siete doncellas y siete mancebos para el pago del tributo exigido por el rey de Creta. Los jóvenes eran devorados por el Minotauro, que vivía en un laberinto al cual eran arrojadas sus potenciales víctimas y del que nadie había podido salir con vida, pues sus enrevesados vericuetos y caminos siempre llevaban, de modo indefectible, hasta la presencia del inexorable monstruo.


EXPEDICION CONTRA EL MINOTAURO

Era la tercera remesa que se enviaba a Creta y entre los muchachos varones iba Teseo, que se había apuntado por propia voluntad y con el ánimo de acabar para siempre con el Minotauro y librar así a los suyos de tamaña vileza y crueldad. Llegado que hubieron a la isla que gobernaba Minos y, antes de ser introducidos en el laberinto para ser pasto del Minotauro, los jóvenes atenienses fueron recibidos por la población cretense. Allí conoció Teseo a una bella muchacha llamada Ariadna que resultó ser la hija del rey Minos. Ambos jóvenes se enamoraron mutuamente y Ariadna entregó a su amado un ovillo de hilo que le serviría, una vez cumplida su misión de dar muerte al Minotauro, para salir del intrincado laberinto. Teseo logró vencer al monstruo y halló la salida del laberinto siguiendo el hilo que había ido desmadejando Creta y Ariadna lo acompañó. Nadie pudo peseguirlos puesto que, previamente, el osado muchacho había hundido, y encallado, todas las naves cretenses que se encontraban arribadas en sus propios puertos. Mas muy poco duró el entendimiento entre ambos jóvenes pues, en cuanto llegaron a la isla de Naxos -que se encuentra a medio camino entre Creta y Atenas, aproximadamente-, el muchacho abandonó a Ariadna aprovechando que ésta se había dormido de cansancio. Los narradores clásicos pretenden dejar en buen lugar a Teseo y explican que no había querido presentarse en Atenas con Ariadna para no hacer sufrir a Egle, la hija de Panopeo, que estaba enamorada del héroe y era, al propio tiempo, correspondida por éste quien, antes de embarcarse y partir hacia Creta, la juró fidelidad. Otras versiones, en cambio, son más explícitas puesto que aparece en ellas el dios Dioniso/Baco que se enamora de Ariadna y la rapta, por lo que Teseo tuvo que seguir su viaje sin la compañía de la joven que tanto le había ayudado. Todavía harían un alto más en su camino los expedicionarios, antes de llegar a Atenas y, así, avistado que hubieron la pequeña isla de Delos, se dirigieron hacia ella y desembarcaron de sus naves para aprovisionarse de comida y agua. Cuentan las crónicas que Teso y sus compañeros iniciaron en aquel mismo lugar un baile cuyos pasos reproducían la estructura misma del laberinto siniestro de Creta. Desde entonces, los habitantes de la isla de Delos incorporaron a su folclor, como algo muy preciado, aquellos movimientos y aquella danza que, por primera vez, habían visto interpretar a los expedicionarios del Minotauro.


ASTUCIA DESMEDIDA

De Pasífae se decía, además, que era muy celosa y que, como conociera a la perfección todas las especies de las plantas y toda clase de venenos, acababa con las amantes de su marido Minos de una forma un tanto sofisticada. Por ejemplo, cuando Pasífae tenía conocimiento de que su esposo había concertado una cita con alguna mujer, frotaba el cuerpo de éste con una planta que desprenda un olor peculiar y cuyo efecto más directo era servir de reclamo para las víboras, las cuales acudían de inmediato hasta el lugar en donde yacían los amantes y mordían a las acompañantes del rey Minos que, al momento, caían envenenadas. Otras versiones indican también que, Pasífae, sirviéndose de sortilegios diabólicos, hacía brotar serpientes del cuerpo de Minos, las cuales devoraban, al instante, a sus acompañantes.

Esta especie de maldición que se cernía sobre el rey de Creta acabó cuando llegó a la isla la hermosa Procris y fue acogida por Minos con inusitado cariño. Como agradecimiento al amor que la dispensaba su anfitrión, la nueva amante fabricó para él un brebaje que neutralizaba el olor y el poder de las plantas con que Pasífae refregaba su cuerpo y, al propio tiempo, toda dolencia cesaba y todo dolor era mitigado. Cuentan las crónicas que Procris terminó por abandonar la corte y la compañía del rey Minos, pues los celos que azuzaban a Pasífae aumentaban de día en día y su carácter se estaba haciendo insoportable. Como recuerdo de su estancia entre los cretenses se llevó un galgo que cazaba con tan singular maestra que ninguna pieza se le escapaba: también una lanza que siempre hacia blanco. Ambos regalos le fueron donados por el rey Minos, que siempre recordarla con nostalgia a la bella Procris. Esta regresó de nuevo Atenas y se reconcilió con los suyos, les ofreció valiosos presentes y les hizo entrega de los regalos que ella había recibido de Minos, es decir, del galgo y de la lanza. Según la tradición, Procris se había escondido tras unos matorrales para vigilar a su esposo, puesto que tenía ciertas dudas de su fidelidad hacia ella. Mas, éste, en cuanto oyó un ruido de ramas, y observó que se movían, pensó que allí se encontraba una pieza de caza valiosa y disparó la lanza que su esposa le había regalado, y que nunca fallaba. Entonces, Pocris, resultó herida de gravedad y poco después falleció. No obstante, los temores de Pocris respecto a si su marido le era infiel o no, carecían de fundamento pues, en realidad, lo que aquél iba a buscar cada mañana era la fresca brisa que traía la "Aurora, de azafranado velo".


VICISITUDES DE TESEO

Antes de que Teseo tuviera aún edad para iniciar un periplo de aventuras, se cuenta que el gran héroe Hércules/Heracles visitó la corte de Trecena. Como se despojara de su piel de león para mejor acomodarse en los asientos de palacio, todos los niños corrieron llenos de temor. Sólo Teseo, que a la sazón tenía siete años, dio pruebas de un valor inusitado pues, en vez de abandonar el lugar, arrebató el hacha de un centinela que montaba guardia y se lanzó contra lo que él pensaba era un león de verdad. Además, la enorme piedra bajo la cual había depositado su padre la espada y las sandalias fue movida de su sitio por Teseo cuando aún no había cumplido diecisiete años. También su afán por acudir hasta Atenas a través de intrincados y muchas veces peligrosos caminos, en vez de cruzar con relativa facilidad el plácido mar, ya indica un principio de osadía por su parte y una preferencia por lo difícil, como si quisiera medir sus posibilidades ante lo desconocido y ante el peligro. Y, así, llegado el día de su partida, se calzó las sandalias y se ciñó la espada -atributos que otrora le donara su padre para cuando llegara esta ocasión- y se encaminó hacia el lugar que conside raba su destino. Antes de atravesar el istmo de Corinto que, por lo demás, se caracterizaba por su peligrosidad y porque en sus aledaños se concentraban todos los ladrones, bandidos y criminales más famosos de la antigüedad, el joven Teseo ya se topó con su primer obstáculo. Según las narraciones tradicionales, salió indemne y victorioso de esta primera prueba y consiguió, por ello, cierto prestigio entre los habitantes de aquella comarca.


MAZA DE BRONCE

Los narradores de mitos cuentan que, por aquella época, en cada encrucijada de caminos se apostaba un bandido presto a caer sobre sus víctimas y despojarlas de todo lo que llevaran encima. Tal era el caso del famoso ladrón Perifetes, que siempre llevaba con él una pesada maza de bronce con la que atacaba a los caminantes para robarles. Y puesto que era cojo se servía también de ella como eficaz muleta, merced a la cual huía con rapidez de sus perseguidores. Gracias a este curioso atributo era conocido, y muy temido, en toda la región como el bandido de la muleta de bronce. Con él se toparía el héroe Teseo y le vencería en cruenta lucha; se quedaría con la maza de bronce como trofeo y, al mismo tiempo, como prueba de su victoria sobre tan criminal personaje. Los ciudadanos, que se vieron librados de un peligro tan grande, le ofrecieron a Teseo presentes varios pero, sobre todo, le aclamaron como héroe.


LAS ROCAS DE ESCIRON

En otra ocasión, el héroe Teseo se adentró por la región montañosa de Megara y le acontecieron sucesos similares a los ya expuestos. Según la leyenda más difundida, aquí habitaba un curioso personaje que se abalanzaba sobre quienes osaran transitar por aquellos parajes. Se le conocía por el nombre de Escirón y permanecía apostado en un estrecho sendero -lugar de paso obligado para todos los caminantes- que bordeaba el mar. Cuantos por aquí atravesaban eran saqueados por el bandido y sometidos a toda una serie de vejaciones. Parece que Escirón se divertía con sus víctimas después de haberlas robado. Las obligaba a lavarle sus callosos pies y, cuando se encontraban enfrascadas en esta faena, de una patada las precipitaba en el mar y de las profundidades abisales de aquellas aguas surgía, según la leyenda, una gigantesca tortuga que las devoraba sin tardanza. Cuando llegó Teseo al siniestro sendero y le salió al paso Escirón, se enfrentó a él con arrojo y lo mató. Mas sus restos no fueron acogidos ni por la tierra ni por el mar y terminaron por endurecerse de tal modo que formaron las escarpadas rocas que, hasta nuestros días, se conocen por el nombre de "rocas escironias"


LECHOS DE HIERRO

También protagonizó Teseo otra curiosa aventura en la que su oponente fue un personaje siniestro y asaz malévolo. Su nombre era Procusto y, al decir de los narradores tradicionales, era el más astuto de los bandidos de aquel tiempo. Sus métodos distaban de los hasta entonces conocidos; por ejemplo, convencía con halagos y zalameras palabras a los viajeros -sus potenciales víctimas- que atravesaban aquellos lugares, los invitaba a su mansión y los trataba con refinada corteza al principio, hasta que se confiaran. Pero una vez que se hallaban a su merced, y después de robarles todo cuanto llevaban consigo, les infligía horribles suplicios y torturas. Acostaba a sus víctimas en dos lechos de hierro, que había construido al efecto, y que tenían una extraña particularidad acorde a sus fines criminales. Uno de los lechos era más largo que el otro y Procusto, usando de su fuerza bruta, obligaba a los viajeros de alta estatura a acostarse en la cama corta. Como las piernas de éstos sobrepasaran la longitud del lecho de hierro, el protervo anfitrión se las cortaba de un hachazo. Y, al contrario, si su invitado era de baja estatura, el avieso criminal le obligaba a echarse en la cama más larga para, a continuación, tirar de la forma más atroz de todo su cuerpo, hasta conseguir que se igualara con la longitud del lecho de hierro. La leyenda cuenta que el héroe Teseo venció a tan nefasto verdugo, y le aplicó el mismo suplicio que Procusto imponía a sus desgraciadas víctimas.


EL MANANTIAL DE ALOPE

Otro de los siniestros personajes con que se topó el héroe Teseo, al atravesar las tierras comprendidas entre la región de Eleusis y Megara, fue el temible bandido al que llamaban Cerción. Su brutalidad llegaba a tal extremo que, según explican las diversas narraciones, fue capaz hasta de matar a su bella hija Alope, porque ésta le había ocultado sus relaciones con el poderoso dios de las aguas. En el sitio donde murió su querida Alope, el dios Posidón hizo brotar un manantial de aguas cristalinas para que fuera recordada para toda la posteridad. Cerción era un experto gimnasta y un hábil luchador, y obligaba a sus víctimas a pelearse con él; nadie se podía negar y, consecuentemente, todos terminaban sufriendo graves mutilaciones y heridas que, muy a menudo, les producían la muerte. Teseo se enfrentó con Cerción y salió vencedor como otras muchas veces y, según la tradición, para que sirviera de escarmiento a otros bandidos de aquella región, le arrancó la vida. A continuación, el héroe tuvo que librar también una cruenta lucha con otro bandido de nombre Sinis. Este deambulaba siempre por los alrededores del istmo de Corinto y su propio nombre ya movía a temor a los caminantes. Sinis significaba "torcedor de pinos" y quienes caían en sus manos estaban condenados a soportar un terrible tormento ideado por el brutal criminal. En ocasiones, Sinis ataba a sus víctimas a la copa de un pino que él mismo mantenía curvado para, a continuación, soltar el árbol y lanzarlas a enormes distancias y destriparlas contra las montañas y las rocas. Cuentan las leyendas que Teseo se enfrentó a este siniestro personaje y lo venció, con lo que el istmo de Corinto se vio librado de un peligroso facineroso.